UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 25

Zack bufó molesto, pero cuando Ben lo decía así de verdad parecía algo muy estúpido.

—Entonces la cagué —murmuró.

—Monumentalmente, ya te lo dije. Más porque la atacaste por no reaccionar como tú querías. Eso no estuvo bien.

Zack apretó los labios con una mueca.

—¡Maldición! Ya hasta con las novias falsas hay que disculparse. En fin... mejor paso por flores o algo...

—No es tu novia de verdad, idiota —murmuró Ben—. Mejor pasa por comida.

Zack respiró profundo antes de salir de allí, se fue a su departamento y se dio el baño que necesitaba para recapacitar y enseguida llamó a Andrea.

—Lo siento, lo siento mucho —fueron sus primeras palabras—. Solo quiero lo mejor para ti, lo sabes, me molesta que gente que no te conoce hable mal de ti, pero si tú decides que...

—¡Disculpa, Zack, pero no puedo hablar ahora! —lo interrumpió Andrea y él notó que tras ella se escuchaban los gritos de la bebé.

—¿Está todo bien? —preguntó preocupado.

—¡No... no lo sé! ¡Adriana no ha dejado de llorar en un buen rato, y vomitó toda la fórmula! ¡Ya me estoy asustando...! —murmuró ella con angustia y en menos de dos segundos Zack había saltado sobre el sofá y agarraba la lleve de su coche.

—¡Ya voy para allá! —exclamó corriendo escaleras abajo sin molestarse en esperar por el ascensor de su edificio.

Zack no podía recordar haber acelerado un coche tanto en su vida, en el primer semáforo conectó el manos libres y Ben le contestó de inmediato.

—¡Esta sí es una urgencia! —gritó Zack—. ¡Necesito el contacto del pediatra de tu hijo, y necesito que me reciba ya!

Ben hizo silencio por un segundo antes de contestar:

—¿Pasó algo con la bebé de Andrea?

—Sí, parece que se puso enfermita. ¡Necesito un médico ya, Ben!

—¡Claro, claro! Lo llamo ye te mando la dirección de su clínica enseguida —le dijo su amigo y Zack aceleró aún más para llegar más rápido.

Pocos minutos después se enfrentaba al rostro preocupado de Andrea, que ya estaba lista junto a la beba.

Apenas Zack la tomó en brazos cuando la nena volvió a vomitar sobre su pecho, pero él ni siquiera se inmutó, solo lanzó la chaqueta a la cajuela de su coche y las acomodó en el asiento trasero antes de sentarse al volante otra vez.

—Vamos con el pediatra del niño de Ben —le explicó apurado—. Tengo entendido que es el mejor de la ciudad.

Ella solo asintió y él se apuró tanto como pudo.

El doctor Ferguson los esperaba ya cuando llegaron a la clínica y a pesar de la angustia que sentían Zack y Andrea, él logró calmarlos en un instante.

—Todavía no está deshidratada, pero si ha tenido seis vómitos entonces vamos a ponerle fluidos por si acaso y enseguida la revisamos —sentenció—. Se nota que son papás primerizos, pero no se asusten, su hija está en buenas manos.

Otra doctora cambió a la bebé por ropita de hospital más cómoda y Zack inconscientemente apretó la mano de Andrea cuando le pudieron aquella pequeña vía en su bracito. Minutos después el pediatra le hacía una revisión exhaustiva y pidió algunos análisis.

Poco a poco Adriana se fue calmando en el cunero, pero con un dedo de Zack agarrado y otro de Andrea. Él sentía que apenas podía respirar, así que ni siquiera podía imaginar cómo se sentía ella. Adriana era demasiado pequeñita para estar enferma, odiaba la simple idea de que estuviera allí.

Finalmente el médico regresó y su rostro denotaba buenas noticias.

—Va a estar muy bien esa princesa, según los análisis, solo le hizo rechazo a la fórmula —explicó.

Zack y Andrea respiraron con alivio pero ella enseguida frunció el ceño.

—Pero... yo le compro una buena fórmula, doctor, jamás he escatimado en eso... y es la que toma desde que nació...

—Eso no importa —le aseguró el médico—, el rechazo a la lactosa puede salir en cualquier momento. Solo tenemos que cambiar por una fórmula sin lactosa y todo estará bien, se lo aseguro.

Andrea asintió más tranquila y después de verificar que la bebé estaba mucho mejor, el médico le dio el alta y las indicaciones sobre una nueva dieta para la bebé.

Zack no pudo evitar abrazar a Andrea mientras sacaban la aguja del bracito de la nena, y respiró profundo cuando las tuvo de nuevo en el asiento de su auto. Adriana dormía tranquilamente y él aprovechó para detenerse por un momento en una farmacia cercana para comprar la fórmula que le había orientado el doctor. Sin embargo Andrea lo vio salir no solo con la fórmula sino con un carrito lleno de cosas de bebé.

—¿Qué es eso, Zack? —preguntó sin comprender.

—Solo son algunas cosas que necesitamos —murmuró él.

—Pero es que yo tengo de todo eso en casa.

—Ya sé, pero no vamos a tu casa —sentenció él—. Vamos a la mía.

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