—Calessia...Calessia vio entrar una figura en medio de la espesa niebla.
Ejem...
Volvió a toser violentamente.
Juan miró a Isabel, que había caído al suelo. Se agachó para recogerla y salir corriendo al exterior, que hacía tiempo que estaba vacío. El taxista se había marchado por miedo a causar problemas.
Colocó a Isabel sobre la hierba, relativamente más segura. Llamó al 911 y luego corrió de vuelta al interior, donde el fuego se hizo aún más intenso, y el fuerte olor a quemado llenó el aire.
El fuego rodeó a Calessia, y hacía tiempo que se había chamuscado hasta el punto de entrar en coma, con una pizca de conciencia que le quedaba. Había visto cómo salvaban a su abuela, pero no vio quién lo hizo.
Se preparó para el último momento de su conciencia, esperando ver quién la había ayudado a salvar a su abuela.
—Calessia... —dijo Juan, acercándose a toda prisa desde fuera de las llamas a pesar del peligro.
El fuego había ahogado la voz de Calessia, y su rostro estaba tostado y rojo. Levantó débilmente los párpados y miró con claridad a la persona que tenía delante.
Sonrió ligeramente y escupió con voz ronca:
—Eres... tú.
Juan descubrió que lo que la ataba no era esa cuerda ordinaria que podría haber quemado con fuego, sino que eran cadenas de hierro.
Esto fue muy complicado.
Acarició suavemente la cara de Calessia:
—No tengas miedo, te sacaré.
Los labios de Calessia estaban secos, y dijo con voz ronca:
—Déjame en paz... Vete.
—No te dejaré atrás —Se apresuró a salir del fuego para encontrar algo que pudiera romper las cadenas.
Sin embargo, ninguna herramienta podía romper la cadena. Justo cuando no sabía qué hacer, vio una barra de acero oxidada, de un metro de largo, tirada en la hierba. La cogió y corrió hacia el interior.
La única conciencia que le quedaba a Calessia le impedía desmayarse. Ella sabía bien que podría no sobrevivir:
La respuesta fue afirmativa.
Era lamentable que se rindiera antes de haber luchado por ello.
No quería pasar el resto de su vida lamentándose cada vez que pensara en ello.
Así que quiso esforzarse una vez.
Se pegó a su oreja:
—Si todavía podemos salir vivos, espero que puedas viajar y ver el mundo conmigo, ¿vale?
Tal vez la mente de Calessia estaba tocada por Juan en este momento, o tal vez era que en un momento de peligro, él todavía podía abrazarla y decir estas palabras, lo suficiente para parecer que era sincero.
—...De acuerdo.—
Consiguió decir una palabra.
Se enfrentaba a la vida y a la muerte, pero la muerte resultaba menos aterradora con un fuerte abrazo a su alrededor.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Vuelve conmigo,mi cariño!