¿Tuvimos un hijo romance Capítulo 268

 

Capítulo 268 

Erica estaba encolerizada mientras hablaba, al igual que Helen, quien respiraba con fuerza al escucharla, pues tenia tanta ira y temor de que Anastasia hiciera algun movimiento en la casa de Elias, aprovechando la situación en la que se encontraba Helen pensó que había logrado amenazar a Anastasia con éxito, pero resultó que no le dio importancia a su amenaza. Si Erica no le hubiera contado nada, no tendría idea de que Anastasia estaba viviendo con Elias en ese momento y que pasarian, en la práctica, todo el tiempo juntos. 

-Dime, Helen, ¿qué pasará si Anastasia se casa con Elias un dia de estos? ¿Se vengará de nosotras? 

– Claro que si, Erica -contestó Helen, saliendo de sus pensamientos cuando la oyo. —Si ella obtiene poder, nunca nos dejará en paz. Cuando eso suceda, nos destruirá, a ti ya mi. Nunca seremos capaces de recuperar nuestras vidas, -Helen queria incitar el temor en Erica para que asi ella le ayudase a hacer algo respecto a Anastasia. 

– Entonces, ¿qué hacemos, Helen? – Justo en cuanto terminó de hablar, se acordo de otra cosa. — ¿Sabes? Mi papá está intentando que Anastasia y su hijo hereden la compania a espaldas de mi mamá y mia. Nosotros no obtendremos nada. 

-Erica, tu y tu mamá deben cuidarse de Anastasia -replicó Helen de inmediato al escucharla. – Tal vez esa no sea la intención de tu papá en lo absoluto, sino que Anastasia esté manipulandolo de alguna forma, a espaldas de todos, así que tu papá no puede hacer nada más que dejar que se quede con la compania. 

–Opino lo mismo. Si no fuera así, ¿por qué mi papá permitiria que esa basura heredase la compania? – Erica era muy simple, por lo que creia todo lo que Helen le decía. 

– Erica, ¿estás segura de que Anastasia se mudó a la casa de Elías? 

-¡Claro que sí! Mi papá me lo dijo. 

Ella estaba tan enojada que podía sentir cómo le hervía la sangre por dentro. Por su parte, Helen apretó su agarre en las sábanas tan fuerte que terminó rompiendo esa tela de calidad. El miedo que sentia era visible en sus ojos. 

Helen pretendió ser la victima de ese incidente hace cinco años, aun así cel destino había acercado a Anastasia y Elías? Pues no, ella tenia que cambiar ese destino. Solo ella debía obtener la posición de la señora de la familia Palomares. Si Anastasia se la quedaba, entonces el futuro de Helen seria un desastre. Pudiera ser que, si ella obtenía poder, haría desaparecer a Helen de la faz de la tierra. Ya no sería una cuestión de estilo de vida, sino que no tendría ninguna en absoluto. 

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En el chalé de Elias, Anastasia se encontraba recostada en su cama, girando de un lado a otro, tratando de dormir. Tal vez se debía a que estaba en un nuevo lugar o que dicho lugar tenia un escenario muy hermoso; como fuera, no podía dormir, por lo que se levantó con la intención de revisar como estaba su hijo y si ya habia pateado la sábana de la cama.  

Abrió la puerta en silencio y con cuidado fue al cuarto de su hijo, pero en cuanto entró en él, se sorprendió de ver a un hombre detrás de la puerta. Estuvo a punto de gritar, pero la mano del hombre le cubrió la boca y la acorraló contra la pared. 

Elias vestía un piyama gris y tenia el torso descubierto, así que sus músculos, grandes y atractivos, 

estaban a la vista, lo que lo hacía lucir mucho más seductor bajo la luz y causó que Anastasia retirará su vista, sonrojándose. ¿Por qué estaría Elías en la habitación de su hijo en medio de la noche? Mientras tanto, él hizo una seña de que mantuviera el silencio y soltó su boca. Después abrió la puerta y ambos salieron. 

–¿Por qué estás en la habitación de mi hijo? –preguntó Anastasia en una voz muy baja en cuanto estuvieron afuera y él la soltó. 

-Me preocupé de que Alejandro se despertara y se asustara en medio de la noche debido a que está en un lugar nuevo para él, por lo que vine para ver como estaba –contestó Elías en voz baja también, mientras observaba a la mujer que también estaba en piyama. 

Ella jamás se espero que se lo fuese a encontrar en medio de la noche, por lo que el piyama que tenía puesto era holgada. Ni siquiera estaba usando un sostén, así que, debajo de la luz, el hombre podía ver ciertas figuras. Al darse cuenta de esto, aunque muy tarde, Anastasia se cubrió el pecho con temor. Con una voz grave, le advirtió: 

-No mires. 

Elías ya había visto todo lo que quería mirar. Una sonrisa satisfecha se reflejó en sus labios, pues no tenía nada de que quejarse sobre el tamaño y la forma. Por su parte, como ella ya había visto que él arropó a su hijo, entonces no tuvo necesidad de regresar al cuarto de Alejandro. Se giró para volver al suyo, pero el brazo largo del hombre la acercó a él, lo que hizo que ella tropezara y cayera directo en su pecho. 

Anastasia se sentia mareada sobre ese firme torso. Cuando miró hacia arriba, se encontró con la mirada del hombre, quien estaba enfocado en ella. Las luces del corredor borraban su figura y, en realidad, lucía… gentil… 

 

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