30 Días de Prueba Amorosa romance Capítulo 158

Camilo era muy inaccesible y poca vez se preocupaba por nadie, y mucho menos se molestaba en decir palabras hipócritas, cuando dijo eso, realmente se preocupaba por ella. Estaba tan preocupado que tenía que ocuparse de todo él mismo, sin permitir un error.

Un hombre tuvo que ocuparse de ella personalmente, y era mentira que Rosaura dijera que no estaba conmovida. Sus ojos brillaron mientras miraba a Camilo:

—¿Has estudiado medicina?

Camilo se quedó sin palabras, pero con el rostro hosco dijo en tono bajo:

—Sí.

Sólo entonces Rosaura se sintió aliviada, al menos podía consolare que solo lo consideraba como un médico profesional.

Sin embargo, Roberto añadió :

—Como has estado enferma con frecuencia y herida últimamente, Camilo sólo lo ha aprendido durante estos tiempos.

Rosaura casi escupió todo el agua que bebió. Miró a Camilo con incredulidad, con una expresión muy complicada.

—Hablas mucho, —habló Camilo con desgana, dejando salir a Roberto sin importar su sentimiento—, puedes irte.

Roberto hizo mueca:

—Ahora no necesitas que yo haga nada y me dices que puedo irme, presentas más atención a tu mujer que a tu amigo.

Camilo se detuvo cuando estaba a punto de ir al botiquín a por la poción, y en su lugar cogió un pequeño pero afilado bisturí.

—¿Cómo quieres que te presente más atención?

Mirando la afilada hoja que se agitaba frente a ella, Roberto sólo se sintió un poco asustado.

—No, no, nunca me presentes más atención, sólo lo hace a Rosaura. Todavía tengo algo que hacer, me voy primero, adiós.

Después de decir eso, Roberto se marchó inmediatamente hacia el exterior a la mayor velocidad.

Después de que se cerrara la puerta de la habitación, sólo quedaban dos personas en ella.

Cuando vio la poción que Camilo tomó de nuevo en la mano, Rosaura se sintió un poco angustiada.

«Aplicarme la medicina no es nada. El problema es que tengo heridas por todo el cuerpo...»

Rosaura se movió hacia atrás, dijo débilmente:

—¿Señor González, tu mano no está recuperado, ¿verdad? No es conveniente que me pongas medicinas. Está bien que lo haga Estela, que ha estudiado enfermería.

—Mi mano está bien.

Camilo movió su mano izquierda, de aspecto esbelto y blanco, moviéndose con gran fuerza.

Pero Rosaura recordaba claramente que ayer todavía estaba envuelto en gasas.

«¿Cómo es que se ha curado hoy?»

Cuando Rosaura seguía desconcertada, el alto cuerpo de Camilo se inclinó hacia ella, con su apuesto rostro muy cerca del suyo y dijo en voz baja:

—Quítate la ropa.

La voz baja era como el canto grave de un violonchelo, magnético y sensual y seductor.

Rosaura se volvió repentinamente más confusa y llena de pánico, sus mejillas se sonrojaron.

—Yo estoy bien, puedo hacerlo.

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