UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 23

—¡Maldito imbécil eso no es urgente, me pusiste el corazón en la boca! ¡Busca "Urgente" en el diccionario y déjame follar en paz! ¡Llámame mañana! —le gritó Ben antes de colgarle y Zack miró al teléfono.

—Pues debe estar muy mal follado para andar de tan mal humor... —se burló, y él mismo puso manos a la obra.

Esa misma noche revisó los registros de la empresa, había siete mamás que necesitaban apoyo de guardería, así que para cuando Ben llegó al día siguiente, ya Zack estaba metido de cabeza en los trámites.

—¿Y no sería mejor incluir la guardería en el seguro y ya? —preguntó cuando vio que él estaba buscando el espacio perfecto para poner la guardería en el piso.

—Pues no, porque así las mamás podrán tener cerquita a los bebés, te aseguro que todas se van a sentir más tranquilas.

—¿Todas o Andrea? —preguntó Ben con disimulo.

—Ya me sé tu hora de follar, Ben ¿quieres que te la interrumpa diario? —lo amenazó Zack y el otro negó.

—¡No señor, muchas gracias! OK, pues manos a la obra entonces.

Por supuesto que todo se agilizó cuando Ben se sumó al proyecto y enseguida contrataron personal especializado, encontraron la habitación perfecta para una guardería de siete bebés, compraron juguetes, supervisaron la decoración y para la tarde ya tenían todo listo.

Esa noche cuando Zack llegó al departamento, Andrea estaba un poco deprimida.

—No le dieron el alta a la señora Wilson ¿verdad? —le preguntó.

—No, todavía va a tener que quedarse unos días más en el hospital —respondió ella.

—No pasa nada. Mañana nos llevamos a la nena al trabajo —declaró él—. Solo alístense y paso por ustedes temprano.

—No te preocupes, podemos ir en autobús... —pero por mucho que Andrea protestó, Zack le torció los ojos y zanjó el asunto con un rotundo "¡no!"

Media hora después y a punto de despedirse, Zack escuchó un suspiro y vio que la beba se estaba quedando dormidita en sus brazos mientras la mecía suavemente.

—¡Eres un caramelito! ¡Ya te duermes conmigo, princesa! ¿Existe una niña más buena que tú? —preguntó con un puchero, besando su cabecita—. ¡Claro que no, claro que no! Tú eres la más buena...

Andrea sintió un nudo en el estómago ante aquel rapto de ternura, pero no tenía idea de que al día siguiente sería todo mucho... ¿peor?

—¡Dime que puedo elegir yo! —pidió Zack llegando temprano y entregándole a Andrea un café delicioso.

Ella sonrió y asintió.

—Está bien, puedes elegir su ropa —accedió con condescendencia.

—¡Pues hoy toca snowboard! —exclamó Zack dándole la vuelta a la bebé para ponerle un pequeño mameluco con una tabla de Snowboard dibujada en el pecho—. ¿Sabías que fui campeón de snowboard un montón de veces? ¡Es mi aparato de hacer estupideces favorito! ¡Y ahora el tuyo también!

Vistió a la nena con torpeza pero cuando terminó la levantó en brazos y se abrió la chaqueta, y Andrea pudo ver que llevaba una playera exactamente igual.

—¡Dime que la puedo llevar a hacer Snowboard!

Ella se echó a reír.

—¡Dios, están como para foto de revista! —murmuró Andrea.

—¡Oye, ya que lo dices, necesitamos fotos! ¡Pero luego hablamos de eso, ahora vamos, tenemos mucho que hacer hoy!

En cuestión de minutos estaban ya en el edificio de la empresa y Andrea se quedaba paralizada frente al hermoso local que Zack había mandado a habilitar en el piso como guardería.

—Zack... ¿qué hiciste? —murmuró impactada, porque nadie tenía que decirle que había hecho eso por ella y por su hija.

Las otras mamás también habían salido beneficiadas, claro, pero estaba segura de que a Zack jamás le habría pasado por la cabeza hacer aquello si no hubiera sido por Adriana.

—Solo estoy corrigiendo un error —sentenció él—. Es verdad que el seguro no cubre guardería, así que pensé que podríamos tener a la beba cerca. Así estarás más tranquila.

Andrea trató de no llorar, pero no pudo evitar que sus ojos se humedecieran. Otros seis bebés estaban allí ya, jugando, y enseguida llevaron a Adriana con otros de su edad para que compartiera.

—Esto es... es hermoso, Zack, no puedo creerlo —murmuró emocionada, sin saber qué más decir o cómo agradecerle.

—Es lo justo. Solo quiero que estén bien las dos.

Ella sonrió en silencio y cuando se dieron cuenta de que la beba estaba bien feliz, se fueron a trabajar. Andrea realmente estaba más tranquila, pero Zack no podía evitar pasar cada quince minutos y mirar por el cristal.

—¿Estás supervisando a las enfermeras especializadas? —se rio Andrea en cierto punto.

—¡Shshssh! ¡Intento aprender, recuerda que todavía no paso la prueba del pañal! —advirtió él.

—OK, yo iba a empujarte por café a la salita de descanso, pero mejor sigue aprendiendo —murmuró ella.

—Anda, ve, yo te alcanzo en un momento —respondió él sin mirarla.

Andrea sonrió mientras se dirigía a la salita. Estaba feliz, realmente estaba feliz porque por primera vez en meses sentía que tenía un ángel guardián sobre su hombro. Pero toda la alegría que llevaba se esfumó en un segundo cuando, a punto de empujar la puerta, escuchó las voces de varias mujeres dentro.

—...Pues te equivocaste, Lana, no era honradez, solo supo elegir bien con quién acostarse. Porque te aseguro que Trembley jamás la invitó a tomar ni un café, pero el nuevo dueño no almuerza sin ella. ¡Al final resultó más viva que bonita!

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