Los dos se miraron y al mismo tiempo se dieron cuenta de que ella probablemente no pudiera salir de este trauma, y juntos entraron rápidamente y vieron a Luciana desmayada en el suelo.
Mauricio comprobó su estado y pensó que ella posiblemente se desmayó por la tristeza.
La cogió en los brazos y cuando estaba a punto de salir, giró la cabeza para mirar al hombre:
—Tengo que llevarla al hospital, llámame si pasa algo en la comisaría.
El hombre asintió.
Mauricio salió de la comisaría con Luciana en sus brazos y la acostó en la parte trasera del coche que estaba aparcado en la puerta. Después se dirigió a la parte delantera y se subió al asiento del conductor para arrancar el coche.
De camino al hospital, Luciana se despertó para ver dónde estaba y preguntó en una voz ronca y débil:
—¿Adónde me llevas?
Mauricio le devolvió la mirada y dijo:
—Al hospital.
—Me encuentro bien, no quiero ir al hospital.
Luciana trató de levantarse y sentarse. En ese momento, Mauricio paró el coche, giró la cabeza para mirarla y le preguntó:
—¿Entonces adónde quieres ir?
Luciana estaba desconcertada, no tenía un lugar donde vivir fuera de la universidad, y de repente se dio cuenta de que realmente no tenía nada, estaba intentando vivir la vida, pero la vida se estaba poniendo muy difícil.
Ya no le quedaba ningún familiar.
—Creo que en mi vida anterior, debo haber sido una persona muy mala y haber hecho daño a mucha gente para que me castigue tanto en esta vida presente, si no, cómo podría Dios haberme tratado tan mal.
Ahogó un sollozo y las lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
Mauricio no sabía cómo consolarla:
—No pienses eso.
Luciana se acurrucó en el asiento con la cabeza entre las rodillas:
—Si no es así, ¿por qué me hace esto Dios?
—Hay muchos otros menos afortunados que tú, has entrado en una buena universidad y tienes una buena vida por delante.
Mauricio le consoló.
Luciana se rio entre los dientes:
—¿Qué sentido tiene? Antes quería ir a una buena universidad, tener un buen trabajo después de graduarme y ganar mucho dinero para darle a mi madre una buena vida. Pero, ¿ahora para qué necesito ganar tanto dinero?
Mauricio frunció los labios.
«Una persona debe sentirse muy sola, pero hay que seguir intentando vivir la vida.
Sólo hay una vida, no importa cuál sea el motivo, no debe abandonar la vida».
—Si no tienes adónde ir, puedes ir a mi casa y te traeré aquí cuando te hayas calmado.
Mauricio tenía miedo de que ella hiciera algo a sí misma estando sola, así que le parecía mejor que la llevara a su casa para que al menos él pudiera vigilarla y evitar que ocurriera accidente.
—No quiero.
Luciana se negó, sólo quería estar sola, empujó la puerta del coche y se bajó.
Mauricio la siguió:
—¿Adónde vas?
—Quiero estar sola, no me sigas.
Luciana caminaba rápido y temía que Mauricio la detuviera, por lo que se tropezó con el escalón y Mauricio le cogió el brazo para que no se cayera. Él le iba a decir algo y sonó su móvil del bolsillo.
Lo sacó y cogió la llamada, era Martín que quería verlo ahora mismo.
Mauricio miró a Luciana y dijo:
—Estoy fuera…
—Aunque estés fuera, vuelve ahora mismo.
El tono de Martín era serio.
Mauricio sólo pudo volver a la comisaría inmediatamente y le contestó:
—Vuelvo en diez minutos.
Colgó el teléfono y pensó que no podía dejar a Luciana sola, así que decidió llevarla con él, dijo:
—Volvemos ahora a la comisaría y luego saldremos de allí.
—No quiero.
Luciana seguía negándose.
Mauricio le dijo pacientemente:
—¿Adónde quieres ir tú sola?
—Hoy mismo me he enterado de que la madre de Luciana era una delincuente.
—Además, ella tampoco tiene un gran bagaje, y no te hace ningún bien casarte con ella.
Mauricio dijo:
—Lo sé.
—Y aun así, ¿la sigues queriendo?
Preguntó Martín.
Martín lo hacía simplemente por Mauricio, ya que, dadas sus capacidades, Mauricio nunca se limitaría al puesto de subdirector y llegaría muy lejos en el futuro.
Estar casado con Luciana, una chica sin bagaje familiar y con una madre así, provocaría impacto en su futura carrera.
Si Mauricio tuviera una esposa con buena familia, él tendría un camino mucho más fácil en el futuro. Pero si la esposa fuera Luciana, ésta no le podría ayudar en su carrera y él tendría un camino mucho más difícil.
Mauricio entendió lo que quería decir Martín. Él nunca había querido conseguir el éxito con la ayuda de la esposa.
Él tenía mucha ambición, pero sólo quería conseguirlo con sus propias manos.
—Sólo busco una esposa con la que pueda llevar bien, realmente a mí no me importa si es de buena familia o no.
Martín no se sorprendió, la respuesta era esperada. Si Mauricio hubiera roto con Luciana por algo así, Martín no habría tenido tan buena opinión de él.
Se levantó y dio una palmada en el hombro de Mauricio:
—Pues prepárate para eso.
Mauricio asintió.
—Siempre te he apreciado, antes deseaba que tú fueras mi yerno, pero resulta imposible. Pero, en tu carrera profesional, hasta donde yo pueda, siempre te ayudaré.
Martín continuó:
—Bueno, vete a trabajar y a consolarla, es bastante difícil para una chica tan joven como ella, sé amable con ella.
Mauricio levantó la vista para aclararle su relación con Luciana, pero al final decidió que era mejor no decírselo y replicó:
—Ya lo sé, me voy entonces.
Martín hizo un gesto con la mano:
—Adiós.
Mauricio salió del despacho de Martin y volvió al suyo, empujando la puerta para entrar y encontró que la persona sentada en el sofá había desaparecido, no había nadie dentro y el vaso del agua que estaba sobre la mesa no había sido bebido.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Vuelve conmigo,mi cariño!