UNA MUJER EXCEPCIONAL (Serie Nuevos Amores. Libro 3) romance Capítulo 3

Martina bailaba al ritmo de la música entre decenas de parejas que disfrutaban la fiesta de fin de año, amenizada por un excelente grupo musical italiano, las bebidas y bandejas de comidas corrían por el amplio salón, deleitando a los presentes por la exquisitez y calidad de lo ofrecido, entre muchos, ataditos de foiegras e higos, pisto de verduras con queso de cabra, crema de foie con manzana y jamón de pato, corazones de flan gruyére, brochetas de pollo, aguacates rellenos con huevos poché y un sinfín de platos que complacían el paladar de los presentes y la respectiva “Cenone di San Silvestro”, con el cotechino, carne de cerdo molida y sazonada, la cual se cocina con lentejas y que de acuerdo a la tradición italiana trae abundancia y suerte, y por supuesto el impelable pannetone.

Faltando cinco minutos para las doce, todos los presentes se encontraban reunidos con su spumante para brindar, copas contentivas con champagne francés rodaban entre todos los invitados, realizaron el brindis a las doce horas, mientras fantásticos fuegos artificiales iluminaban el hermoso cielo romano y recibían de esta manera un feliz año, con sus corazones esperanzados de que en el año nuevo les aguardaría momentos de paz, abundancia y felicidad, los gritos, sonrisas y abrazos, no se hicieron esperar, comiendo uvas mientras pedían deseos y en fin una diversidad de costumbres, por ser los presentes una mezcla de distintas culturas.

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Angello sentado en su despacho tomaba una copa mientras escuchaba el ruido producido por los fuegos artificiales, la soledad y la amargura enquistados en su corazón no le permitían ser feliz, sin embargo, en ese momento recordó las palabras de Martina y no pudo evitar levantarse e ir a la habitación de su hija, tocó la puerta, pero al no recibir respuesta entró, la joven se encontraba dormida, la observó unos segundos en silencio y se dio cuenta de los rastros de lágrimas que aún seguían en sus ojos, un atisbo de remordimiento surgió en su interior, con un dedo limpió los vestigios de las lágrimas de su hija.

Nunca nadie le había reclamado como lo hizo la doctora, porque todos le tenían miedo y no se atrevían a incordiarlo, no era justo que pusiera sobre los hombros de su hija esa carga que era solo para él, quería abrazarla, pero no podía hacerlo, sin pensarlo más, salió de la habitación de Paula, llegó a su despacho, tomó una botella con una copa, la llevó a su escritorio y se sirvió un trago, se lo tomó de una sola vez y así se sirvió tres seguidos, necesitaba que su mente se adormeciera, los recuerdos lo atormentaban y le producían un profundo dolor, jamás podría sanar esas heridas, eran sangrantes y profundas, antes de eso había sido tan feliz, pensando que el amor era el sentimiento más sincero y profundo que los seres humanos podían sentir, pero todo había sido una mentira, había sido engañado como si fuese la más ingenua de las criaturas, por eso jamás volvería a confiar, las mujeres eran personas rastreras y quien confiaba en ellas terminaba destruido. Por su parte, tenía que seguir con esa máscara que se había puesto desde el día de la muerte de Camelia, solo así sería capaz de sobrevivir a esa absoluta traición.

—No cedas Angello, nunca nadie volverá a burlarse de ti y esa mujer no es nadie para hacerte sentir remordimiento por tus actos, tú estás tranquilo con tú conciencia, porque estás haciendo mucho más que cualquiera en tus circunstancias haría.

En ese momento escuchó el ruido de Franco al llegar, venía cantando y segundo después entró a su despacho —Padre, ¿Aún no te has dormido? —le dijo acercándose alegre mientras lo abrazaba.

—¡Déjame ya!—le dijo empujándolo para que cesara de abrazarlo— ¡Estás como una cuba! ¿Cómo permites estar en ese estado? ¿Quién te trajo?

—No estoy como una cuba. Ella me trajo, la mujer de la cual estoy enamorado, apenas la vi logró cautivar mi corazón, nunca había sentido esas sensaciones tan revoltosas al estar cerca de una mujer, es linda, su sonrisa me enloquece, su mirada me atrapa. Solo que no me permitió besarla, pero ya llegará el momento que pueda besar esos labios gruesos y rosados que aceleran mi corazón.

—¿No crees que vas muy rápido?

—En lo absoluto, ella es una mujer fuera de serie, madura, pero divertida, por eso debo hacerle saber en todo momento mi interés para que no venga otro queriéndola cautivar. Esa mujer será mía y eso no admite discusión.

—De verdad que ella te dio duro, porque nunca antes te había visto así. Solo debo decirte que las mujeres no son de confianza, son manipuladoras, conspiradoras e interesadas.

—Pues no todas son así, mi madre no lo era, lo que pasa es que la amaste tanto a ella, que piensas que ninguna está a su nivel. Y me imagino que el hecho de que estés tomando, significa que la estás recordándola

—Si, efectivamente, estoy recordando a tu madre—expresó Angello en voz neutra.

—¿Tanto la amaste? —interrogó Franco.

—Con toda mi alma, tu madre era la mujer perfecta para mí, me desvivía por ella, procuraba darle todo lo que quisiera para hacerla feliz y que nunca se fuera de mi lado—respondió con sinceridad porque así había sido.

—Ella también, estoy seguro de que te amaba, por eso a pesar de ser una mujer sofisticada, hermosa, que le encantaba verse bien, y aunque no era muy maternal, no le importó darte dos hijos para llenarte de felicidad. Mi mamá simplemente era tu complemento, la mujer perfecta, por eso me imagino que no habrá nadie como ella, y mucho menos quien la reemplace en tu corazón.

Angello se quedó pensativo y luego manifestó —Si era la mujer perfecta, no creo que vuelva a cruzarme con otra mujer como ella en mi vida—afirmó con un extraño tono de voz.

—Claro que no, ninguna jamás estará a la altura de mi mamá—eso espero que ninguna sea como ella.

En ese momento el teléfono de la casa sonó, los dos se miraron extrañados, sin embargo, al tercer repique Angello, tomó el teléfono.

CAPÍTULO 3. RECUERDOS DOLOROSOS 1

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