—¿Debo darte las felicitaciones? —dijo Eustacio con una expresión ininteligible en la cara.
El ambiente se volvió tenso al instante.
Yolanda estaba tan nerviosa que le faltó el aliento.
«¿Qué tengo que hacer para aliviar la situación?»
Ella sabía que no importaba cómo lo explicara, sería en vano. Temía que lo ocurrido hoy fuera un golpe doloroso y fatal para Eustacio. Si fuera así, entonces todos los esfuerzos de ella durante estos dos años se quedarían en vano.
Yolanda vaciló durante mucho tiempo, finalmente optó por agarrar el brazo de Jairo con fuerza y le pidió diciendo:
—Por favor, ven conmigo.
Antes de irse con Jairo, giró la cabeza hacia el hombre sentado en la silla de ruedas y dijo:
—Eustacio, puedo darte una explicación razonable sobre todo esto. Por favor, confía en mí y espérame aquí un momento. Volveré muy pronto. No te vayas, ¿vale?
Tras decir esto, Yolanda se fue con Jairo a un rincón donde no había nadie.
Sin embargo, justo cuando ella estaba a punto de hablar, Jairo interrumpió fríamente: —Ese día viniste al hospital por él, ¿verdad?
Yolanda se quedó estupefacta, y luego recordó que la última vez en el hospital le había impedido hablar besándolo en sus labios, para que Eustacio no se enterara de que estaban juntos.
Ante la pregunta del hombre, ella contestó francamente:
—Sí.
—¿Eres su prometida? —Jairo volvió a preguntar.
Resultó que él había oído todo lo que discutían en el jardín trasero.
Jairo miró de reojo el anillo de diamantes que Yolanda llevaba en el dedo y un toque de asombro pasó rápidamente por sus ojos profundos.
Yolanda se dio cuenta de su mirada, así que se quitó torpemente el anillo y lo guardó en el bolsillo. Necesitaba encontrar un momento apropiado para devolvérselo a Eustacio.
—No, no, no es así... E que... —tartamudeó ella— Esto no importa, la clave es que nuestro matrimonio es falso y temporal, ¿no? Bueno, tú ve a aclarar nuestra relación a tu hermana menor, y yo voy a explicárselo a Eustacio.
—Esto no funciona. Cecilia es una gran habladora. Ya que ella lo sabe, la abuela definitivamente lo sabrá.
—Entonces... —Yolanda dudó un momento— ¿Puedes explicárselo todo esto a Eustacio para mí?
Ella realmente no sabía qué hacer y solo podía acudir a este hombre en busca de ayuda.
Pensando así, Jairo le interrogó palabra por palabra con un tono muy severo:
—Ya que ya tienes un «sugar daddy» que te mantiene la vida, ¡¿por qué sigues queriendo acercarte a mi abuela?!
—No es así...
Su pasado con Eustacio no era algo que se podía explicarse en pocas palabras.
No obstante, Yolanda ya estaba demasiado cansada y no quería dar más explicaciones.
Ella era demasiado ingenua que esperaba que Jairo le ofreciera ayuda.
—Bueno, pienses lo que pienses. No me importa.
Yolanda ya no tenía ni tiempo ni paciencia para discutir más con el hombre.
Dando la vuelta, ella se apresuró a buscar a Eustacio. Pero cuando volvió corriendo al jardín trasero, este último ya no estaba allí.
—¡¿Eustacio?! Eustacio, ¿dónde estás? —Yolanda gritó ansiosamente, mirando a su alrededor con algo de preocupación.
Un mal presentimiento le surgió en la mente.
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