TODO SE VA COMO EL VIENTO romance Capítulo 76

Así que Rebeca y yo caímos al suelo al mismo tiempo, es probable que por instinto maternal cayera de rodillas y de codos a toda prisa.

Rebeca y yo fuimos en direcciones opuestas, ella cayó de culo y gritando:

—Ah...

El sonido fue tan fuerte que atrajo a Mauricio y a Jerónimo.

Mauricio, con el móvil aún en la mano, frunció ligeramente el ceño al vernos caer al suelo y se estiró para ayudar a Rebeca a su lado.

Caminando hacia mí a continuación, ya estaba siendo ayudado por Jerónimo, mirándome de pies a cabeza, dijo con voz profunda:

—¿Estás bien?

Sacudí la cabeza y miré a Rebeca, que se cubría la muñeca en señal de queja, y vi que tenía un rasguño en el dorso de la mano que sangraba y tenía un aspecto algo desagradable.

Ignorando la mano de Mauricio para ayudarme, hablé:

—La señorita Rebeca está herida, llévenla al hospital para que la atiendan.

Entonces miré a Jerónimo y le dije:

—¿Puedes ayudarme a sentarme un segundo?

Jerónimo asintió y me ayudó a subir al sofá del pasillo.

Rebeca se había derrumbado inexplicablemente, dolida y agraviada, las lágrimas habían corrido hace tiempo por su rostro y miraba a Mauricio con lástima:

—¡Mauricio, me duele!

Mauricio me miró, luego miró a Jerónimo y dijo:

—Lleva a la señorita Rebeca al hospital.

—¡No! —habló Rebeca, con los ojos enrojecidos— ¡Mauricio, o me llevas o no voy!

—Tengo trabajo que hacer —Con eso, no le importó la expresión que Rebeca tenía en la cara y se fue directamente al despacho.

Rebeca se sintió un poco agraviada, pero viendo a Mauricio irse, mordiéndose el labio y sin querer que Jerónimo la ayudara. Se acercó cojeando y mirándome, dijo:

—Iris, lo has hecho a propósito.

Dije:

—Lo siento, pero no era mi intención —Tenía prisa, así que tiré de ella inconscientemente.

Jerónimo despidió a Rebeca y Mauricio salió de su despacho con un botiquín en la mano, se acercó a mí y se puso medio en cuclillas.

Me miró y dijo:

—¡Dame la mano!

Fruncí los labios y le di mi mano, acababa de poner la palma y él me frotó la mayor parte, sólo sentí un dolor cálido y no me di cuenta cuando sangró.

Esta vez Mauricio lo sacó y lo miró, parecía de alguna manera mutilado de una forma horrible, frunció el ceño profundamente:

—¡Aguanta, es doloroso!

Asentí, mordiéndome ligeramente los labios.

La piel se desprendió, dejando al descubierto la delicada carne del interior. Cuando me limpió con un algodón untado de pomada, aparté la mano con dolor y él la levantó:

—Se acabará en un minuto.

Arrugué la nariz:

—Trata el tema de forma casual —Le dolía cuando lo trataba con demasiada delicadeza.

Después de aplicar la medicina, levantó la cabeza para mirarme con un ligero ceño fruncido en sus bonitas cejas:

—¿También tiene moretones en la rodilla?

Sacudí la cabeza, sin querer tocar, llevaba un vestido, así que los demás no podían ver sin mirar de cerca.

Me ignoró, levantó la mano y rasgó el dobladillo de mi falda, mostrando una amplia franja de rojo brillante que parecía llamativa.

—¿No te duele? —habló, con un toque de ira en su voz.

Me estremecí:

—No hace daño.

Justo cuando terminé, empujó un poco más fuerte y me estremecí de dolor, no pude evitar enfadarme un poco:

—¡Mauricio!

Miró la herida, su voz era débil:

—Estoy aquí.

Este hombre lo hacía a propósito, estaba claro.

Frunciendo el ceño, bajé la cabeza y no dije nada. Me echó una mirada, luego arregló la herida y guardó el cesto de las medicinas.

Sacó todas las cajas de desayuno que Jerónimo había traído antes, rosquillas, gachas de calabaza, panecillos, magdalenas y leche de soja.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: TODO SE VA COMO EL VIENTO