Ambas pequeñas saltaron del juego y corrieron hacia el caballero, lo agarraron de las manos y lo arrastraron al parque.
—¿A qué juegan? —indagó él.
—Estábamos aburridas, pero ya que llegaste podemos jugar a las cogidas.
Vanessa negó con la cabeza.
—Niñas, el señor Knight no está vestido para la ocasión. —Miró al caballero, lucía un impecable traje de diseñador gris, su camisa era negra al igual que la corbata, sus zapatos brillaban de relucientes.
—No hay problema, vamos a jugar —mencionó, se quitó el saco, y se aproximó a Vanessa—. Se lo encargo —le entregó la prenda, y le sonrió.
Vanessa parpadeó, tomó la prenda, y pudo inhalar su varonil aroma a cedro, entonces se sentó en una banca, y los observó jugar, reía con las ocurrencias de las niñas, y del propio Ryan, parecía un niño más, compartiendo con las chiquillas; sin embargo, ver a Ava feliz con aquel hombre que era un desconocido, le estrujó el corazón.
«Si no hubiera sido tan ingenua, jamás me habría fijado en Raúl, seguramente a estas alturas, estaría casada, tendría unos dos hijos, un esposo a mi lado en quién apoyarme en estos duros momentos, y mis hijos un padre»
La garganta le picó ante aquellos pensamientos tan dolorosos, siempre se recriminaba el haberse enamorado de aquel hombre que solo se burló de ella.
—¡Ven a jugar mami! —gritó Ava.
Vanessa sintió su pecho agitado, hacía mucho que Ava no la invitaba a compartir una actividad, puesto que desde que se le había metido la idea de conocer a su padre, andaba rebelde con ella.
—¡Claro! —exclamó sin titubear, y miró sus altos tacones, por tratarse de su hija no pensó un segundo en quitarse los zapatos y correr por el pasto, además ella no era de las mujeres superficiales que les daban más importancia a las reglas de etiqueta, vestía sofisticada por su cargo, pero en el fondo seguía siendo la chica sencilla de años atrás.
Justo cuando Vanessa se unió al juego, al que le tocaba contar era a Ryan, una vez que finalizó de decir los números se puso a corretear detrás de las niñas, las fue alcanzado una a una, y solo quedaba Vane.
—¡No te dejes atrapar mami! —gritaba Ava emocionada.
—¡Alcánzala tío Ryan! —decía Hope.
Y ambas observaban expectantes como Vanessa se escabullía en los arbustos, corría con rapidez y Ryan detrás de ella.
En un descuido de Vanessa, Ryan logró sorprenderla, la agarró por la cintura.
—¡Atrapada! —dijo él con su voz ronca, varonil.
Vanessa sintió un ligero cosquilleo en su estómago, sentía el aliento de él en su cuello, hacía muchos años que no tenía ningún tipo de contacto con un hombre, y Ryan Knight no era precisamente cualquier hombre, su cercanía la estremeció.
Él por su parte inhaló el delicado aroma a gardenias que desprendía el castaño cabello de Vanessa, sus fuertes manos la tenían de la cintura, percibió el temblor del cuerpo de ella, y sonrió, estuvo tentado a hacerle uno de sus comentarios seductores, con los cuales las mujeres caían rendidas a sus pies, pero ella era demasiado altiva, desafiante, segura de sí misma y esas damas no estaban en su lista de conquistas, porque mujeres como Vanessa Johnson eran un verdadero peligro.
En ese preciso momento las niñas se unieron a ellos. Ava frunció el ceño al mirar como Ryan aún tenía a su mamá, eso no le agradó, pues la pequeña anhelaba ver a sus padres juntos; por el contrario, Hope, presionó los labios, si la vida le daba la oportunidad de tener una nueva mamá, Vanessa era la elegida.
—Es tarde, debemos irnos —dijo Vanessa, y él aflojó su agarre.
—Es verdad, yo tengo una junta. —Miró su reloj y se dio cuenta de que se había pasado de la hora—, otro día volveremos a jugar.
—Otro día te invitamos a comer en nuestra casa, mi mamá prepara la mejor lasaña, y ahí puedes contarme acerca de mi papá —intervino Ava.
Ryan observó a Vanessa, ahora no iba a cometer otra imprudencia, se mordió la lengua, antes de cometer otra indiscreción.
—Es una buena idea, acordaremos el día, gracias por todo señor Knight. —Tomó de la mano a Ava, regresó al lugar donde dejó sus zapatos, se los volvió a colocar, se despidió de Hope con un beso y abrazo—, cuídate mucho.
La abuela Rose encabezaba la junta, se hallaba sentada en el lugar del presidente. Abrió sus ojos de par en par, y pensó que veía mal, se colocó los lentes, inclinó su cabeza hacia adelante y observó a Ryan.
—¡Por el amor de Dios! ¿Cómo te atreves a presentarte en una junta, en esas fachas? —cuestionó negando con la cabeza. Lo apuntó con el bastón.
Ryan rodó los ojos, meció su cabello, sacudió su ropa.
—Estuve con Hope en el parque —expresó con seriedad—, vamos directo al grano. ¿De qué se trata todo esto?
El abogado de la familia se aclaró la garganta. Miró a Rose, y ella asintió para que hablara.
—Ryan como te habrás dado cuenta, no existe otra persona que se haga cargo del negocio familiar, tu abuela está enferma, y ya no tiene la energía para hacerlo, Roger… no está.
—Y como ahora Roger no está entonces si se acuerdan que yo existo. —Bufó y ladeó los labios—, no le daré más vueltas al asunto, asumiré la presidencia, pero yo no manejaré esta empresa, buscaré un gerente, que me reporte, tengo mis propios proyectos —enfatizó.
—¿Un gerente? —refutó y arrugó la nariz—. Roger jamás delegó funciones —advirtió.
Ryan apretó los puños, elevó su rostro, levantó la barbilla.
—Yo no soy él —enfatizó—. Buenas tardes.
—¡Ryan! —gritó la abuela—, espero esta noche no tengas compromisos, la familia Walton irá a cenar, quieren darnos el pésame, y April desea saludarte. ¿La recuerdas?
Ryan soltó un bufido.
—Como olvidarla, siempre trataste de metérmela por los ojos. —Recordó a la chica de largas trenzas pelirrojas. Ladeó los labios al ver como la abuela se quedó con la boca abierta—, espero no estés intentando hacer lo mismo, porque perderás tu tiempo, antes me caso con cualquier otra mujer, te lo advierto. —Elevó una de sus cejas, y la miró con seriedad.
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