Una familia para el solitario CEO. romance Capítulo 15

La charla entre Rose y April fue interrumpida cuando el gran portón de madera se abrió, y Ryan sosteniendo a Hope en sus brazos ingresó.

April se puso de pie, su corazón brincó, lo recorrió con los ojos, estaba más apuesto y varonil, que la última vez que se vieron cuando eran unos jovencitos.

Rose frunció los labios con evidente molestia.

—Ve a dejar a la niña en la alcoba y baja a saludar a nuestros invitados —ordenó.

—Buenas noches —saludó Ryan con cortesía, casi ignorando la presencia de April, pues la mente del hombre se hallaba dispersa, sus pensamientos se centraban en el escenario que estarían viviendo Ava y Vanessa.

«¿Pero desde cuando le interesaba la vida de dos desconocidas?» se cuestionó.

Llegó a la alcoba de Hope, la depositó en la cama, la niña aún hipaba, había llorado gran parte del camino, pensando que Ava ya no la quería, hasta que el cansancio la hizo dormirse.

Ryan besó la frente de su sobrina.

—Descansa pequeña, mañana será un nuevo día.

Salió de la alcoba se dirigió a su habitación, se lavó el rostro, las manos, se secó con una toalla, y por educación bajó a atender a las visitas.

—Ryan querido, ven —dijo Rose. —¿Recuerdas a April?

Con su bastón le hizo señas a la pelirroja de ponerse frente a su nieto.

La chica era hermosa, su piel era muy blanca, tenía unas cuantas pecas en sus mejillas, su cabello era rojo fuego, sus ojos verdes como las esmeraldas, pero a Ryan jamás le llamó la atención, no era su tipo, no le agradaba que, teniendo tanto dinero, no invirtiera esos recursos en hacer algo de provecho con su vida. April Walton era la clásica niña rica, que solamente pensaba vivir de la herencia familiar, eran multimillonarios.

—¿Cómo estás? —cuestionó con frialdad, se acercó y besó su mejilla.

April suspiró.

—Bien, lamento mucho lo de tu hermano y cuñada, lo que necesites puedes contar conmigo, y mi familia —mencionó.

—Gracias —respondió a secas y luego saludó con los padres de la chica.

—Supe que te harás cargo del negocio de la familia —comentó Joseph Walton. Se abrió un botón de su elegante saco y se sentó en un sillón, junto a su esposa Mary.

—Te informaron mal, yo no puedo hacerlo, contrataré un gerente —mencionó con desdén como si no le interesara esa empresa.

—Dicen que el ojo del amo engorda al caballo —advirtió—, eso de delegar funciones es complicado —comentó, hablaba desde su propia experiencia—, además la industria automotriz es muy rentable, y si no cuidas tus recursos puedes perder un gran negocio.

—Papá, no seas aburrido, no vinimos a hablar de negocios —intervino April, y se acercó a Ryan—, cuéntanos ¿te casaste en Europa? —indagó—, supe que viviste muchos años por allá.

Ryan se aclaró la voz.

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