Rosaura no sabía que quitarse la ropa de espaldas a él avivaría aún más su fuego.
Si el lugar no estuviera realmente fuera de lugar ahora, él habría acabado con ella allí mismo.
Respiró hondo y volvió a respirar hondo.
A Camilo le resultaba extremadamente difícil contener el fuego que bullía en su cuerpo.
En un rápido movimiento, Rosaura se quitó la ropa y se la volvió a poner. No demoró más de dos minutos.
Sólo cuando se puso la chaqueta, su tenso cuerpo se relajó un poco.
Cambiarse de ropa delante de Camilo era una novedad.
Sólo después de cambiarse, Rosaura se volvió y se vio sorprendida por la profunda mirada teñida de fuego de Camilo.
La visión le resultaba demasiado familiar. Casi siempre la había mirado con esa mirada de lobo durante los últimos días, antes de que se la comiera.
Rosaura frunció el ceño y advirtió débilmente:
—He terminado de cambiarme, ahora es tu turno.
Camilo frunció sus finos labios antes de apartar lentamente sus ojos del cuerpo de Rosaura y sacar la ropa para el frío que había en la otra bolsa.
Llevaba un traje, por lo que no tuvo que ponerse la ropa interior y lo hizo rápidamente.
Era la primera vez que Rosaura veía a Camilo con un traje de protección contra el frío tan grande y grueso.
Pero aun así, en él, la ropa no le hacía parecer ni medio voluminoso, sino que la subía unos cuantos peldaños y seguía siendo muy guapo.
Su corazón dio un salto involuntario, su hombre era guapo.
El fuego que Camilo acababa de suprimir volvió a arder cuando se encontró con la mirada de Rosaura.
Entrecerró los ojos peligrosamente y se inclinó hacia ella.
—¿Qué tal si en lugar de salir del coche, hacemos otra cosa?
Otra cosa...
Al encontrarse con el exuberante fuego en los ojos del hombre, Rosaura apenas tuvo que pensar mucho para saber qué era realmente esa otra cosa.
—¡Me voy a bajar!
Ella se apresuró a dar un paso atrás, abrió la puerta del coche con un movimiento rápido y brusco, levantó la pierna y bajó.
Justo al salir del coche, sintió un escalofrío que le golpeaba la cara.
Era una frialdad que helaba los huesos, como si fuera agua helada, que perforaba directamente la médula del cuerpo.
Rosaura estaba congelada y más que confundida.
No esperaba que hiciera tanto frío fuera, más que una ventisca en pleno invierno.
—Debes ponerte el sombrero.
La voz grave del hombre salió de su cuerpo, seguida de un gran y cálido sombrero que se colocó en la cabeza de Rosaura, envolviendo sus orejas.
Entonces, Camilo se acercó de nuevo a Rosaura y cogió la cremallera de su chaqueta a prueba de frío y tiró de ella hasta arriba.
El collar, levantado en alto, cubría la mayor parte de la cara de Rosaura.
El viento frío que la azotaba se bloqueó casi por completo y se sustituyó por un calor que le llegaba al corazón.
Las comisuras de su boca no pudieron evitar levantarse al ver a Camilo hacer todo esto.
De repente, ella sintió que podía hacer cualquier cosa con un abandono temerario y él, por su parte, lo haría todo con detalle y seguimiento.
Manteniéndola bien protegida.
Rosaura no pudo evitar abrazar su cintura.
—Camilo, eres muy amable.
Camilo se congeló ligeramente, era raro que Rosaura tomara la iniciativa de abrazarlo así, y las comisuras de sus labios se levantaron con ello.
Pero entonces, él se apartó de la mano con la que Rosaura le sujetaba.
Rosaura lo miró con desconfianza.
Vio cómo Camilo tomaba sus dos pequeñas manos entre las suyas, envolviéndolas con fuerza.
Aislada de todo el frío del exterior, Rosaura sintió sólo el calor de su mano.
La dulzura del corazón de Rosaura se hizo aún más dulce.
—Ouch, digo, ustedes dos, ¿se bajaron del auto para hacer el amor, o para ver la vista?
No muy lejos, Carlos gritó coquetamente.
Rosaura se sobresaltó y sus mejillas se sonrojaron de vergüenza.
Inconscientemente trató de apartar su mano de la de Camilo, pero éste tomó su manita y la metió en el bolsillo de su abrigo con toda naturalidad.
Los ojos de un amante eran como los de Camilo, ¿verdad?
—Entonces apágalo —ella dijo tímidamente.
Mientras él piense que se veía bien, con belleza o sin ella, a ella ya no le importaba.
Carlos y Félix se encontraban uno al lado del otro a poca distancia, asimilando cada palabra de la conversación entre los dos.
Félix miró a la sonriente Rosaura con una mirada complicada, y se sintió un poco incómodo.
Ahora podía ver claramente que, sin importar las circunstancias o la situación, mientras Rosaura esté con Camilo, su sonrisa era sincera hasta el fondo de sus ojos.
Era simplemente feliz y alegre.
Más feliz que en cualquier momento en que Camilo no estuviera con ella.
No lo entendía, ¿era posible que el llamado amor fuera más importante que todo lo demás? Le hacía a uno caer tan profundamente en ella.
Carlos estaba pensando en otra cosa.
Miró con asco a los dos que estaban repartiendo su azúcar y dijo con desprecio:
—Diviértete, es hermoso ver la nieve ahora, pero a unas cuantas colinas más arriba y sólo te sorprenderá verla.
Veamos cómo siguen demostrando su amor entonces.
Félix dirigió una mirada a Carlos.
—Si te atreves a asustar a Rosaura, te tiraré de la montaña.
Carlos se quedó callado al instante.
Era sólo una broma, ¿por qué tenía que amenazarlo así?
¡El hermano sobre protector era un monstruo!
Con Camilo como camarógrafo, Rosaura se divirtió tomando algunas fotos.
La vista desde aquí también era de su agrado.
Pero antes de que pudiera jugar lo suficiente, Camilo guardó su teléfono.
—Es hora de entrar en el coche.
Hacía frío y ella podría resfriarse si se quedaba fuera mucho tiempo.
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