Andrea y Zack se miraron por un segundo y él se encogió de hombros.
—No pasa nada, yo duermo en el suelo.
El closet estaba lleno de mantas, pero tener a Adriana durmiendo en aquella cunita de princesa y ella en una cama de emperatriz, y a Zack durmiendo en una manta en el suelo, le parecía lo más feo del mundo.
—A ver, no hay que exagerar, podemos dormir en la cama —sentenció ella con madurez—. Ya estamos grandecitos y ninguno de los dos muerde.
—Habla por ti —replicó Zack y ella empujó su hombro.
—¡Muy gracioso!
Después de toda la actividad que había tenido en el día, Adriana se quedó dormida de inmediato, y para cuando Andrea salió del baño con su pijama de nubecitas, ya Zack estaba echado en el lado derecho de la cama.
Había que reconocer que no era una cama pequeña, pero para un hombre del tamaño de Zack, se veía como si fuera de juguete.
Había espacio suficiente para los dos, pero no mucho más.
Andrea se metió en la cama y se tumbó boca arriba, mirando al techo. Intentó relajarse, pero parecía que cada músculo de su cuerpo se tensaba al pensar en él tan cerca.
—¿Quieres hacer una barrera de almohadas? —le preguntó Zack.
—¿Te parece que tengo cinco años? —murmuró ella.
—Bueno, bueno, yo lo decía porque me muevo mucho, si te aplasto solo grita, procuraré no agarrarme demasiada cama —le sonrió él girándose de lado hacia ella y Andrea asintió.
—Procuraré no agarrarme demasiada manta —respondió.
El silencio se prolongó, sin que ninguno de los dos quisiera romper el hechizo que se había creado entre ellos, pero finalmente el cansancio acabó venciéndolos.
Andrea se durmió primero, y los ronquidos suaves de Zack más una sensación de frío la despertaron más tarde. Abrió los ojos y cuando trató de alcanzar la manta, se dio cuenta de que él estaba al borde de la cama.
—¡Te caes, te caes...! —exclamó tratando de tirar de su brazo, pero el cuerpazo de Zack se fue contra el suelo arrastrándola con él.
—¡Ay!
Zack despertó por los dos golpes, el del suelo bajo su espalda y el de Andrea sobre él, aunque este último fue uno particularmente agradable.
—¡Por dios! ¿Te lastimaste? —exclamó Andrea apoyándose en su pecho para levantarse, pero él la agarró de las caderas, manteniéndola inmóvil.
—¡Espera espera espera...! Me duele...
—¿Qué cosa?
—¡El coxis que me fracturaste! —siseó él.
—¡Oye tú te caíste solo! Además la fractura de coxis es más abajo, Thorcito —rezongó ella remeneándose—, tendría que haber caído encima de t...
Los dos abrieron los ojos al darse cuenta de dónde y con qué estaba restregándose Andrea.
—¡Ay por dios! —exclamó ella echándose a un lado y al rodar su frente fue derecho a impactar contra la pata del escaparate—. ¡Ay!
Zack se carcajeó al verla sostenerse la frente.
—Eso es mucho mencionar a Dios sin un orgasmo de por medio —sentenció Zack y ella lo pateó.
—¡Eso, tú ríete! Los lisiados de la Navidad vamos a ser tú y yo —se rio Andrea.
—¡Es que la cama es chica! —protestó él levantándose y subiéndola a la cama.
Ella suspiró porque de verdad si intentaban que el aire corriera entre los dos, entonces iban a terminar en el suelo varias veces en la noche.
—Alguien tiene que hacerle cucharita al otro, no hay remedio —sentenció Zack con las manos en la cintura.
—Pues yo te la hago a ti, y te viras para el otro lado para que le ronques a la pared y no en mi oído —suspiró Andrea y él puso cara de ofendido.
—Oye, yo no ronco, ese es un rugido de macho alfa para espantar malos sueños, cocos, fantasmas y monstruos. ¿Entendido? —rezongó acomodándose y sonrió al sentir el cuerpo calentito de Andrea pegarse a su espalda.
No tardó nada en quedarse dormido y la noche pasó rápidamente. En lo que parecieron minutos, la luz de la mañana entraba por la ventana. Andrea se revolvió y empezó a despertarse frotándose los ojos. Sintió algo pesado en la pierna y, al girar la cabeza vio a Zack. Tenía medio cuerpo encima de ella, con un brazo alrededor de su cintura y la cara acurrucada en su cuello. El corazón de Andrea dio un brinco en su pecho, sobresaltada y un poco sorprendida de sentirse tan segura en su abrazo.
