Rosaura corrió muy rápido. Utilizó la velocidad más rápida de su vida y corrió muy lejos. Pero aun así, oyó débilmente el disparo.
El sonido del arma pareció golpearla, dejándola rígida y fría.
¿Hubo una pelea dentro?
No le importaban las balas, pero Camilo seguía solo y malherido. ¿Cómo iba a aguantar?
La sola idea la hizo sudar frío y de repente se dio cuenta de algo.
¡Camilo le estaba mintiendo!
Sabía que no podía retrasar demasiado a Samantha con palabras, y mucho menos retrasarla una hora.
Él sólo quería que se fuera y mantenerla con vida.
El cuerpo tenso de Rosaura tembló y casi se cayó.
Al momento siguiente, se dio la vuelta asustada y echó a correr en la dirección por la que había venido. Tenía los ojos rojos como si estuvieran a punto de romperse.
Estaba aterrorizada.
Tenía miedo de ver el cuerpo de Camilo cuando volviera.
Aunque tuviera que morir, moriría con él. ¿Cómo podría vivir sola?
¡Mentiroso! ¡Mentiroso!
Nunca volvería a confiar en él.
Este camino estaba diez veces más lejos que cuando Rosaura partió.
Cada minuto y cada segundo, se sentía como si hubiera pasado por varios siglos.
Cuanto más retrocedía, más fuerte y duro era el disparo que oía.
Tenía los ojos empañados por las lágrimas. No se atrevía a imaginar lo que estaba pasando con Camilo.
Qué miserable y terrible sería.
—¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
Las balas impactaban en el maletero una tras otra.
Los guardias se acercaban cada vez más.
Debido a tantas balas y a la distancia, Camilo ni siquiera podía disparar. En cuanto estirara un dedo, le dispararían.
Perdió todas sus fuerzas y se apoyó en el tronco del árbol con el rostro pálido.
Parecía extremadamente tranquilo e indiferente, ignorando el peligro y las balas a sus espaldas. Miró directamente a la dirección en la que Rosaura se marchó con ternura.
Rompió su promesa.
—¿Rosaura me culpará cuando vuelva? ¿Se pondrá muy triste? —pensó.
Pero esa vez temió no poder secarle las lágrimas.
—¡Bang!
Una bala atravesó el borde del tronco del árbol y le alcanzó en el brazo.
El cuerpo de Camilo temblaba. Bajó lentamente la cabeza y miró la nueva herida de su brazo, pero su expresión no cambió mucho.
No le importaba que esa gente ya hubiera venido.
—¡Bang, bang, bang!
De repente, se oyeron disparos desde otra dirección.
Las balas se dispararon una a una contra los guardias.
Varias personas más cayeron al suelo.
Los ojos de Camilo, que no brillaban, temblaron de repente. Sorprendido, levantó la vista hacia el lugar donde se había disparado el arma. Cuando vio claramente de quién se trataba, sus pupilas se dilataron de repente.
—¿Por qué has vuelto? —gritó enfadado.
Al oír el rugido de Camilo, Rosaura por fin se sintió aliviada.
Afortunadamente, lo consiguió.
Todavía estaba vivo.
No se demoró. Con una pistola en la mano, aprovechó la ventaja geográfica para disparar continuamente contra el grupo de personas.
A través del susurro de los árboles y la hierba, vio a una persona tendida en el suelo.
Era la primera vez que Rosaura mataba a alguien.
Pero estaba tan asustada que estaba entumecida. Era como una máquina de disparar, apretando el gatillo continuamente.
Este lugar era como el infierno.
—Estoy aquí. Estoy aquí.
Cuando ella le llamó, él contestó amablemente.
La abrazó con fuerza, acariciándole la espalda con sus grandes manos para reconfortarla.
Sabía que estaba asustada.
Ella ya había gastado todas sus fuerzas en los disparos de hace un momento.
Camilo sintió pena por ella y se odió más. Fue incriminado por Samantha y no tenía escapatoria, forzando a su cobarde mujer a tal situación.
Esto podría ser una pesadilla para Rosaura.
—Camilo, no quiero dejarte... No quiero separarme de ti... Por favor, no me alejes. Yo tampoco te dejaré... Si quieres morir, moramos juntos. No quiero separarme de ti aunque muera...
Rosaura enterró la cara en el cuello de Camilo, sollozando y hablando incoherencias.
Tenía mucho miedo. El miedo en el camino era más insoportable que la muerte.
Sosteniendo a Rosaura en sus brazos, Camilo suspiró profundamente con ojos sombríos.
En estas circunstancias, ¿cómo iba a alejarla?
Le dio una palmada en la espalda y le dijo en voz baja:
—No moriremos. Como todos se han retirado, aún tenemos una oportunidad.
Camilo no esperaba que Rosaura, que nunca había tocado un arma, fuera tan poderosa en ese momento.
Hizo que esos guardias tuvieran miedo.
Pensaron que había una trampa, así que pudo seguir el juego.
¿Aún tenían posibilidades?
A Rosaura le pareció ver un rayo de luz en la oscuridad. De pronto, levantó la cabeza y miró a Camilo con ojos llorosos.
—¿Todavía hay alguna posibilidad? —preguntó entre sollozos.
—Sí —Camilo asintió y puso la otra pistola en la mano de Rosaura.
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