¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 117

—Papá, iré contigo.

Eurobio dio un paso adelante.

Gabriel asintió.

—Bien, mejor que te vengas conmigo.

En cuanto a sus tres hijos, su favorito era ese hijo mayor. Aunque no tenía talento para hacer negocios, era estable y no había causado problemas a la familia. Ahora también se estaba ocupando de los negocios de la familia.

Mirando a los otros dos de nuevo, le entraba furia simplemente verlos.

—Antes de que este asunto se resuelva, vosotros dos no podéis salir de casa, ¡quedaros en casa a reflexionar vuestros errores!

Gabriel dijo con frialdad.

—Papá…

Yaiza quería explicar que, aunque tenía motivos egoístas, era cierto que lo hizo por el bien de la familia. Por lo que pensaba que tampoco era necesario tratarlos así porque el asunto no se llevó a cabo con éxito.

Pero tan pronto como habló, Flavio que estaba a su lado la detuvo.

—No sigas.

—¿Por qué no puedo decirlo?

Yaiza no estaba convencida.

—Mi intención original era hacer algo por la familia. Aunque no lo logré, tampoco es algo imperdonable. ¡Es injusto tratarnos así!

Gabriel se agarró el pecho por furia.

Ahora no solo no admitía sus errores, ¿sino que tampoco quería obedecer sus palabras?

—Basta, no digas más, ¿no ves que papá está furioso?

Eurobio la regañó.

—No finjas ser una buena persona delante de papá. Solo tienes miedo de que Flavio y yo dividamos la propiedad familiar y tomemos tu posición en el grupo, por eso no paras de hacerle la pelota a papá…

—¡Basta!

Gabriel dio una palmada en la mesa. Al parecer, debido a que estaba demasiado enojado, empezó a toser, tosió tan rápido que su cara enrojeció de las ansias. Por su lado, Eurobio le dio unas palmaditas en la espalda para calmarlo.

—Estoy diciendo la verdad. Eurobio hace la pelota a la gente cuando está fuera, y también hace la pelota a papá cuando está en casa.

La empresa familiar estaba gestionada solo por Eurobio. Ella había vuelto a la familia Haba hacía muchos años. Pero cada vez que decía que quería ir a trabajar en la empresa, Eurobio ponía deliberadamente varias excusas para rechazarla.

¿Eso no era por miedo a que tomara parte de la propiedad familiar?

—¡Basta ya, largaros a vuestras habitaciones!

Zara no soportaba escucharlo más. Todos eran sus hijos, sentía pena por todos.

—¡Déjala seguir!

Gabriel abrió la boca para respirar fuertemente, como si fuera a quedarse sin aliento en cualquier momento y se desmayaría.

—Papá, ¿es justo que Eurobio gestione la empresa solo?

Yaiza había estado insatisfecha hacía mucho tiempo, y ahora lo dijo solo porque quería aprovechar esa oportunidad para decirlo.

Eurobio la miró sin decir una palabra.

Gabriel alzó los ojos.

—¿Me hablas de justo o no?

No era un viejo inconsciente, solo daba poder a su hijo mayor porque lo veía muy claro.

Flavio fue a estudiar psicología y se convirtió en psicólogo sin su consentimiento. Ahora había regresado, pero no entendía nada sobre el negocio. Sin mencionar que hacer negocios era más difícil todavía en esa era competitiva.

¿No era demasiado tarde para que aprendiera desde ahora? Además, ¿hacer negocios era algo que se podía aprender?

Eso era algo que consistía en tener habilidad, coraje y visión.

Flavio no tenía nada de ello.

Además, Yaiza era una chica, pudo quedarse con Alain en ese entonces no por su habilidad, sino por la casualidad que tuvo en su infancia. Alain le dejó quedarse a su lado como secretaria solo porque sentía lástima o pena por ella.

En realidad, no hacía más que servir bebidas y organizar su agenda.

Lo más importante era que era una chica y se casaría en el futuro.

¿Darle acciones para que se las llevara a la familia de su marido?

Eso era imposible.

En cuanto a Eurobio, estudió administración de empresa. Después de graduarse empezó a aprender a su lado y luego se hizo cargo de la empresa.

Aunque no era sobresaliente, había estado trabajando en el mundo de negocios durante muchos años. No tenía la capacidad de hacer crecer la familia, pero había acumulado experiencia y podía mantener el estado actual del grupo.

Por lo tanto, aun a sabiendas de que su hijo mayor tenía la intención de sostener el poder para sí mismo, se hacía la vista gorda.

—Gabriel, cálmate, son niños, son ignorantes.

Zara se acercó para darle palmaditas a la espalda y calmarlo.

—Jum.

Gabriel se burló.

—¿Niños? ¡Tienen más de treinta años!

Gabriel miró a su esposa.

—Nadie puede salir sin mi permiso.

—Bien.

Zara respondió con cautela, temiendo provocarlo nuevamente.

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