La cortina de gasa blanca emitía una luz suave, el hombre no la vio, pensó, «Habré visto mal. Ahora mismo debería estar impactada por la aparición de Cristián».
Cynthia se reclinó contra la pared junto a la ventana, temblando incontrolablemente, se cubrió el pecho con las manos, sentía que le costaba respirar, como si algo pesado estaba oprimiéndola.
Respiró hondo para no asfixiarse, pero aun así no pudo reprimir los sentimientos que pasaban por su interior.
El momento en que lo vio fue alegre y complicado.
Cerró los ojos. Su cuerpo tembloroso tardó mucho en estabilizarse.
Él no apareció delante de ella, debería ser porque el asunto de Elio aún no se había sido resuelto.
Abrió los ojos, extendió la mano para levantar las cortinas y mirarlo de nuevo, pero por alguna razón, se detuvo.
Su mano levantada estaba en el aire.
No sabía con qué estaba luchando, o en verdad tenía miedo, miedo a no poder estar sin remordimientos.
Lentamente bajó la mano
Respiró hondo, se animó y caminó hacia el armario para empacar la ropa de los dos niños.
La ropa de verano no ocupaba mucho espacio. Después de llegar a la Ciudad C no había salido de viaje con sus hijos, así que no había maleta en casa, usó un bolso de mano para meter la ropa.
Salió después de empacar las cosas. Cristián estaba hablando con los dos niños.
Cristián se puso de pie al verla salir.
Cynthia le entregó el bolso.
—Los traeré de vuelta en unos días.
Cristián dijo. Como iban a la Ciudad Blanca a visitar a Alejandro, tenía que llevarse a los dos niños ahora.
Alain le pidió a Cristián que le dijera que solo se los llevaría unos días, porque Alain sabía que Cynthia los necesitaba más que él. Cuando aún no sabía quién era el padre de los hijos, optó por ser madre soltera para dar a luz. Eso era suficiente para demostrar cuánto los amaba. Además, no se había separado de los niños desde que los trajo al mundo. Tenían una relación más estrecha.
—No pasa nada si se quedan más días. Los niños también le echan de menos.
Cynthia sonrió.
—¿Tienes prisa por irte hoy?
Cristián asintió.
—Sí.
Ella miró a los niños.
—Venid aquí.
—Mamá.
Los dos niños la abrazaron de la pierna a cada lado.
Cynthia tocó sus cabezas.
—¿No decíais que echáis de menos a papá? ¿Estáis contentos de poder verlo pronto?
—Sí.
Calessia asintió con la cabecita repetidamente.
—Pero tampoco quiero dejar a mamá.
Calex frotó su cara contra ella.
Mirando a los niños que sentía pena por alejarse de Cynthia, Cristián los consoló:
—Os enviaré de regreso en unos días. Vuestro padre tendrá muchas ganas de veros.
—Mamá.
Calex sentía lástima, si no era por ver al abuelo, no dejaría a su mamá sola.
—Venga, iros, tampoco es que no volváis más.
Cynthia se los entregó a Cristián.
—Cuídalos.
—Claro.
Cristián tomó la mano de Calessia y miró a Cynthia.
—Cynthia, nos vamos.
Cynthia asintió. Cuando llegaron a la puerta, Cynthia pensó en Chloe que estaba en la habitación y lo detuvo.
—Cristián.
—¿Eh?
Cristián miró hacia atrás.
Cynthia volvió a negar con la cabeza.
—Nada, ten cuidado a la hora de conducir.
Quería hablar con Cristián sobre Chloe, pero no le parecía bien.
Cristián dijo que vale, vaciló unos segundos y sintió que debía decírselo.
Ella, que nunca se había separado de los niños, temía sentir mucha pena y temía que él la descubriera.
Caminó hacia la mesa del comedor, allí seguía el rábano que le había lavado su hija y el pastel de frijoles rojos que le trajo su hijo, pero ahora mismo no tenía nada de apetito.
Todo su corazón estaba apesadumbrado.
Solo se sentó en silencio.
El reloj de la pared avanzaba con su tic, tac y el tiempo pasaba poco a poco.
Chloe salió del dormitorio. Al ver a Cynthia sentada allí, no dijo nada, fue a tomar una botella de agua de la nevera, luego sacó la silla y se sentó.
Pensó que incluso si no decía nada, Cynthia podría haber descubierto algo.
La aparición de Cristián demostraba que Alain también conocía este lugar.
—¿Echas de menos a los niños?
Preguntó Chloe.
—Un poquito. No me he separado de ellos nunca, pero está bien. Al fin y al cabo, también son sus hijos, ya he sido muy egoísta llevándomelos.
Cuando más necesitaba que alguien lo acompañara, ni siquiera dejó los niños a su lado.
—Volverán pronto, además, ahora no estás sola.
Chloe miró su vientre.
Cynthia bajó la cabeza y sonrió forzosamente.
—Sí, no estoy sola, todavía le tengo a él.
Como tenía muchas cosas en mente, no tenía muchas ganas de hablar. Cynthia regresó al dormitorio, se sentó en el borde de la cama y miró por la ventana.
«Sabe que vivo aquí, tal vez lo de esa noche no fue un sueño, sino algo que pasó de verdad».
Volvió a mirar la cama desordenada, se acostó, pero no pudo dormir.
Una soledad sin precedentes la rodeaba con la noche oscura.
En los días que los niños no estaban a su lado, se dedicó a trabajar atentamente. Debido a que la fábrica original ya no podía suministrar la cantidad de pedidos de la gasa de nube cantonés que le encargaban, aumentó la escala de la fábrica con la ayuda de Elijah.
Al mediodía, Chloe trajo un paquete para Cynthia del apartamento.
A Chloe se le olvidó un boceto de un vestido de novia oriental en casa. Cuando volvió para buscarlo, el portero dijo que había un envío expreso de ellas. Echó un vistazo para saber que era de Cynthia, así que se lo trajo.
—No he comprado nada recientemente.
¿Quién le enviaría un paquete urgente?
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