30 Días de Prueba Amorosa romance Capítulo 681

Las mejillas de Rosaura se sonrojaron de repente y trató de apartarlo avergonzada.

¿Qué quieres decir con que está cachonda?

¿Quién saltó sobre ella y la besó y la tocó por todas partes sin ninguna razón?

No, este no es el momento de pensar en esto.

Los dedos de Rosaura seguían agarrando con fuerza la ropa de Camilo, y su voz era baja y profunda mientras decía:

—Hoy es el tercer día que...

Ellos debían desordenar las sábanas.

La mirada de Camilo se oscureció, pero las comisuras de su boca se fruncieron en una sonrisa desconcertante.

Su voz era tranquila y sosegada.

—No importa si no lo hacemos una vez, no me enfermaré, no te preocupes.

Sus palabras eran siempre convincentes, y esto, unido a su comportamiento anodino, hacía que Rosaura casi le creyera.

¿Pero dónde estaría dispuesta a arriesgarse con él?

¿Si no lo hacían una vez y le daba un ataque?

El ambiente era pobre, los médicos aún no estaban disponibles, los ataques ni siquiera eran controlables y nadie podía decir la gravedad del resultado.

—No me importa, tienes que dormir conmigo hoy.

Rosaura apretó los dientes con determinación.

Cuando estas palabras salieron, Camilo se quedó congelado y miró a Rosaura con una cara complicada.

Su voz era apagada y salía entre los dientes.

—Rosaura, ¿sabes lo que estás diciendo?

La expresión de Camilo se volvió un poco dolorosa.

—Eres como una loba hambrienta que roba a la gente por la fuerza.

Rosaura se quedó callada.

Tenía las mejillas enrojecidas por la ira y la vergüenza, incluso quiso taparse la cara y esconderse directamente bajo las sábanas para no volver a salir.

¡¿Para quién está haciendo esto?! ¡¿Para quién?!

Estaba realmente enfadada y quería dejarlo estar y sacudirse e ignorarlo.

Al ver la mirada furiosa de Rosaura, un destello de fuego se deslizó por los ojos de Camilo, sólo para ser sometido por él.

Aprovechó su enfado y se levantó con la intención de salir.

Pero apenas había dado un paso cuando dos brazos le rodearon la cintura y le envolvieron en un abrazo.

El cuerpo de Camilo se endureció violentamente.

Detrás de él, llegó la voz suave y retorcida de Rosaura.

—Ya he tomado la medicina para el resfriado, así que no será fácil volver a resfriarse. La gente dice que abrazarnos nos calienta, y no llevamos nada más para calentarnos. Si me abrazas más fuerte, no tendré frío.

Ella sabía que él no quería hacerlo porque temía que ella tuviera frío.

Con este tiempo, no quería ni quitarle la ropa para dormir, y mucho menos desnudarla para algo así.

Al sentir la suavidad de la mujer detrás de él, el corazón de Camilo latió ferozmente, más rápido y pesado que nunca.

Su voz era baja y lenta.

—Rosaura...

Mil palabras, un solo murmullo.

Qué suerte tuvo de tener una mujer fiel a su corazón y que viviría y moriría por él.

...

La noche era larga y fría.

En la oscuridad de la tienda, dos jóvenes estaban aferrados el uno al otro sin dejar ni un solo espacio entre ellos.

Se acurrucaron juntos dentro de un saco de dormir, ya que la única forma de derretirse era abrazarse con fuerza.

Pero ellos, por su parte, no se sintieron en absoluto abarrotados.

Rosaura se apoyó en el robusto hombro del hombre, un poco cansada pero manteniendo obstinadamente los ojos abiertos.

En la oscuridad, sólo pudo ver el contorno de su barbilla.

—Camilo —llamó con una voz muy suave.

Por encima, hubo una respuesta inmediata del hombre en voz baja:

—¿Sí?

—¿Vamos a morir aquí?

—¡Bien! —Rosaura asintió con fuerza— No tengo miedo de nada mientras esté contigo, y aguantaré hasta el final.

Ella tenía que estar ahí para él, por no decir que era un lastre para él.

El más mínimo indicio de inquietud en su corazón se convirtió en una firme determinación al mirar la silueta borrosa que tenía delante.

La noche era fría y ambos se abrazaban con fuerza contra este clima helado.

Al día siguiente, Rosaura fue despertada.

Camilo ya se había puesto la ropa interior y la miraba de reojo con una mano apoyada en la cabeza.

Ella permaneció apretada contra sus brazos, cálida.

Rosaura abrió los ojos y miró aturdida su apuesto rostro, las comisuras de sus labios se levantaron en una sonrisa.

—Buenos días, Sr. González.

Su sonrisa era hermosa, bella como si fuera un loto de nieve en la cima de esta montaña nevada.

Las cejas de Camilo eran suaves y mortales.

—Buenos días, señorita García.

Era un sonido muy agradable, como tener un masaje en el tímpano por la mañana.

La mano que rodeaba la cintura de Camilo lo sujetó con más fuerza por un momento, y su carita se enterró en su pecho.

—No te levantes, voy a dormir un poco más —murmuró maliciosamente.

Ella todavía no estaba despierta y tenía sueño.

Camilo miró la cabecita acurrucada en sus brazos y las comisuras de sus labios no pudieron evitar esbozar una sonrisa de cariño.

Normalmente ella tenía este aspecto cuando se quedaba en la cama.

En ese momento, solía dejarla volver a dormir y se quedaba con ella hasta que se despertaba del todo.

Pero hoy no podía.

Camilo le acarició suavemente el pelo y le susurró:

—Te dejé dormir temprano esta noche, ahora tenemos que levantarnos temprano y retomar el camino. Va a hacer más calor durante el día.

Rosaura, que estaba a punto de dormirse en unos minutos, abrió los ojos de golpe.

Se estremeció un poco al darse cuenta de que ahora no estaban en el calor de su gran cama en casa, sino en un campo nevado con un tiempo gélido.

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