30 Días de Prueba Amorosa romance Capítulo 807

Le vio beber continuamente. Casi se bebió una botella de vino, lo que hizo que su corazón se sintiera muy incómodo.

Lía alargó de nuevo la mano para coger la botella.

Esta vez, agarró la botella con mucha más fuerza, y su actitud era muy decidida.

—¡No bebas más! Si agarras otra botella, te la volveré a coger.

El cuerpo de Héctor se puso rígido de repente.

Este tono áspero le hizo pensar involuntariamente en el rostro de Rosaura. En Odria, sólo esta mujer se atrevía a ser tan presuntuosa y poco razonable con él.

—Rosaura, ¿estás aquí?

De repente, Héctor levantó la cabeza y miró a Lía con sus ojos borrosos, brillantes como las estrellas.

Lía miró a Héctor aturdida. Era la primera vez que él la miraba así.

El amor ardiente la hizo sentir como si la hubiera alcanzado una corriente eléctrica.

Su corazón latía deprisa.

La cara de Héctor se puso roja porque había bebido mucho vino. Sonrió y alargó la mano para coger suavemente la de Lía.

La miró fijamente y le dijo:

—En realidad estás preocupada por mí, ¿verdad? Si viniste a verme, ¿significa que realmente me llevas en tu corazón?

Esas palabras profundas y magnéticas eran como un hechizo mágico, que aplastaba los corazones de la gente.

El corazón de Lía latía desbocado, como si se le fuera a salir del pecho. Aunque sabía que Héctor la había confundido con otra persona, sus palabras seguían atrayéndola profundamente.

Las lágrimas empañaron sus ojos y se atragantó.

—Sí, estoy preocupada por ti. Yo...

Tras una breve pausa, Lía pareció haber usado el mayor coraje de su vida.

—Me gustas, Héctor.

Le gustaba tanto que casi se volvía loca.

Aunque estuviera borracho y la confundiera con otra mujer, ella seguía obsesionada con su amor. Prefería ser una sustituta que dejarse mirar por él el resto de su vida.

Porque estaba desesperada por saber que el sobrio Héctor nunca le haría esto.

A sus ojos, sólo estaba Rosaura, no ella.

A Héctor le temblaba la cara. Extendió la mano y tocó suavemente la cara de Lía.

—¿Estoy soñando? Realmente quiero oírte decir eso en mi sueño.

Sus dedos acariciaron suavemente su mejilla, y cada centímetro de su tacto fue con una corriente conmovedora.

Lía se frotó los ojos con lágrimas y dijo:

—Parece que yo también estoy soñando...

Para ella era sólo un sueño ser tratada y tocada suavemente por él.

—Si es un sueño, no despiertes. No quiero despertar.

Héctor acercó a Lía y la besó.

Con un fuerte olor a alcohol, la besó ferozmente.

Lía tenía el cuerpo rígido y estaba totalmente confusa. Ensanchó los ojos y miró la cara que tenía delante.

Nunca la había besado un hombre.

Y él era el hombre que ella amaba.

Su corazón latía tan deprisa como si se le hubiera salido del pecho y su mente estaba en blanco. Estaba perdida y ni siquiera sabía cómo pensar y reaccionar.

El olor a alcohol era tan fuerte que no pudo resistirlo.

El hombre que estaba en la puerta se quedó estupefacto y observó la situación en el interior.

¿Por qué la había besado de repente?

Dios mío.

Luego, cerró la puerta enseguida.

No había visto al duque Héctor mantener contacto íntimo con ninguna mujer desde hacía más de veinte años. Pensó que el duque Héctor sería soltero el resto de su vida, pero no esperaba que fuera tan feroz cuando empezara a intentar amar a una mujer.

Efectivamente, trató a Lía de forma diferente.

Pensando en esto, su subordinado sonrió y cerró la puerta en silencio, dejándoles a los dos espacio suficiente.

...

Al amanecer, Lía abrió lentamente los ojos y vio al hombre que tenía delante. Tenía un rostro impresionante y delicado.

De repente, el rostro de Lía se puso mortalmente pálido, como si una palangana de agua fría le cayera desde la cabeza, dejándola helada desde la cabeza hasta los pies.

¡¿Por qué estaba aquí?!

Anoche, Héctor pensó que era Rosaura quien estaba con él.

Ahora que la veía, se sentía decepcionado y enfadado.

Estaba muy avergonzada.

Lía apretó los dientes y se le llenaron los ojos de lágrimas.

Héctor la miró aturdido. Ella tenía marcas en el cuello.

Todo ello demostraba claramente la relación entre él y ella.

Después de la resaca, le dolían aún más las sienes.

Héctor soltó el brazo de Lía casi con pánico. Se incorporó de golpe, se envolvió en el pijama y salió de la cama.

Se puso al otro lado de la cama y vio sus ropas en el suelo. Sabía lo absurdo y loco que había sido lo de anoche.

Le dolía la cabeza.

—Lía, anoche, yo... Te confundí con otra persona.

Ella lo sabía.

Pero lo que él dijo fue como desgarrar la cicatriz de su corazón. Era tan doloroso que no sabía cómo respirar.

Lía sentía frío en todo el cuerpo y dolor.

Al ver la expresión de Lía, Héctor se sintió muy incómodo, como si estuviera reprimiendo algo.

Se culpó por acostarse con la persona equivocada.

—Lo siento. Hice algo que te hirió. Te compensaré con lo que quieras —dijo con voz grave.

¿Compensar?

¿Le iba a dar dinero?

Lía sintió un nudo en la garganta y no pudo evitar echarse a llorar. ¿Cómo podía ser eso lo que ella quería?

Pero él no podía permitirse lo que ella quería.

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