A Yolanda se le escapó la sonrisa.
«¡Qué indignante! Pero bueno, no es nada que ver conmigo.»
Ella se hubiera gustado sentarse un rato en una cafetería y tomar un café informal, pero eso ya no era posible en este momento.
Yolanda se dio la vuelta para marcharse, pero para su sorpresa, Alonso volvió a detenerla.
—Cuando cada vez que te veo, estás preocupada. ¿Cómo?, Jairo te trata mal? —preguntó Alonso con curiosidad.
Yolanda no vio la necesidad de insistir en ello y se limitó a contestarle:
—No tengo nada que ver con él. Lo has entendido mal.
—¿Malentendido? —Alonso resopló y sacudió la cabeza de inmediato—, Es imposible que lleve a la fiesta a una mujer que no tiene ninguna relación.
—Si no no me crees, ¿por qué molestarse en preguntar? —Yolanda estuvo tentada de apartar su mano—, ¿Por qué no se lo preguntas a Jairo?
Su instinto le decía que el hombre que tenía delante no era una persona corriente, quizás fuera un enemigo de Jairo.
«En resumen, será mejor que me aleje de él.»
—Te llamas Yolanda, ¿verdad?
Yolanda se quedó paralizada por un momento.
«Parece que me ha investigado.»
Cerró la mano con fuerza, atrayéndola hacia él al instante. Tan cerca que podía sentir claramente su aliento rociando su cara.
—Hueles tan bien, me encanta.
—¡Suéltame! ¿Qué quieres hacer en público? —Ella miró hacia otro lado.
—¿Qué, tienes miedo? —Alonso se rio mal y salvajemente, y bajó la cabeza para darle un beso en la mejilla.
—Sinvergüenza —A Yolanda le odió que la molestara en público.
—¿Qué tal si no sigues a Jairo y vienes a mí? Puedo darte todo lo que quieras —Le mordisqueó suavemente el oído de mala manera.
Y luego ella se fue como si nada hubiera pasado.
El rápido impacto del dardo golpeó el café en la mano de Alonso y, en un instante, el líquido se derramó por todo su caro traje y sus brillantes zapatos, Al instante le dejó en un estado de malparado.
En su vida, nunca había estado tan jodido. Se quedó helado, con la incredulidad aflorando en su rostro.
Porque, él lo vio todo. Aunque fue extremadamente rápido, y difícil de notar para la persona promedio, había crecido con mucha experiencia y vio claramente que era un bumerán que golpeó el café en su mano y luego voló de vuelta.
Y la persona que lanzó el boomerang no fue otra que Yolanda.
La vio volverse con delicadeza, con una sonrisa impresionante en los labios, con una galantería de infarto.
—Así que fuiste tú quien salvó a Jairo la última vez —los ojos de Alonso se oscurecieron y sus labios se curvaron de forma juguetona.
Todos los que persiguieron a Jairo fueron heridos por los bumeranes, con una precisión insuperable.
«¡Eres tú! ¡Yolanda! Muy bien, las cosas son más interesantes ya.»
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