No solo la regañó, sino que también la calumnió ante el público. Rosaura estaba tan enfadada que no pudo aguantar más. Miró a Ángela con disgusto y preguntó:
—Ángela, no le gustas a Mateo. ¿Pero por qué fue mi culpa? Yo no he hecho nada.
—¿No es tu culpa? ¡Estoy diciendo la verdad! —Ángela habló con certeza.
Rosaura tuvo un terrible dolor de cabeza. Todo el mundo la miraron, y eso la hizo sentirse avergonzada. Ella no había hecho nada, así que no sabía por qué tenía que sufrir las tonterías. Pero nadie creyó su refutación.
No solo la reputación de ella, sino también la de Camilo se había visto empañada. No sabía cómo los demás iban a pensar de ella y de Camilo en el futuro. Rosaura quería matar a Ángela, pero no sabía cómo demostrar su inocencia. No sabía qué hacer ahora y sintió el desprecio por todos lados.
De repente, oyó el sonido de los zapatos de cuero. Alguien se acercó a ella. Apareció un hombre alto a su lado. Extendió sus brazos y abrazó a Rosaura. Él era alto, y ella era pequeña y delgada. El hombre la tenía entre sus brazos, protegiéndola con fuerza de las miradas hostiles de la gente.
Sintió el aliento familiar. Rosaura giró la cabeza y vio aquel rostro apuesto. Era Camilo.
Camilo la miró y asintió ligeramente con la cabeza. Su voz baja la tranquilizó:
—Aquí estoy yo.
Tres palabras simples, como un tranquilizante, hicieron que el pánico de Rosaura, se calmara rápidamente. Había encontrado algo en lo que confiar. Parecía que mientras él estuviera allí, ella no tenía miedo de esos chismes.
Todos los espectadores vieron a Camilo acercarse de repente y abrazar a Rosaura. En esa postura, se podía ver que estaba protegiendo a Rosaura.
Todos se sorprendieron y los miraron con incredulidad. Rosaura acababa de ser expuesta en público por poner los cuernos a Camilo. Esto había hecho un descrédito a él. ¿No debería Camilo odiar a Rosaura? Pero se la acercó y la abrazó.
Ángela se quedó aún más sorprendida, congelado en su sitio, mirando incrédulo a este hombre decente. Como estaba cerca de él, podía sentir claramente el aura poderosa del hombre, como si él pudiera matarla a voluntad.
Estar en presencia de ese hombre, aunque él aún no la miró, hizo que Ángela tuviera mucho miedo. Incluso empezó a arrepentirse un poco por haber revelado lo que había hecho Rosaura y dañar la reputación de Camilo.
Camilo calmó a Rosaura. Luego, levantó la cabeza y su mirada se volvió fría y peligrosa. Era como si la temperatura a su alrededor bajara instantáneamente a bajo cero, provocando escalofríos.
Camilo ni siquiera se molestó en mirar a los demás, e incluso ignoró a Ángela mientras miraba directamente a Mateo. Su vista era como una hoja afilada, que apuñalaba a Mateo.
Mateo se quedó helado, sin saber cómo reaccionar. Aunque Mateo conocía a mucha gente poderosa, le aterraba enfrentarse a Camilo. Normalmente, Camilo era frío, pero cuando estaba realmente enojado, era tan aterrador como el abismo.
—Mateo Gómez, ocúpate de tus relaciones amorosas. No involucres a mi mujer.
Era una advertencia y una amenaza. También significaba que no había ninguna posibilidad entre Mateo y Rosaura. Y lo que había dicho Ángela era solo algo inventado.
La voz de Ángela hizo que Camilo frunciera el ceño con desagrado. Su rostro expresaba su odio obvio por ella. Bajó la mirada y le dijo a Rosaura en sus brazos:
—Vamos.
Rosaura se quedó mirando a Camilo, con el corazón acelerado. Sus acciones, sus palabras, todo era en defensa de ella. Camilo la creía incondicionalmente. Era él quien la había salvado en este aprieto. Estando en sus brazos, Rosaura se sintió más segura que nunca. Todo el daño que le habían hecho a ella lo había resistido Camilo.
Al ver que Rosaura le miraba fijamente, Camilo también se congeló, como si ya no estuviera tan enfadado. Dijo:
—¿Ya no puedes caminar?
Solo entonces Rosaura se dio cuenta de que ella miraba fijamente a Camilo delante de tanta gente. Su cabeza estaba tan aturdida que había pensaba en muchas cosas vergonzosas.
Rosaura, agitada y confusa, estaba a punto de hablar cuando de repente sintió que perdía el equilibrio. Camilo la levantó. Se apresuró a rodear el cuello de Camilo con sus brazos.
Se asustó aún más:
—Señor González, ¿qué está haciendo?
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