El hombre que estaba viendo los archivos finalmente levantó la cabeza.
Arturo se aprovechó de la debilidad del hombre, sabía que después de mencionar a Cynthia, Alain dejaría de lidiar sus asuntos de negocios con tanta calma.
—Si no me equivoco, los problemas que me he encontrado recientemente son todas obras tuyas, ¿verdad?
Arturo continuó:
—¿Eres quisquilloso? ¿O desconfías en tu esposa?
Alain dejó caer despreocupadamente el bolígrafo que tenía en la mano sobre la mesa. Produciendo un «pam” en el espacio silencioso, parecía signo de su estado de ánimo inquieto. Tenía calor, en su piel blanca y firme rezumaba sudor. Aflojó la corbata.
—¿Te aburres mucho? ¿Tienes tanto tiempo de preocuparte por los asuntos de los demás?
Arturo ocultó su cansancio, lo había pasado mal últimamente. Aún no había lidiado con el lío que le había creado Alain, no había venido con tanta prisa para decirle tonterías.
Al principio solo era por Cynthia, quería preguntarle a Alain qué era tan grave para que pudiera dejar a su esposa embarazada irse con los niños.
Después de que vino aquí se enteró de la noticia de Elio, entonces tuvo ganas de conocer toda la historia.
—Cynthia hizo todo lo posible para que no supieras la verdad, pero al final te has enterado… ¿Lo de Elio lo has hecho tú?
Arturo preguntó deliberadamente.
No conocía lo que había pasado, solo podía adivinar por las pistas que tenía.
Cuando dijo esto, tuvo otra suposición: «¿Podría ser que Alain se quejó de que Cynthia le había ocultado la verdad? ¿Por eso se fue?».
No se le ocurría otras razones.
Su tono se volvió cada vez más burlón.
—Encima piensa que su deber es apoyarte en todo. Ja, siento pena por ella.
La expresión de Alain se estaba volviendo cada vez más frío.
Arturo no siguió provocándolo, no empujó la situación a un punto incontrolable.
—Estoy aquí para expresarte mi gratitud. Espero que Elio acabe de las peores formas esta vez. Así mi padre adoptivo podrá descansar en paz en el cielo.
Alain estaba por perder los estribos, con tono frío dijo:
—¿Expresarme tu gratitud? ¿Por qué más bien me parece que has venido a provocar?
Arturo intentó calmarlo:
—No te enojes, como prueba de mis disculpas quiero confesarte algo. Cynthia conocía la identidad de Carmen hace tiempo. Te lo ha estado ocultando porque temía que no pudieras afrontarlo. Incuso me vino a buscar por eso. Creo que con tu astucia deberías haberlo adivinado hace mucho tiempo. En cuanto a por qué no lo dijiste, solo tú lo sabrás.
En realidad, vino a ver a Alain para resolver el problema que tenían la pareja, no quería que Cynthia viviera una vida difícil con los niños.
Sin embargo, no sabía que su problema no consistía en eso.
Alain se levantó de la silla, su camisa estaba suelta y arrugada, pero no le quitaba puntos a su aspecto hermoso. Lo miró desde su altura.
—Presidente Arturo, realmente sabes mucho, pero que te comportes como un sabelotodo es bastante odioso.
Pablo no entendía por qué vino con tanta prisa a la Ciudad B ni tampoco entendía por qué no volvía a la Ciudad C.
«¿No le gustaba mucho Cynthia? ¿No es esta una oportunidad única?».
—¿No está la señorita Cynthia en la Ciudad C? ¿Por qué volvemos a la Ciudad Blanca?
Pablo descubrió que cada vez entendía menos a Arturo.
«¿Qué está pensando?
Antes pensaba que no está bien codiciar de las mujeres casadas, pero Arturo parece muy cabezota. No obstante, ahora que tiene una oportunidad no quiere aprovecharla».
Pablo sintió que la mente de Arturo era más difícil de adivinar que la de una mujer.
Arturo miró por la ventana. En realidad, solo se había dado cuenta de algunas cosas. Apareció tarde en el mundo de Cynthia. No estaban destinados a estar juntos. Desde un principio se equivocó de persona. Sabía que incluso si la relación de Cynthia y Alain no era tan profunda, tenían a tres hijos, eso sería algo imborrable.
Incluso si era por los niños, estarían atados el uno del otro.
Lo único que podía hacer era dejarlo ir. Mientras ella pudiera ser feliz, ¿por qué debería obsesionarse por tenerla a su lado? Después de todo...
Bajó la mirada y miró sus piernas inútiles con expresión triste.
«¿Qué felicidad le puedo aportar?».
Pensaba que en su vida anterior debía haber sido algún pecador que había cometido muchos pecados, por eso en esta vida Dios lo castigó arrebatándole las piernas para que no pudiera ni luchar por su amor.
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