30 Días de Prueba Amorosa romance Capítulo 713

En este país, las mujeres eran inferiores a los hombres. Pero la esposa de un duque tendría un estatus superior en comparación con otras mujeres.

Además, se le ocurrió por primera vez que tenía una orden del duque.

La mujer no se resignaba a la situación actual. Pero tenía que soportarla dadas las circunstancias.

—Humph.

La mujer soltó un bufido furioso y dijo con cara de enfado:

—Soportaré que estos hombres se queden aquí. Te lo advierto, Rosaura. No vuelvas a pasarte de la raya o no seré indulgente.

A Rosaura le fallaron las palabras. ¿Cuándo había sido indulgente con ella?

Pero al menos Rosaura pensó que ella misma no sería acosada. Así que apretó los labios y no dijo nada.

La mujer volvió a mirar a los altos guardaespaldas, contra los que no tenía fuerza suficiente para luchar. Luego, se marchó de mala gana.

Nada más dar dos pasos, la mujer vio que Lía seguía allí de pie. De repente, la regañó con impaciencia.

—¿Por qué sigues aquí? Lárgate de aquí. Hay un montón de ropa sucia esperándote.

Lía se apresuró a agitar las manos y explicó:

—No, no me iré de aquí. El señor González me ha dejado acompañar hoy a Rosaura.

Rosaura se sintió sorprendida. ¿Cómo es que Camilo dejaba que Lía la acompañara? ¿Fue porque pensó que se aburriría?

Bueno, era el doble de seguro. Organizó no sólo guardaespaldas, sino también Lía para ella.

La mujer, sin embargo, la miró incomprensiblemente.

—¿Por qué tienes que acompañarla? Fuera de aquí.

Lía negó firmemente con la cabeza.

—Esto fue lo que ordenó el señor González, mamá. Tú me enseñaste a no ir en contra de las palabras de los hombres.

Estas palabras dejaron sin habla a la mujer.

Al ver a su hija de pie junto a Rosaura, se enfadó muchísimo. Pero la idea de que una mujer no podía ir contra la voluntad de un hombre estaba muy arraigada y presionaba fuertemente su ira.

La mujer se fue con cara larga.

Efectivamente, la mujer era la que más odiaba a Rosaura. El mal comportamiento de Rosaura le acarreaba problemas toda la mañana.

La mujer sólo quería que se casara con el duque lo antes posible. Como dice el refrán: —Ojos que no ven, corazón que no siente.

Al ver que la mujer se marchaba, Rosaura suspiró y se sintió aliviada. Decidió volver a su habitación.

Mientras Rosaura se alejaba, Lía la seguía como una cola.

Rosaura se aturdió y dijo:

—¿De verdad piensas seguirme de cerca?

Lía asintió con firmeza.

—Sí, así es. El Sr. González me ordenó que no me alejara tres metros de ti salvo cuando estuvieras en un baño.

—¿Sabes por qué te pidió que me siguieras?

Rosaura sentía curiosidad al respecto.

Lía no estaba dispuesta a ocultar nada.

—El Sr. González me dijo que, aunque había guardaespaldas a tu alrededor, no era conveniente que, como hombres, entraran en tu habitación. Tampoco era conveniente que te vigilaran todo el tiempo. Si te sigo, nadie te hará daño, ni siquiera cuando duermas en tu dormitorio.

Bueno, era un plan elaborado.

Rosaura sonrió sin poder evitarlo. ¿Le preocupaba a Camilo que Héctor se diera la vuelta tranquilamente por la ventana al entrar y luego charlara con ella?

Al pensar en aquel hombre desinhibido e inusual, Rosaura se estremeció.

—Entonces ven conmigo.

Por un momento, Rosaura también sintió que era más seguro que Lía la siguiera.

Gracias a los arreglos de Camilo, Rosaura estuvo viviendo cómodamente estos dos días.

Desde una perspectiva externa, se consideraba un abuso infantil.

Rosaura se sorprendió un poco mirando a Lía.

Obviamente sintió el cambio de actitud de Lía hacia ella en estos dos días.

Al principio, Lía se limitó a seguirla por orden del Sr. González. Pero en el fondo de su corazón, la despreciaba tanto.

Pero ahora, la actitud de Lía hacia Rosaura era mucho mejor. Respetaba a Rosaura de todo corazón.

Rosaura pensó en algo y miró a Lía, preguntándole tímidamente:

—¿Qué opinas de la igualdad entre mujeres y hombres?

Lía se quedó muda por un momento. Le brillaban los ojos, pero dudaba bastante.

Después de todo, el concepto de que las mujeres eran inferiores a los hombres la había acompañado durante veinte años.

Al verlo, Rosaura bajó la voz deliberadamente y dijo con una sonrisa:

—Sólo estoy preguntando. Puedes charlar conmigo.

Al ver la sonrisa de Rosaura, Lía bajó la guardia.

Miró fuera para asegurarse de que no había nadie, salvo varios guardaespaldas, y susurró:

—Antes no sabía que una mujer podía tener este estilo de vida. Pero ahora lo sé. A decir verdad, te admiro. Quiero ser una persona como tú.

Si una chica pudiera ser mimada como una princesa desde pequeña, y después de casarse, su marido la quisiera y la tratara como un tesoro, qué feliz sería en toda la vida.

Rosaura probablemente había adivinado la respuesta. Pero las palabras de Lía seguían sorprendiéndola.

Después de todo, Lía era la que estaba acostumbrada al concepto de que las mujeres eran inferiores a los hombres. Y estaba acostumbrada a mantener un perfil bajo.

Ahora su mentalidad, o al menos su horizonte, había cambiado.

Rosaura le cogió las manos y la miró con ojos brillantes.

—Nadie nace para ser inferior a nadie. De hecho, tú también puedes tener un futuro brillante.

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