¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 282

Se acercó y lo cogió. Era Mauricio. La sonrisa de su rostro se congeló lentamente. Miró a su hijo.

—No os paséis jugando. Acabáis de ducharos y si sudáis, os sentiréis incómodos.

—Entendido.

Álex respondió.

Al volver del exterior, Alain se volvió muy extraño.

Cynthia no sabía qué le pasaba. Cuando estaba bañando a los niños, sonó su teléfono. Era Henry. Podría ser un asunto de trabajo, porque después de contestar al teléfono, encendió el portátil, se sentó y no volvió a levantarse.

Cogió el teléfono y dijo:

—Espera un momento.

Mauricio asintió desde el teléfono.

Cynthia dejó la toalla que tenía en la mano en el baño. Caminó hacia la puerta y miró hacia atrás. Los niños seguían jugando en la cama, Alain seguía inmerso en el trabajo, no paraba de teclear. No se dio cuenta en absoluto de que iba a salir.

Cynthia apretó su teléfono, se dio la vuelta, salió de la habitación y cerró la puerta.

En el momento en que se cerró la puerta, Alain dejó de teclear.

Giró la cabeza para mirar la puerta cerrada, tenía una miraba intranquila.

Cynthia caminó hasta el final del pasillo, miró hacia abajo a esta ciudad no muy gloriosa con escasas luces de neón por la noche. No sabía qué noticias le traería Mauricio.

Pero sabía que tenía que afrontarlo tarde o temprano.

Ella bajó los ojos ligeramente.

—Dime.

—Lourdes está bien, no te preocupes, Cristián no es una persona irrazonable, no le importará este asunto y mucho menos te culpará. Flavio también se ha salvado, no morirá, ya no tienes que preocuparte.

Cynthia suspiró, menos mal que Lourdes estaba bien y Flavio tampoco había muerto.

Flavio era culpable, pero no podían encargarse de él en privado.

—Estoy confuso.

Dijo Mauricio de repente.

—¿De qué?

Preguntó Cynthia.

—Confuso de si Alain quería matarle o no. Él fue entrenado conmigo, no se quedó por cuestiones familiares. Conozco su puntería. Si quería que Flavio muriera, no se desviaría dos centímetros. Y si no quería que muriera, ¿por qué le dio tan cerca del corazón?

Cynthia no lo sabía.

—Si no hay nada más, voy a colgar.

Dijo Mauricio.

Cynthia asintió débilmente.

Estaba parada frente a la cristalera con su móvil, pensando en las palabras de Mauricio. Entendió lo que quería decir. Si Alain quería que Flavio muriera, le podría haber matado de un disparo.

¿En qué estaba pensando en ese momento?

No podía dar con una explicación, no podía entender los pensamientos de Alain.

A veces sentía que le conocía, y otras veces sentía que no le conocía en absoluto.

De repente, escuchó pasos. Giró la cabeza y vio a Alain de pie en el fondo del pasillo. El traje de su cuerpo se arrugó por estar sentado demasiado tiempo, pero no afectó su apariencia atractiva, sino que agregó un toque de madurez.

Cynthia no sabía lo que estaba pasando, sentía como si tuviera una piedra sobre el corazón.

—¿Quién llamó?

Su expresión y palabras eran indiferentes, como si estuviera preguntando a una extraña.

Cynthia frunció el ceño y respondió:

—Mauricio, dijo que Lourdes está bien y que Flavio no está muerto.

Alain asintió y luego se dio la vuelta.

—Alain.

Cynthia le detuvo.

Alain se detuvo, no miró hacia atrás y no le preguntó qué pasaba. Solo esperó a que ella hablara.

Cynthia apretó los puños.

—Escuché a Mauricio decir que tu puntería es muy buena, puedes matarle de un tiro, por qué...

—Fue un error, quería que muriera.

Explicó con tranquilidad.

Era cierto que su puntería era muy buena, pero cuando vio a Flavio estrangular a Cynthia, entró en pánico, por lo que falló por dos centímetros.

Cynthia le vio regresar poco a poco.

—¿Te has enfadado? ¿Te hice enojar?

Los ojos de Alain se entrecerraron levemente y sus pestañas cubrieron sus emociones. Se quedó callado un rato.

—No.

—Entonces por qué estás...

—Estoy enojado conmigo mismo.

Antes de que Cynthia pudiera terminar de hablar, la interrumpió.

Cynthia se acercó, le rodeó con las manos su cintura, levantó la cabeza y fingiendo estar relajada, dijo:

—¿Tienes tendencia a ser masoquista? ¿Por qué te enfadas contigo mismo?

Alain le miró fijamente y se rio con autodesprecio.

—Nunca me había sentido tan avergonzado.

El corazón de Cynthia tembló inexplicablemente, sintió la tristeza de Alain.

Ella no pudo evitar abrazarle con fuerza y apoyar su cara contra su pecho. Estando Alain así, la inquietaba y asustaba. No sabía cómo consolarle ni por qué tenía esas emociones.

—¿Te hice sentir avergonzado?

Ella estaba un poco nerviosa, aturdida.

Las comisuras de los labios de Alain se apretaron con fuerza.

Flavio dijo algo que le llegó al corazón, Cynthia estaba con él por los dos hijos. Porque él siempre supo que Cynthia le aceptó de repente por razones externas.

Lo había estado ignorando a propósito.

Pero al escucharlo de otras personas, se sentía muy incómodo.

Nunca había sentido tanta frustración hasta ahora.

Al igual que ahora, Cynthia tomó la iniciativa y él se preguntaba si lo estaba haciendo por los niños.

Cynthia se sentía sumamente incómoda cuando se ponía así, estaba acostumbrada a su cercanía, estaba muy asustada de su comportamiento distante.

—¿Qué te pasa? ¿Puedes decírmelo?

Ella se enganchó a su cuello y vio su incomodidad a través de sus ojos.

—Dime, ¿una persona haría cosas que no le gusta hacer por sus hijos?

Cynthia estaba un poco aturdida al principio, y luego rápidamente reaccionó.

—¿Te has tomado en serio sus palabras?

Alain se quedó callado, como si estuviera de acuerdo.

Cynthia dijo muy seriamente:

—No. No quiero admitirlo, pero el hecho es que realmente me gustas un poco.

Lo que dijo que era verdad, no quería mentirle y tampoco quería engañarse a sí misma.

—Si quieres preguntarme cuánto me gustas, la respuesta es no lo sé. Al menos estoy acostumbrada a que estés a mi lado y vivir contigo como una pareja normal.

Un destello de luz brilló en los ojos de Alain.

—¿De verdad?

Cynthia le ignoró a propósito.

—De mentira.

Después de decirlo, quiso irse.

Alain la agarró de la muñeca y empujó a la mujer contra la pared del pasillo. Se apoyó en la pared con una mano.

—No, lo que se dice está dicho, ya no puedes cambiar de opinión.

—¿Y por qué no puedo?

Cynthia levantó la cabeza, con cara arrogante.

—Porque…

Se rio entre dientes

—Porque eres mi esposa.

Cuando terminó de hablar, la besó.

Cynthia se quedó quieta.

Su beso bajó, saltó su delicado cuello, y llegó a su clavícula, con un ligero mordisco, y sin lastimarla. Dijo vagamente:

—No importa si no me amas, te haré amarme.

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