Cynthia no reaccionó.
—¿Encima de dónde?
—Encima de mí
—A los ojos del público, seguro que les pareces una persona asexual. Pero no lo eres.
Cynthia ya le conocía demasiado bien.
Cuanto más elegante y tranquilo parecía un hombre, más apasionado era en el aspecto no conocido por la gente.
Ocho de cada diez frases eran inapropiadas.
¿Cómo no se había dado cuenta antes?
Alain se inclinó y tocó su nariz con sus labios.
—¿Y entonces qué soy yo?
Cynthia giró la cabeza hacia un lado y él la volvió a girar.
—No te escondas.
Mirando a sus ojos, Cynthia decidió tomar la iniciativa. Dejó de evitarle y, con una mirada sensual, le agarró la corbata y escaló hacia arriba, deteniéndose finalmente en el cuello. Le desabrochó un botón.
Tocó su piel sensualmente, haciendo que su boca se secara y sintiera una atracción sexual.
Alain preguntó en voz baja y ronca,
—¿Qué? ¿Quieres probarlo ahora?
Cynthia sonrió con timidez.
—¿Puedo?
Ningún hombre normal diría que no.
Y él estaba en esa categoría de normal.
¿Cómo iba a no poder?
Cynthia se levantó del sofá.
—Túmbate.
Alain se llenó de sospechas. Era más abierta que antes. Pero ¿lo era hasta ese punto?
—Vamos.
Cynthia empujó al distraído hombre hacia el sofá, pareciendo un poco impaciente.
Llevaba una falda y rozaba con sus piernas sus partes íntimas. Sonrió mientras se inclinaba hacia él. Sus dedos comenzaron a dar vueltas en su pecho, y le susurró al oído,
—Cierra los ojos, me avergonzaría si me miras.
Un mechón de pelo cayó cuando se inclinó. Las puntas rozaban la cara de Alain, suaves y a la vez seductores.
Alain sintió calor.
La pasión de Cynthia era como droga para él. No tenía ninguna resistencia hacia ella.
La tranquilidad e inmutabilidad era antes, ahora se sentía turbado solo con mirarla.
Cynthia le dio un beso en el ojo.
—Voy a desnudarme, espérame y no abras los ojos.
Alain cooperó y asintió. Si antes sólo lo sospechaba, ahora estaba seguro. No iba a hacer nada, solo le quería engañar.
Pero era raro que tuviera ese humor, y estaba encantado de seguirle la corriente para contentarla.
De hecho, casi creyó que Cynthia iba en serio. Hasta que se dio cuenta con su último comentario de que no abriera los ojos. Entonces sus vestigios de razón le decían que no iba a pasar nada.
Cynthia miró al hombre tumbado en el sofá y sonrió. Se dirigió sigilosamente hacia la puerta y salió del despacho. No estaba loca. Claro que no iba a hacer el amor a plena luz del día en su despacho.
Estaba a punto de cerrar la puerta cuando vio a su secretaria acercarse con la comida. La hizo un gesto de silencio y la secretaria lo entendió. Le entregó la comida que había comprado.
Cynthia lo cogió y susurró,
—Dile que me he ido.
No sabía que, justo al salir, el hombre al que había «seducido», abrió los ojos y estaba detrás de ella completamente vestido.
La secretaria quiso saludarle, pero Alain le hizo un gesto con la mano, diciéndole que actuara como si no lo supiera y dejara que Cynthia siguiera pensando que se había salido con la suya.
La secretaria estaba confusa. ¿Qué estaba haciendo esta pareja?
¿Por qué se comportaban de forma tan extraña?
La secretaria no podía hallar una respuesta.
Cynthia volvió a la mansión en taxi y fue recibida por Henry.
—Señora Cynthia.
Henry saludó primero.
Dio por hecho que Cynthia conocía que Alain había pedido que buscara criadas y no dijo nada más.
Cynthia, al ver que tenía las manos vacías y que no vino a buscar nada, le preguntó,
—¿Qué te trae por aquí?
—¿No lo sabe?
Henry se congeló por un momento.
Cynthia frunció el ceño y preguntó,
—¿El qué?
—Traje hoy la sirvienta que el presidente Alain me pidió que buscara. Si no le parece adecuada, dígamelo y buscaré otra
—De verdad.
Había querido que la llevara Alain, pero parecía que no tenía tiempo.
Calessia sonrió.
Cynthia suspiró. Cuanto más mayor era la niña, más difícil era criarla. Era mejor cuando era más pequeña, aparte de ser un poco pegajosa estaba bien. Era la primera vez que se enfadaba tanto tiempo con ella.
—Calessia, ven. Vamos a jugar a las damas.
Calex se acercó.
Calessia también se interesó, y los dos llevaron a Nevado a su habitación. Cynthia pidió a su hijo que cuidara de su hermana.
Calex dijo,
—Lo sé.
Seguro que era que su hermana estaba enfadada y tenía que dejarla.
Lo entendía.
Cuando los niños se fueron, Cynthia entró y cerró la puerta. Miró a Chloe y preguntó,
—¿Te sientes mejor?
Chloe estaba de buen humor.
—Todavía no puedo caminar, pero ya casi no tengo fiebre.
Cynthia le sirvió un vaso de agua y se sentó en el borde de la cama. Quería decirle de antemano que Cristián iba a venir esta noche para que estuviera preparada.
—Han ascendido a Mauricio y esta noche, le he dicho que venga a cenar.
Dijo sutilmente.
Confiaba que Chloe entendería que los tres eran íntimos amigos y Cristián vendría seguro a celebrar el ascenso de Mauricio.
Chloe captó el significado de Cynthia y no tuvo ningún cambio de expresión.
—Sí que merece ser celebrado. Mauricio tiene esa capacidad.
Al igual que Cynthia, no le sorprendió que Mauricio fuera ascendido.
Mirando su rostro tranquilo, Cynthia no podía entender nada. Parecía que Chloe no sintiera de verdad nada por Cristián.
—Atrapamos al hombre del templo. Le interrogó Cristián personalmente.
Cynthia no pudo resistirse a hablar por Cristián.
No para que Chloe mostrara nada, ni para que le perdonara. Sino simplemente decírselo, para que lo supiera.
La mano de Chloe bajo las sábanas se cerró en puño. Recordó lo le había dicho el médico y toda la alteración se redujo a la calma. Sonrió levemente.
—Sé lo que me quieres decir. En cuanto a Cristián...
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