Alain no le respondió.
Cynthia no tuvo más remedio que ser paciente y quedarse sentada en silencio.
Después de un rato, el coche se detuvo en el hotel que la otra vez estuvo.
Cynthia se quedó quieta.
—¿Para qué me trajiste aquí?
Alain abrió la puerta del copiloto, la agarró por la muñeca, la sacó del coche y entró en el vestíbulo.
—¿Qué estás haciendo?
Cynthia intentó liberar sus manos, pero sus manos apretaban tan fuertes que era imposible apartarlas.
Cruzando el pasillo se subieron al ascensor. Alain la condujo hasta la puerta de la habitación.
Sonó un pitido de desbloqueo.
—¿Qué diablos estás haciendo? Debería volver, la herida de Álex aún no está curada, tengo que volver a cuidar de él...
¡Plam!
Antes de que pudiera terminar sus palabras, Alain la tiró hacia el interior y cerró la puerta.
Cynthia estaba asustada. Lo había visto enojado, pero nunca lo había visto tan enojado.
La atmósfera estaba en tensión, como si fuera el silencio previo del estallido de una gran ira. El hombre pronunció una voz contenida:
—Dime, ¿qué te pasa?
Cynthia se apoyó contra la puerta fría con sudor frío en las palmas.
Ella no habló, solo lo miró fijamente, tratando de ver lo que estaba pensando. ¿Qué pensamientos escondía bajo su hermoso rostro?
—¿Por qué no hablas?
Su voz seguía siendo fría y escalofriante.
—Vi a Yaiza.
Sus manos colgando a su lado se cerraron en puños. Sus palmas estaban húmedas y pegajosas por el sudor.
Alain frunció levemente el ceño.
—¿Y qué?
¿Esa era la razón por la que de repente se enojó?
—Me dijo algo.
Alain guardó silencio, esperando sus siguientes palabras.
Cynthia se armó de valor antes de hablar:
—Dijo que mandaste que alguien la violara.
Ella lo miró fijamente
—¿Eso es cierto?
Esperaba que su respuesta fuera no, quería escucharlo decir que no era una persona despiadada.
Que no mandó a nadie para que violara a Yaiza.
Que no era tan inclemente.
Pero la respuesta de Alain la decepcionó.
—Sí.
Estaba atónita, sentía como si alguna fuerza imaginaria estuviera impidiéndola pronunciar voz, no pudo hablar durante un buen rato.
Pasó mucho tiempo antes de que encontrara su voz.
—¿Por qué?
—¿Por qué hiciste eso? La has amado en el pasado, ¿no? ¿Por qué hiciste eso?
Cynthia no podía entenderlo.
No podía aceptar que fuera una persona así.
Estaba acostumbrada a su bondad. Incluso su corazón que nunca había sido conmovido empezó a sentir algo por él.
Solo por ese hombre.
Pero lo que hizo la dejó perpleja.
—¿Estás enojada conmigo solo por eso?
La ira de Alain se calmó lentamente viendo su mirada indefensa.
—¿Crees que es un asunto trivial? ¿No tienes ni la mínima misericordia?
Alain extendió la mano y le acarició el cabello suelto que le tapaba la frente. Cynthia volvió la cabeza para no dejar que lo tocara.
—No me toques.
—¿Tan enojada estás?
La mano de Alain que se había detenido delante de su frente le frotó la nariz suavemente.
—¿Porque estás tan enojada?
—No quiero que seas una persona despiadada.
Soltó las palabras que tenía en mente.
Después de hablar, se dio cuenta de lo alterada que estaba.
Le era inaceptable que fuera una persona así.
Mirando su rostro enojado, Alain solo sintió que era atractiva y enérgica.
Aunque ahora no rechazaba que le hiciera gestos cariñosos, aún no le confiaba toda su sinceridad.
Seguía sin mostrarle todo su interior.
Los dedos que acariciaban su mejilla se detuvieron un rato sobre sus cejas. La sonrisa leve se volvió más profunda.
—¿Por qué no quieres que sea una persona despiadada?
Cynthia huyó de su mirada en pánico. En su interior sentía unos altibajos que no podían calmarse.
¿Por qué no quería que fuera una persona despiadada?
—¿Qué te gusta de mí? ¿No sientes que has sido demasiado impulsivo?
Sus ojos eran profundos. Las comisuras de sus labios se curvaron ligeramente con una sonrisa.
—Nunca en mi vida me he sentido tan firme de conseguir algo, por lo que perder la cabeza y ser impulsivo ocasionalmente también es muy interesante.
Cynthia no sabía qué hacer con él, se preguntaba si debía marcharse.
No obstante, ahora todas las personas que le importaban estaban cerca de él, no era realista marcharse en secreto sin que él se diera cuenta.
Su destino se vio interrumpido desde que lo volvió a encontrar.
Nunca pensó en regresar a ese país donde no tenía buenos recuerdos.
Pero todo cambió por él.
¿Era ese su destino?
Biiiip, biiiip...
De repente vibró el teléfono de su bolsillo. Se secó la cara antes de sacar el teléfono. Al ver que era el número de Álex, lo cogió.
—Hola, Álex.
—Mamá, no soy Álex, soy Alessia, ¿cuándo volverás? ¿Papá está contigo? ¿Cuándo volverá papá?
A través del teléfono, Cynthia podía notar la voz suave llena de expectativa de la pequeña.
—Papá no ha vuelto en un día, lo extraño.
Alessia se sentó con las piernas cruzadas en el sofá. Mientras Álex no estaba allí, hizo una llamada a escondidas con su reloj inteligente.
—Mamá, ¿será que papá nos ha abandonado?
Cynthia sostuvo el teléfono con fuerza, luego miró a Alain y le respondió:
—…Claro que no.
Consoló a su hija.
—¿De verdad?
Era imposible ocultar la alegría y la emoción que había en el tono de Alessia.
—Mamá, estoy muy contenta de que no soy una niña sin papá, de ahora en adelante tengo papá. Mamá, estoy muy contenta de verdad, nadie más dirá que Álex y yo somos unos bastardos sin padre... Alessia, ¿a quién llamas? A nadie. Déjame ver…
La voz de Álex vino desde el otro lado de la línea, seguida de un ruido fuerte, pronto se cortó la llamada.
Cynthia sostuvo el teléfono durante mucho tiempo. Las palabras de Alessia llegaron hasta su interior. Como criaba a los dos niños sola, era normal que la gente dijera chismes sobre ella. Algunas decían que era una mujer sin escrúpulos porque había tenido hijos antes de casarse.
De todos modos, ningún chisme se escapaba de hiriente.
Alessia debió haberlo escuchado cuando alguien lo dijo, de lo contrario no habría dicho eso.
Ella pensó que los había protegido muy bien, pero aun así fueron lastimados por los chismes.
Alain le rodeó los hombros temblorosos con los brazos.
—Volvamos.
Cynthia asintió. Por el bien de su hija, no podía dejarlo ahora.
Si llegara el día en que la tratara como a Yaiza, lo tomaría como una desgracia que le había preparado el destino en la vida, por lo que sería inútil huir.
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