—Yo... ¿Cómo voy a saberlo? —Lautaro estaba totalmente en contra de admitirlo.
Doria dijo fríamente:
—¿No lo sabes?
Se levantó del suelo y gritó a los que observaban la diversión:
—¡Fuera de aquí!
—Locura —Alguien resopló con desdén y volvió a la habitación.
A todos les pareció inútil y se fueron a sus propias habitaciones.
Doria agarró el cuello de Lautaro:
—¡Te digo que si no lo dejas claro, no te perdonaré nunca!
—¿No me vas a perdonar? ¿Qué puedes hacerme? —Parecía que él también era una víctima— Realmente no sé lo que está pasando aquí. Obviamente le pedí al Sr. Sánchez que se quedara en este...
Mientras hablaba, se encontró con los ojos de Calessia, y luego se apresuró a callar.
Pero aún así hizo que Calessia sospechara. Dijo fríamente:
—Lautaro, me has estado molestando para que suba, ¿así que estás montando este espectáculo a propósito para que malinterprete a Juan?
—Yo... —Lautaro se sintió incómodo y trató de explicar— Realmente no sé lo que está pasando.
En este punto, no tuvo más remedio que negarlo.
—Estás mintiendo. ¿Cómo puedes no saberlo? —Doria pareció entender algo también.
—En realidad no es Gael el que está en esta habitación en primer lugar, sino este extranjero. Querías emparejar a Gael con su ex-novia, así que primero tuviste que sabotear el afecto de la ex-novia de Gael por este hombre que parecía gustarle para que Gael pudiera perseguir a su ex-novia de nuevo, ¿verdad?
Lautaro seguía negando:
—Yo... no sé. ¿De qué demonios estás hablando? No lo entiendo.
—¿No lo entiendes? Nunca me he sentido tan avergonzado. Tú eres el que me hizo perder la cara delante de tanta gente. Lautaro, no he terminado contigo. Y está bien si no lo admites. Llegaré al fondo del asunto. Si descubro que me has mentido y has jugado conmigo, no te dejaré libre. Te digo que tampoco es fácil meterse conmigo —Después de decir eso, Doria se dio la vuelta y se fue. Probablemente por ir demasiado rápido, no pisó los talones y se rompió el pie:
—¡Ah!
Un dolor punzante le llegó del tobillo y volvió a caer mientras sus rodillas se debilitaban y su cuerpo se inclinaba hacia un lado. Al caer, escuchó un sonido punzante. Su falda se estaba rompiendo.
Lautaro se rió a carcajadas.
Doria giró la cabeza para mirarlo. Lautaro dejó de sonreír de inmediato, se quitó la chaqueta y se la entregó:
—Enróllate la cintura.
—¡No es necesario! —Lee apretó los dientes.
Lautaro no la forzó:
—Si no tienes miedo de perder la cara, entonces no lo necesitas.
—Bueno... bueno... puede... ser —Lautaro tartamudeó débilmente.
En la habitación, Calessia le dijo a Juan que se vistiera:
—te llevaré al hospital.
—No, estoy muy bien. Me tomaré una medicina y estaré bien —Juan no creía que fuera para tanto. Sólo era alérgico y no necesitaba ir al hospital para nada.
—No, puede que no seas alérgico —Calessia abrió el armario para coger su ropa y encontró el armario vacío. Giró la cabeza y le preguntó:
—¿Dónde está tu ropa?
Juan señaló la bolsa que estaba sobre el sofá. No había colgado la ropa que había comprado en el centro comercial la última vez.
Calessia se acercó, sin notar el agua bajo sus pies:
—¡Ah! —Resbaló en el agua y se cayó.
—¡Cuidado! —Juan se abalanzó rápidamente y la atrapó en el momento en que estaba a punto de caer al suelo. Uf...
Cayó de espaldas en el hueco entre la mesa de centro y el sofá, y Calessia cayó encima de él.
Calessia seguía sufriendo la conmoción cuando se dio la vuelta.
—¿Estás bien? —Juan la miró.
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