¿Tuvimos un hijo romance Capítulo 276

Capítulo 276

Elías decidió desahogar sus frustraciones usando los labios de Anastasia. Una de sus manos acercó su cabeza mientras que la otra la tomó de la cintura. Sus labios rojos y delicados se sellaron en un beso que lo encolerizaba y lo volvía loco. Ella merecía ese castigo.

Anastasia había consumido alcohol, por lo que su juicio estaba nublado, y sus acciones la dejaban más débil. Sus besos eran dominantes y no dejaban espacio alguno para la resistencia, sobre todo esta noche. El actuaba como una bestia que quería devorarla por completo. Al verlo de esta forma, ella no tenía idea de lo que había hecho para ofenderlo.

El beso duró hasta que un pájaro en el exterior voló por la ventana, haciendo que ambos asumieran que Alejandro había despertado. Anastasia aprovechó la oportunidad para empujarlo con todas sus fuerzas de inmediato y se cubrió sus hinchados labios.

-Si sigues actuando así, mañana mismo nos vamos.

-Muy bien. No habrá más besos -respondió Elías, aunque todavía quería más.

Ella regresó a su habitación sin perder el tiempo, pero su cerebro estaba vacío de oxígeno. Se quedó dormida en cuestión de segundos, convencida de que nunca volvería a hacer algo con él.

Al día siguiente, Anastasia se despertó alrededor de las ocho de la mañana. La casa de Elías ya estaba llena de personas para entonces. Venían de la Compañía Global de Alta Costura Personalizada, quienes habían traído consigo diez esmoquines infantiles y diez vestidos de noche para que Alejandro y ella pudieran escoger.

«iOh, vaya! ¡Qué inesperado!» pensó Anastasia, puesto que había asumido que rentaria un vestido de noche por su cuenta, pero Elías ya había arreglado el servicio.

-Señorita Torres, puede escoger entre todos estos. Si ninguno le gusta, podemos remplazarlos por un nuevo conjunto. Estos vienen directos de nuestras oficinas y puedo asegurarle de que son únicos. Si los usa, no tendrá que preocuparse por situaciones incómodas como toparse con alguien que esté vistiendo lo mismo que usted.

Anastasia reviso los vestidos y se dio cuenta de que cada uno era lo suficiente hermoso como para embelesar a todos en la fiesta. Le llamó la atención un vestido gris plateado con lentejuelas grises en la parte superior y una falda de gasa. Debido a su diseño que dejaba libre un hombro, lucia elegante y atractivo, pero sin ser muy revelador.

– Me probaré este -indicó, apuntando al vestido que queria.

Regresó a su cuarto para probárselo y, como le quedó a la medida, decidió vestirlo para la fiesta Después, comenzó a buscar un traje para su hijo. En cuanto él se puso el esmoquin que ella escogió, quedó impactada al ver que Alejandro se parecia mucho a Elias.

– Es como un Elias en chiquito! Las personas confundirán a Alejandro como el hijo de Elias pensó Anastasia, preocupada por no saber si debia llorar o reir si algo asi pasase,

– Alejandro, ve a jugar por un rato -indicó Anastasia a su hijo.

Él se dirigió a su cuarto de juego de inmediato. Mientras tanto, ella se dio cuenta de que no había visto a Elías en todo la mañana y no tenía idea que estaba haciendo, por lo que subió al tercer piso para buscarlo. Una vez ahí, escuchó una voz que resonaba desde el estudio y decidió entrar. Desde el marco de la puerta, vio al hombre hablando por teléfono en el balcón, así que prefirió no molestarlo. Justo cuando estaba por irse, lo escuchó gritar:

– iDile que se vaya! Si se atreve a presentarse al cumpleaños de mi abuela, me encargaré de desaparecerlo de la faz de la tierra.

Eso hizo que su corazón latiera con ansiedad. Se giró para verlo parado en el balcón. Él le estaba dando la espalda, pero tenía un agarre muy fuerte sobre el barandal y su teléfono, como si alguien lo hubiera enfurecido. Este lado enojado de él era uno que casi no mostraba y ahora ella tuvo la suerte de presenciarlo.

«¿Quién lo hizo enfurecer tan temprano por la mañana?».

— Es mi última advertencia. Si se rehúsa a tomarme en serio, que no me culpe si no le muestro piedad.

Terminó la llamada después de decir esas palabras. Su teléfono seguía apretado en su agarre. Tenía la cabeza gacha, lo que hacía que su figura, vista desde atrás, pareciera muy deprimente.

Tal escena hizo que el corazón de Anastasia se estrujara y tuviera la necesidad de consolarlo, aun cuando no entendía el porqué. Pese a eso, ella no sabía si tenía el derecho de hacerlo. Este hombre siempre se había presentado dominante ante ella y pudiera ser que él no quisiera que presenciara este lado más débil de su persona. Justo cuando estaba dudando, Elías se volteó en el balcón y, de repente, sus miradas se cruzaron.

 

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