UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 29

Ella masculló siete veces por lo bajo y se enfurruñó.

—Igual no debiste hacerlo —le dijo—. No veo el sentido de quitarles la razón ahora a las brujas, ¿o crees que no lo sabrán en enero? ¿Qué vas a hacer? ¿Me vas a cambiar de sucursal?

—Fíjate que no estaría mal —replicó él—. Ben se quedará a cargo de esta, pero yo tengo que regresar a Estados Unidos. Si te animas a expandir tus horizontes, eres bienvenida a venir conmigo.

Andrea cruzó los brazos y suspiró con resignación. Era un buen hombre, pero tenía un carácter dominante que a veces desesperaba.

—Será mejor que vaya a trabajar.

—Sí, aprovecha, porque solo trabajaremos dos días más —le advirtió él.

Y en efecto así fue. Dos días más tarde Zack se negó a dejarla ir a trabajar y se dedicó a contarle casi todo lo que su familia.

No se molestó en contarle sobre Giselle porque la verdad era que su familia nunca la había conocido, Zack no estaba seguro de por qué, pero parecía que cuando se habían dado las oportunidades de conocerse, a ella siempre le salía algún evento importante al que no podía faltar.

Así que se ahorró ese capítulo terrible en particular y solo se encargó de reparar a Andrea tanto para la amabilidad de sus padres, como para el carácter hiriente de sus hermanas.

—No puedo creer que de verdad sean tan malas —le dijo Andrea mientras empacaban.

—No es que sean malas, pero mis hermanas dependen completamente del dinero de mi padre. Manejan sus empresas, pero hasta que papá muera no heredarán los bancos, así que su pasatiempo favorito es desacreditar al resto de la familia —le explicó Zack—. No es que a nosotros nos importe el dinero, Loan, Milo y yo tenemos empresas independientes, pero el hecho de que las hayamos levantado sin el dinero de papá ya es una ventaja que no nos perdonan.

Andrea suspiró. Ella no tenía hermanos así que no sabía lo que era ni ser apoyado por uno ni pelearse con él.

—Igual son tu familia, así que vamos a tratar de pasar una hermosa Navidad —sentenció.

—Créeme, si mi madre toma el mando, pasaremos quince días haciendo galletas como elfos —sonrió él.

Y de veras esperaba que así fuera.

Tomaron la última semana para arreglar los pasaportes de la beba y de Andrea y para el dieciséis de diciembre estaban ya subiéndose a un vuelo privado con destino a Zúrich y de ahí tomaron un transbordo a un avión más pequeño para llegar a Lucerna.

Todas aquellas horas de vuelo Adriana la pasó flotando de los brazos de su madre a los de Zack, pero cuando estaban llegando, él señaló a la ventana y vio cómo los ojos de Andrea brillaban ante aquel paisaje, de verdad era algo impresionante.

—¡Dios! ¿Aquí creciste? —le preguntó a Zack.

—No, vivíamos en Zúrich —respondió él—, pero aquí teníamos la casa de vacaciones, aquí aprendí a esquiar y cada vez venía por más tiempo. Cuando mi padre se retiró vino a vivir aquí definitivamente.

—Es un lugar hermoso al que regresar —le dijo Andrea y él la miró pensando que sí, era un lugar hermoso al que volver.

Apenas aterrizaron ya estaba esperándolos una camioneta enorme que de inmediato los llevó a una enorme mansión en las afueras de Lucerna, justo al pie de una montaña.

Para Andrea fue muy fácil reconocer a los padres de Zack, porque la señora Luana la abrazó con fuerza y sonreía con sinceridad, y el señor Nikola levantó los brazos desde su silla de ruedas y Zack le puso en los brazos a la beba antes de saludarlo siquiera.

—¡Dios bendito! ¡No lo puedo creer! ¡Es la criatura más hermosa del mundo! —exclamó su padre—. ¡Ni tú eras tan bonito, condenado!

Andrea vio la expresión un poco triste de Zack y cuando su madre acabó de besarlo y corrió también hacia la beba, se acercó a él.

—¿Estás bien? —le preguntó en un susurro y él asintió.

—Sí, es solo que... no esperaba verlo en silla de ruedas —respondió Zack con voz ahogada.

Andrea lo entendía, eso significaba que la condición del señor Nikola era peor de lo que Zack pensaba.

—Lo siento —murmuró pasando un brazo alrededor de su cintura y Zack pasó otro sobre sus hombros, pero antes de que pudiera decir nada, se vieron rodeados por la locura de sus hermanos.

Andrea se rio, medio asustada y medio sorprendida porque lo mismo Milo que Loan la levantaron en vilo para darle un beso en cada mejilla, saludaban a gritos y risas y se daban unas palmadas en las espaldas que habrían tumbado a un búfalo.

Los tres hermanos estaban más que felices de verse, pero en cuanto las mujeres hicieron su aparición, Andrea confirmó todo lo que le había dicho Zack. Sin embargo ni él mismo estaba preparado para el veneno de sus hermanas, porque mientras Noémi saludaba con diplomacia, Chiara se giró hacia Andrea y juntó las manos.

—¡Gisselle, querida, cómo has cambiado desde la última vez que te vi!

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