¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 152

Álex tomó la mano de su hermana.

—Vamos, busquemos a mamá. Esta no es nuestra casa, y él no es nuestro padre.

Alessia se negaba, no entendía por qué Álex se enojó de repente.

—Éste es papá...

—¡Que no!

Álex nunca había tratado a su hermana con tanta «fiereza». Esa vez estaba realmente enojado. ¿No veía que no quería reconocerlos?

¿Quería quedarse allí como una caradura?

Alessia estaba llorando por su repentino grito. Sus ojos estaban enrojecidos y húmedos. Sus hombros se encogieron levemente.

Pero no se atrevía a hablar porque Álex parecía cabreado.

Tocó la mano de Álex con cautela.

—Álex…

—No me llames, ve a buscar a tu padre el rompecorazones. ¡No me quieras a mi ni a mamá!

—Buu…

Las lágrimas cayeron de repente. Alessia se echó a llorar con un grito y rápidamente fue a tomar la mano de Álex, temiendo que Álex la dejara tirada.

Aunque quería a su padre, Álex era alguien más cercano.

Después de todo, eran hermanos que habían vivido juntos durante seis años. Ese tipo de sentimiento era tan profundo que superaba a todo lo demás.

¿Cómo se podía comparar con un padre que conoció desde hacía unos días?

—Álex, me equivoqué, no quiero a papá, no me dejes tirada. Buu…

—¡Deja de llorar!

Álex secó las lágrimas de su hermana mientras sus propios ojos también estaban rojos. Las lágrimas estaban contenidas en sus ojos, pero no las dejó caer.

Sostuvo la mano de su hermana.

—Vamos, busquemos a mamá.

—¿A dónde vais tan tarde?

Isabel se apresuró a detenerlos.

Cuando llegaron Carmen y Alejandro, hablaron con ella a solas. A partir de entonces supo por qué habían venido hoy.

No sabía lo que pasó para que las cosas llegaran hasta tal resultado, tampoco sabía por qué esos dos niños eran hijos de Alain.

Pero el resultado de paternidad no podría ser mentira. Además, Alejandro no era tan tonto como para reconocer a dos personas sin lazo consanguíneo como sus nietos.

La familia Paramés era una familia opulenta, así que no harían bromas con ese tipo de asuntos.

Para ellos, la descendencia era sumamente importante.

Álex levantó la cabeza para mirar a Isabel con los ojos bien abiertos.

—Quiero ir a buscar a mamá.

Intentó mantener los ojos bien abiertos, de esa forma no dejaría que las lágrimas cayeran.

No quería llorar delante del rompecorazones.

No quería que viera su lado débil.

Isabel intentó apaciguar a Álex.

—Déjame hacer una llamada a tu mamá primero, ¿de acuerdo? No sabemos a dónde ir si no. Espérame, cojo el teléfono.

—No, voy a buscar a mamá ahora.

Álex no quiso esperar ni un momento más.

—Álex…

Vega también vino a persuadir.

Al ver a los dos niños así, sintió muchas ganas de llorar.

Carmen ladeó la cabeza y se secó las lágrimas en secreto. Esos dos niños daban mucha lástima.

Nadie podía convencerlo. Álex solo quería irse de esa casa.

—No tenéis que persuadirme, tampoco lloréis o sintáis pena por mi hermana y yo. No somos nada lastimosos, tenemos a mamá, ella nos quiere, nos ama, nos baña, nos abraza para dormir, nos cuenta historias, nos enseña a leer y nos educa como personas decentes. Tenemos suficiente con mamá, no somos para nada lastimosos.

Después de hablar, Álex tomó a su hermana para marcharse.

—Iré contigo.

Isabel lo siguió rápidamente.

Sin embargo, alguien fue más rápido que ella. Solo se pudo ver a una sombra oscura pasar, entonces Alain, que no había hablado en todo el rato, se detuvo frente a Álex y Alessia. Luego con voz baja y ronca dijo:

—Ya es de noche, ¿a dónde vais?

—Por favor, quítate del camino, vamos a buscar a nuestra mamá.

Álex inclinó la cabeza. Obviamente estaba llorando, pero se hizo el fuerte.

Al encontrarse con los ojos obstinados de Álex, sintió un dolor en su interior que hasta le dificultada la respiración. Se inclinó un poco, como si solo esa postura pudiera aliviar el indescriptible «dolor».

Se puso en cuclillas frente a ellos, miró sus ojos, sus rostros, sus narices, sus labios, no se olvidó de ninguna parte. Sus manos temblantes trataban de tocar sus rostros, pero cuando extendió la mano en el aire, no se atrevió a tocarlos.

No tenía coraje.

Nunca se había sentido tan avergonzado en su vida.

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