Pero entonces sintió algo más, algo que no esperaba.
—Thorcito... —llamó mientras la vergüenza teñía sus mejillas.
—¿Qué pasó, Pastelito? —preguntó él aturdido por el sueño.
—¿Crees que puedas apuntar el martillo hacia otro lado?
Durante un minuto Zack no reaccionó, con el cerebro embotado por el sueño, pero cuando empezó a abrir los ojos se dio cuenta de lo que estaba apretando contra una de sus caderas.
—¡Joder!
Rápidamente se apartó de ella, disculpándose profusamente y escondiendo aquella erección contra la cama.
Andrea no pudo evitar sonreír, sintiendo una mezcla de placer y vergüenza, porque la experiencia había sido tan inesperada como excitante. Sin embargo él levantó la cabeza de repente.
—¿Cuándo vamos a dejar de comportarnos como dos adolescentes? —dijo mirándola y ella se encogió de hombros mientras se levantaba.
—Yo no te dije nada, la erección matutina es algo perfectamente normal —murmuró Andrea restándole importancia—, además tampoco es para tanto.
—¡Oye, oye! Eso no va a pasar —dijo él acariciando sus brazos arriba y abajo para calmarla—. No nos va a descubrir porque somos una pareja muy convincente, ¿verdad? Nos llevamos bien, no hay razón para que sospeche.
Ella le dirigió una mirada llena de ansiedad.
—¡Júrame que no vas a dejar que nos descubra, Zack! —exclamó sacudiéndolo por la solapa de la chaqueta.
—¡Te lo juro, Pastelito, voy a hacer lo que tenga que hacer para que no nos descubra! —le aseguró él—. Ahora vamos a divertirnos un poquito.
Decir que Andrea sería buena para esquiar era mentir descaradamente, En el primer trayecto pasó más tiempo de bruces en la nieve o sobre Zack, que de pie, pero él no se molestó por eso. En el segundo literalmente rebotó sobre sus nalgas y en el tercero fue Zack quien se distrajo y la hizo caer.
La arrastró cerca de un árbol para alejarla de los demás esquiadores y se dejó caer junto a ella.
—Lo siento —murmuró mientras le despejaba la cara de nieve—. Es que acabo de ver a las arpías, digo a las espías, y perdí el equilibrio.
Andrea abrió mucho los ojos.
—¿Tus hermanas están aquí? —siseó.
—Creo que nos están vigilando —gruñó Zack molesto—. ¿Qué diablos esperan ver? ¿Un par de carteles luminosos que digan que mentimos?
—O que no nos comportemos como novios —añadió Andrea y él apretó los labios.
—¿Sabes qué? ¡Pues si vinieron a ver algo, entonces les vamos a dar algo que ver!
Un instante después Zack se daba la vuelta con ella en los brazos, para hacerla rodar sobre su cuerpo, y Andrea respiró profundo antes de bajar la cabeza y besarlo.
Esta vez fue Zack el que se sorprendió, pero Andrea no le dejó tiempo para hacer preguntas. Su lengua pequeña y dulce se hundió en la boca de Zack y él gruñó de gusto por sentirla tomar el control.
Fue un beso increíble. Uno de esos que te remueven hasta la última fibra del cuerpo y te hace perder el aliento. Zack le respondió con la misma pasión, deslizando sus manos por su espalda y jalándola más cerca para estrecharla entre sus brazos.
Cuando finalmente se separaron, Andrea sonrió con malicia.
—¿Eso les habrá parecido lo suficientemente convincente? —preguntó con un tono burlón y Zack asintió con la cabeza.
—¡Me pareció convincente hasta a mí!
—¡Bien, pues espero que las cacatúas de tus hermanas te dejen en paz ahora, o te juro que les pondré cohetes bajo las camas! —dijo ella riendo pero la cara de Zack era seria y pensativa—. ¿Qué pasa?
—¿Cómo es que eres mejor para defender a los demás que a ti misma? —preguntó incorporándose y Andrea quedó sentada a horcajadas sobre sus piernas—. ¿Cómo es que prefieres pelearte por mí que por ti?
Andrea abrió y cerró la boca varias veces antes de que algo convincente saliera de ella.
—No es que sea mejor, es solo que... no quiero que te lastimen.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
Después del capítulo 39 no hay mas...