Mateo caminó hacia la cama y soltó un suspiro. La señorita que estaba en la cama era preciosa; en términos de apariencia, no era menos atractiva que Sasha. Si embargo, era devastador mirarla pues luego de perder tanto peso, se había reducido a una figura huesuda. Mientras caminaba alrededor de la cama, Mateo levantó su cabeza de repente y preguntó:
—¡Señor Navarro, ¿cuánto le pagó a Benjamín para que cuidara de la señorita Navarro?
—¡No le estoy ofreciendo mis servicios al señor Navarro por dinero! —clarificó Benjamín enseguida—. Tengo una amistad muy cercana con él, ¡y siempre he tratado sus problemas como si fueran míos!
Guillermo se quedó en silencio y sus ojos estaban teñidos de gratitud; estaba muy conmovido por cómo Benjamín había cuidado de su hija en los últimos 6 meses. Sin embargo, Mateo respondió a lo que Benjamín dijo con una burla:
—¿No estás tomando ni un centavo de él? Benjamín, ¡sí que mereces un castigo!
—¿De... ¿De qué rayos hablas? —desafió Benjamín con furia.
Guillermo también estaba un poco molesto y se preguntó a qué se refería Mateo exactamente. Mateo ignoró a Guillermo, miró a José y anunció:
—Señor Higuera, ¡no hay ningún error con su técnica de acupuntura!
—¿Eh? —Joseph se sorprendió al escuchar eso—. Pero no solo la señorita Navarro no despertó después de lo que hice, sino que su condición...empeoró. ¿Por qué sucedió eso?
—¡Es porque alguien usó trucos en su cuerpo! —Mateo miró a Benjamín con una ligera sonrisa y continuó—. Alguien la inyectó con una aguja de plata de antemano para bloquear sus puntos de acupuntura y por eso, al utilizar técnicas de acupuntura solo hará que pierda su fuerza vital con más rapidez. Cuando su condición se deteriore, ¡es posible que muera por ello!
El rostro de Benjamín se puso blanco como una hoja de papel en un instante y comenzaron a salir gotas de sudor de su frente. Guillermo lucía agitado y le lanzó una mirada contemplativa a Benjamín pues él era quien más contacto había tenido con su hija en los últimos 6 meses y por ello, era fácil saber quién podría ser el culpable.
—Mateo Lara, ¿e... estás culpándome a mí? —Benjamín fingió estar tranquilo y continuó—. ¡Primero debes de tener pruebas antes de acusarme al azar! He estado aquí por medio año. ¿Estás diciendo que yo soy quien hizo esos trucos sobre la señorita Navarro?
—Sé paciente por favor, ¡sabremos la verdad ahora mismo! —
Mateo se dirigió a la cabecera de la cama, donde la señorita Navarro estaba acostada. Mateo sostuvo su frente con su mano y después tocó con dos dedos varios puntos de acupuntura en su rostro. Al mismo tiempo, sacó tres agujas de plata con su mano izquierda y enseguida las clavó en el rostro de la señorita Navarro con precisión. Después de que las agujas se encontraban en los puntos de acupuntura, un pequeño bulto salió de la frente de la chica en un instante, y parecía que había algo por dentro que estaba por salir.
Con la misma rapidez, Mateo sacó una aguja tras otra e inyectó en diferentes puntos de acupuntura de la señorita Navarro. Utilizo un total de 18 agujas, y todo el proceso tomó medio minuto. Además de eso, pudo poner todas las agujas en los puntos correctos de acupuntura de manera muy precisa. Esta vez, incluso Benjamín agrandó los ojos del impacto. Como un acupunturista con experiencia, pudo ver que Mateo realizó el tratamiento de acupuntura con eficiencia y que su técnica era mejor que la de él.
En ese momento, una mancha de sangre comenzó a aparecer en la frente de la señorita Navarro. Guillermo se acercó enseguida para mirar de cerca y, para su sorpresa, la punta de una aguja se asomaba poco a poco dentro de la mancha de sangre. Mateo extendió ambas manos para sujetar la aguja por la punta y después la quitó de forma lenta y gentil. Lo que sacó fue la mitad de una aguja de plata de tres centímetros de largo.
—¿Es... esta es la aguja que está bloqueando sus puntos de acupuntura? — dijo Guillermo con nerviosismo, luciendo atónito.
—¡Exacto! —respondió Mateo asintiendo la cabeza.
En un instante, Guillermo se giró para mirar a Benjamín, quien lucía desconcertado.
—Yo... yo no la dejé ahí. Ustedes no pueden creer que lo hice porque mi nombre no está escrito en la aguja...
—No se preocupe, pronto descubriremos quién lo hizo —dijo Mateo con tranquilidad.
—¡No... ¡No intentes echarme la culpa! —advirtió Benjamín a Mateo con indignación, a pensar de lucir aterrado.
En lugar de responderle, Mateo realizó la técnica de acupuntura divina en la señorita Navarro, en donde inyectó aguja tras aguja en 36 puntos de acupuntura en su cuerpo. Al inyectar la última, puso una palma sobre su frente y dijo con calma:
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