Cynthia tomó una toallita húmeda y se la entregó.
Alain no respondió, se limitó a mirarla débilmente.
Su hija lo había dejado así, ¿no iba a mostrar de su parte?
Cynthia entendió el significado de su mirada, pero cuando extendió la mano para limpiarle la cara, Alessia tiró de su ropa.
—Mamá, dame, yo limpiaré a papá.
Alain se quedó sin habla.
Cynthia miró a su hija que estaba suplicando con sus pequeños ojos llenos de anhelo.
Alessia agarró su ropa y actuó como un bebé.
—Mamá, dame, déjame limpiar a papá, ¿vale?
Cynthia no pudo negarse, justo cuando estaba a punto de pasarle la toallita húmeda a su hija, Alain la tomó y se limpio la cara.
Cynthia no supo qué decir por un instante.
Luego dijo resentida:
—Mi hija no es un demonio.
—Es algo parecido.
Alain se limpió la cara y le entregó la toallita húmeda a Cynthia.
—Me voy.
Alessia estaba frunciendo el ceño pensando de qué estaban hablando. No consiguió entender lo que habían dicho hasta cuando la puerta se cerró, así que miró a Cynthia.
—Mamá, ¿quién es el demonio?
—Nadie, vamos a comer.
Cynthia la abrazó de nuevo en la silla.
—Sé buena chica y obedece a tu abuela.
Alessia miró hacia la puerta cerrada y se preguntó cuándo volvería su papá.
Estaba distraída mientras Isabel le daba la comida.
Alain había quitado toda su atención.
Cynthia miró la pinta de su hija y suspiró profundamente. Se preguntó lo que debería hacer con la niña.
Por el momento, no podía llevarse a Alessia inmediatamente para evitar que tuviera trato con Alain. Porque la seguridad de los niños era lo más importante. De modo que solo podía actuar conforme surgieran las cosas.
Cynthia llevó la comida a su hijo. Sostuvo la bandeja en una mano y empujó la puerta de la habitación con la otra. Álex estaba de pie junto a la ventana, subiendo las cortinas para mirar a Alain que se marchaba en coche en la entrada.
—¿Qué estás mirando?
Cynthia entró.
Álex rápidamente bajó la cortina y negó con la cabeza.
—Nada, solo me aburría en la habitación y estaba echando un vistazo afuera.
—Sal cuando quieras. Tu cara ya no está tan hinchada, nadie lo notará.
Mientras dejaba la comida en la mesa, Álex se acercó y se subió a la silla para sentarse.
—No, estoy demasiado feo, no puedo dejar que la gente me vea.
Álex no tenía mucha edad, pero sentía la necesidad de quedar bien delante de la gente.
Cynthia le puso la leche delante.
—¿Qué quieres comer? Mañana te lo prepararé.
Álex negó con la cabeza y bajó la mirada. Estaba comiendo sin ganas, lucía un poco deprimido.
Cynthia se acercó para abrazarlo, luego dijo con pena:
—Álex, ¿qué pasa? ¿Te duele la cabeza?
—No.
Estaba de mal humor no porque estuviera herido, sino porque Alessia llamó “papá” al rompecorazones.
Él nunca los crio.
¿Por qué lo había llamado papá?
Estaba apretando sus palillos. En realidad, cuando Alessia llamó papá a Alain, se sintió un poco incómodo.
—Entonces, ¿qué te pasa?
Cynthia miró a su hijo.
—No es nada, solo estoy de mal humor porque aún estoy lesionado.
Cynthia besó su cabello.
—Lo siento, no te protegí bien.
—No tienes la culpa.
Para no preocupar a Cynthia, Álex dejó a un lado sus emociones y se puso a comer.
El coche de Alain se detuvo en el Hotel Emperador.
Estaba en el auto viendo el video de Cynthia siendo desnudada. No había sonido, solo imágenes. Era obvio que Flavio estaba diciendo algo cuando la estaba tocando, pero Alain no pudo prestar atención en ese momento. Toda su mirada estaba fija en la mano de Flavio. Se le tensó los ojos.
El video se detuvo cuando Flavio desabotonó los pantalones de Cynthia.
Cerró el video y llamó a Henry.
Después de conectarse, Henry dijo de inmediato:
Su olor gélido y agradable llenó su olfato.
Alain le apartó la mano sin ninguna cortesía y dijo con frialdad:
—Si tienes algo que decir, suéltalo. Que no me gustan las mujeres que se me tiran encima.
Las fuerzas de Yaiza no eran nada para Alain, por eso pudo apartar su mano con facilidad.
Ella tambaleó en el lugar, luego mirando a Alain dijo:
—Entonces, ¿qué hay de Cynthia? ¿Es más pura y noble que yo?
Ella se sentó en la cama y se rio.
—Yo al menos te di mi virginidad, ¿qué te dio ella? ¿Dos niños que no tienen ningún parentesco consanguíneo contigo?
Ella se rio.
—¿Qué pasa? ¿Vas a ser el padrastro de esos niños?
Alain no estaba irritado, porque eso eran cosas que sabía desde hacía mucho tiempo.
Extendió la mano para coger la copa de vino de la mesa. La agitó en su mano, entonces el líquido rojo vivo se balanceó con su movimiento.
La acercó a la punta de la nariz para olerla levemente. Tenía una fragancia delicada y elegante, no había un fuerte olor a alcohol.
—Este vino no te pega.
Yaiza se acercó poniendo su brazo sobre su hombro.
—¿Cuál crees que me pega?
Alain no le respondió, solo sonrió levemente.
Casualmente, llamaron a la puerta en ese momento y ella miró a Alain.
—¿Quién es?
—Un regalo para ti, lo sabrás cuando lo veas.
Yaiza se sintió halagada.
—¿Me has preparado un regalo?
Alain extendió la mano, tomó un mechón de su cabello y sonrió.
—Me diste un gran regalo, ¿no debería devolvértelo?
La cara de Yaiza palideció al instante.
—¿Qué quieres decir con eso?
Alain le colocó el mechón de cabello detrás de la oreja, retiró la mano y sonrió.
—¿De qué tienes miedo? Te ves mejor cuando sonríes.
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