Lo que sorprendió a Camilo fue que lo que había sucedido esa noche había hecho preocuparse tanto a ella y sentirse tan avergonzada.
—¿Tú...crees que esa noche fue una desgracia?
Unas pocas palabras, casi con dificultad, salieron de la boca de Camilo.
Pensó que ella sólo estaba asustada y que no quería enfrentarse a esa noche, pero no esperaba que esa noche tuviera un impacto tan grande en ella.
Era como una tela negra que caía del cielo, envolviendo todo su cielo. En su mundo no quedó más que una confusa oscuridad.
Rosaura no quería recordar los acontecimientos de aquella noche, y más aún, no quería hablar de ello delante de este hombre. Sin embargo, la conversación ya habían llegado a este tema. Todo su vergüenza se expuso frente a él. Ahora ella era como un pez varado en la playa, sin más remedio que enfrentarse a los rayos del sol.
Rosaura apretó los dientes:
—Sí...
No se atrevió a mirarle, con la cabeza baja.
—Crees que soy sucia, ¿no? Eres un hombre tan noble, con una prometida como yo...
—No me importa.
Antes de que Rosaura pudiera terminar sus palabras, la voz de Camilo las interrumpió. Usó más fuerza agarrándole el hombro mientras la miraba él con una expresión incomparablemente seria.
—Lo que quiero es a ti, y no importa lo que seas, eres perfecta a mis ojos.
Camilo nunca había dicho tales palabras de amor antes, y sin embargo fueron pronunciadas por él con tanta naturalidad.
Era tan conmovedor que el corazón de Rosaura no podía evitar latir más rápido.
Rosaura se quedó atónita, mirándolo, sintiéndose tan irreal como si estuviera soñando. En una frase, dijo casi sin pensar:
—Pero no me tocaste anoche...
—No te haré daño.
El tono de Camilo fue tan firme que, después de una pausa, agregó:
—Esta vez, quiero guardarlo también para la noche de bodas.
La noche de bodas. Palabras ambiguas y excitantes.
Pero por qué —Esta vez—, ¿hubo otro momento?
El corazón de Rosaura latía inquieto, palpitante y desconcertado.
Estaba a punto de preguntar, pero en ese momento sonó el teléfono.
El ambiente ambiguo de la sala se destruyó al instante.
Sólo entonces Rosaura se dio cuenta de que ella y Camilo estaban extremadamente cerca, cara a cara en una posición que parecía lista para besarse en cualquier momento.
Rosaura se sonrojó de repente, se levantó rápidamente y corrió a buscar el teléfono. Estaba tan nerviosa que no se atrevió a mirar a Camilo. Se apresuró a coger el teléfono:
—Dígame.
La palma de su mano quedó repentinamente vacía, lo que provocó en Camilo un momentáneo malestar. Miró a Rosaura con cierta impotencia, si ella hubiera preguntado hace un momento, habría admitido obedientemente que el hombre de aquella noche era él.
Por desgracia... Sólo podía encontrar otra oportunidad.
Rosaura no sabía lo que Camilo estaba pensando, y en su pánico, sólo pensó en contestar el teléfono. La persona al otro lado del teléfono era Anita, pero las palabras que dijo salieron de una manera que Rosaura no esperaba.
En el momento en que su madre abrió la boca, fue una pregunta ansiosa:
—Rosaura, ¿qué os ha pasado a ti y a Estela? Anoche volvió de repente, con los ojos hinchados y se negó a decir nada. Ni siquiera he tenido la oportunidad de preguntar qué pasa hoy, y ya empezó a crear problemas. Y...
Anita quiso decir algo pero no lo hizo, y pareció un poco avergonzada.
Rosaura frunció el ceño, ¿Estela García volvió a causar problemas? No pensó en los problemas que este asunto iba a traer a sus padres. Estaba molesta, pero aún así preguntó con paciencia:
Después, en el coche de Camilo, Rosaura regresó. Antes de entrar por la puerta, vio las cosas que le habían tirado en la puerta, y las maldiciones y los gritos de Estela que venían de la casa. No hacía falta mirar dentro para saber que ahora estaba muy mal.
Rosaura se sintió un poco incómodo, pero aún así mantuvo una sonrisa cortés y le dijo a Camilo:
—Señor González, gracias por enviarme de vuelta. Hoy no es conveniente en casa, así que no te invitaré a mi casa.
Camilo se quedó junto al coche, mirando las cosas que habían sido arrojadas de Rosaura no muy lejos, y su mirada se oscureció. Dijo con voz grave:
—Entras.
Entendiendo que Camilo le daba la decencia de no preguntar nada y no entrar, Rosaura le asintió:
—Gracias.
Después de decir eso, Rosaura se dio la vuelta y estaba a punto de marcharse, cuando una mano la tiró de repente por detrás.
La mirada de Camilo era seria, y su voz era muy baja:
—Cuidado.
Una simple palabra, pero que hizo temblar el corazón de Rosaura.
Estaba preocupado por ella, y este sentimiento conmovedor hizo que sintiera que estaban electrocutadas y que perdiera su dirección en un instante.
Rosaura asintió asustada, retiró la mano y se dirigió a toda prisa hacia su casa. Cuanto más se acercaba a la casa, más podía oír las duras maldiciones del interior.
El estado de ánimo de Rosaura se hizo aún más mal, sintiendo como si una piedra hubiera sido presionada sobre su cuerpo, dificultando cada paso que daba. Pero todo esto era algo que tenía que afrontar.
Respiró profundamente e intentó estar tranquila antes de empujar la puerta de la habitación. Justo al entrar, un jarrón voló por la habitación y se estrelló directamente contra su cara.
—¡Cuidado!
Luis y Anita gritaron al mismo tiempo, con los ojos muy abiertos.
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