Un disparo en mi corazón romance Capítulo 25

Yolanda gritó en voz alta al guardia de seguridad:

—¡No me toques! Voy a llamar a la policía mismo ahora.

Jairo se acercó a la tienda después de notar la conmoción.

Al ver que el guardia de seguridad estaba a punto de lanzarse por Yolanda, Jairo se adelantó en el momento clave y cogió a Yolanda en su cálido y firme abrazo, lleno de seguridad, que instantáneamente la tranquilizó bastante a ella.

Y el guardia de seguridad fue pateado a un lado por él.

Mandy se quedó atónita en el acto.

¡El aura de este hombre era tan poderosa! Sin duda alguna, era un rico noble según su forma de vestir.

Hoy Jairo iba vestido con un traje de alta calidad hecho a mano por un diseñador de prestigio internacional, ¡y solo los dos gemelos de zafiro valían más de 100 mil euros!

Jairo preguntó con cara sombría:

—¿Qué ha pasado?

«Esta mujer siempre me causa problemas.»

—Se ha descubierto un pañuelo de seda en mi bolso y sospechan que yo lo he robado —Yolanda dijo con impotencia—. Es mejor que llamemos a la policía para que comprueben la cámara de vigilancia.

Mandy, quien era muy sutil y lista, inmediatamente se adelantó y dijo agitando las manos:

—No es nada. Señor, no se preocupe. Debe ser un malentendido.

—¿Malentendido? —Jairo soltó una risotada burlona.

Acto seguido, él sacó su teléfono, marcó el número de su asistente, Stefano Pardo, y le contó el nombre y la dirección de la tienda.

—Te doy diez minutos para que me adquieras esta tienda —dijo al asistente antes de colgar

Yolanda se quedó asombrada.

«¿Qué quiere hacer este tipo?»

Cecilia, que había estado escondida en el primer piso, escuchó la voz de su hermano mayor y se apresuró a intentar escabullirse de la tienda. Nunca hubiera imaginado que Jairo acompañara a esa zorra Yolanda a comprar ropa.

Sin embargo, Jairo la vio antes de que ella pudiera salir:

—¡Cecilia, bájate ahora mismo!

Esta sintió un escalofrío en la espalda y se le debilitaron las piernas al oír las palabras severas de su hermano.

Cecilia bajó a trompicones las escaleras y preguntó tartamudeando:

—Jairo, ¿cómo es que estás aquí?

—¡¿Todo esto es la obra tuya?! —preguntó Jairo mientras la miraba con los con sus ojos profundos llenos de rabia.

Frente la mirada cruel de este, Cecilia tuvo que admitir:

—Lo siento. Solo quería gastar una broma.

Jairo lanzó una mirada aún más feroz a su hermana y dijo seriamente:

—Ajustaré cuentas contigo cuando vuelva.

En ese momento, el teléfono de la tienda sonó de repente.

Mandy se quedó casi petrificada tras escuchar la llamada. Ella miró a Jairo con incredulidad y dijo:

Se cambió el vestido y salió lentamente del probador. Justamente Jairo levantó la vista y le faltó el aliento al ver el aspecto hermoso de la mujer.

El vestido le encajaba perfectamente, realzando su delgada figura y sus pechos sensuales. Se veía más hermosa y elegante, como si fuera el hada de los cuentos infantiles.

Mirando aturdidamente su aspecto bello, Jairo recordó la noche en que ella le había dado una bofetada en la cara, con la blanca camisa mojada y casi trasparente encima, ella era también tan seductora como ahora.

—Usted puede ponerse este par de zapatos del mismo color, que pegan perfectamente con el vestido. Además, puede llevar aquel bolso con incrustaciones de diamantes —Mandy se arrodilló para cambiar personalmente los zapatos para Yolanda.

—¿Qué te parece? —Yolanda le pidió la opinión de hombre.

—No está mal, supongo —Jairo se aclaró la garganta, y contestó a la ligera.

Y luego se levantó y dijo a Yolanda:

—Pues vamos.

Mandy se acercó atentamente y dijo:

—Señorita, déjame ayudarle a quitarte el logo.

Sin embargo, Yolanda le hizo un gesto con la mano para rechazar:

—No lo quites, por favor.

Jairo preguntó con algo de confusión:

—¿Por qué?

—Solo los tomo prestados temporalmente, te lo devolveré después del banquete.

El hombre se quedó sin palabras al instante al oír su explicación.

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