30 Días de Prueba Amorosa romance Capítulo 706

No estaba lejos del banquete de palacio, y llegaron pronto.

Al abrir la puerta del coche, Rosaura vio la misma alfombra roja del vídeo, al final de la cual estaba el lujoso palacio.

Su corazón empezó a latir más deprisa. Camilo estaba dentro ahora.

Se preguntó cómo reaccionaría cuando la viera.

—Rosaura, ven aquí.

Héctor estaba en la alfombra roja con los brazos ligeramente torcidos.

A su alrededor estaban los periodistas. Cuando vieron al duque Héctor, levantaron inmediatamente las cámaras.

Cuando vieron salir a una mujer del coche del duque Héctor, se entusiasmaron de inmediato.

Era bastante raro que el siempre gallardo y duque Héctor acudiera a un banquete, y ahora traía consigo a una acompañante femenina.

Esta mujer no debía ser simple.

¡Noticias de última hora! ¡Noticias de última hora!

Rosaura frunció el ceño mientras miraba a su alrededor a los excitados periodistas y a Héctor, que sonreía tranquilamente.

Solía estar cerca de Camilo, así que le gustaban mucho los periodistas.

Pero no quería tener nada que ver con Héctor.

Rosaura se lo pensó un momento y luego pasó deliberadamente junto a Héctor.

Héctor se paralizó y miró sorprendido la grácil espalda.

¡Ella realmente no le prestó atención!

Los periodistas estaban tan sorprendidos que se olvidaron de pulsar el disparador.

¿Qué estaba pasando? ¿Esta mujer no estaba con el duque Héctor?

¿Lo malinterpretaron?

¿Cómo podía el arrogante duque Héctor estar con mujeres? Era más fiable que fuera gay.

Todos los periodistas estaban desanimados.

Héctor esbozó una sonrisa juguetona mientras miraba directamente a la espalda de Rosaura cuando ésta se alejaba cada vez más.

¿Quería huir de él?

Era imposible.

Recorrió la alfombra roja y se dirigió hacia Rosaura. En pocos pasos, la alcanzó.

Levantó el brazo para ponérselo a Rosaura.

Los periodistas volvieron a emocionarse.

A Rosaura le fallaron las palabras. ¿Era aquel hombre una lapa? ¿Por qué se aferraba a ella?

Giró la cabeza y lo miró con una sonrisa amenazadora.

—Si te atreves a tocarme, te morderé.

Héctor hizo una pequeña pausa. La herida del brazo acababa de curarse y volvía a dolerle.

Parecía menuda, pero tenía los dientes muy afilados.

¿Y si la enfadaba y entonces ella no admitía que le gustaba?

Debía mantener la paciencia y la calma.

Héctor giró el brazo y le tocó el pelo.

Los periodistas volvieron a sentirse confusos.

¿Estaba el duque Héctor jugando con ellos?

En ese momento, las luces de la sala de banquetes se volvieron tenues.

El centro del baile era luminoso para los bailarines.

Hombres y mujeres se abrazaban y bailaban con gracia.

—Nunca ha traído una cita antes. ¿Es su novia? ¿El Duque Héctor está enamorado?

—Siento mi corazón roto. Pero mira a esa mujer. ¡Es tan hermosa!

—¡Parecen una pareja perfecta!

Las mujeres charlaban en la sala y el banquete se volvió ruidoso de inmediato.

¿El Duque Héctor está aquí?

Cuando Camilo oyó el chisme, sus cejas se alzaron ligeramente y miró hacia la puerta. De repente, su apuesto rostro se ennegreció.

Su aura se estaba enfriando y aterrorizando.

Samantha miraba hacia la puerta con curiosidad, pero de repente sintió una opresión fría, que la sobresaltó. De pronto miró al peligroso y terrible Camilo.

—¿Qué pasa, Camilo? —preguntó débilmente.

Camilo no la miró, sino que clavó los ojos en la puerta por donde caminaban juntos el hombre y la mujer.

La mujer del vestido precioso era Rosaura.

Le dijo que se quedara en casa y no saliera. ¿Por qué iba a vestirse y venir aquí?

Y, ¿por qué cogió íntimamente el brazo del hombre?

Los ojos afilados y feroces de Camilo parecían un cuchillo, intentando cortar el brazo de Héctor.

De momento, Rosaura luchaba por sacar su brazo del de Héctor.

Como no tenía invitación, debía ser la acompañante de Héctor si quería entrar en el banquete, así que se cogió del brazo de éste.

Pensó que podría engañarla, pero este imbécil le sujetó la muñeca y no la dejó salir.

Rosaura estaba tan enfadada que quería perder los nervios. Pero cuando entró por la puerta, se convirtió al instante en objeto de la atención y los cotilleos de todo el mundo. La mirada ardiente la hizo mantener su etiqueta de dama.

Forzó una sonrisa y susurró:

—¡Suéltame!

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