De pronto un estrepitoso trueno resonó en el cielo y retiré mi mano con brusquedad y temor, la luz empezó a parpadear debido a una falla eléctrica por el gran rayo que había caído bastante cerca. La sonrisa maquiavélica que se dibujó en el rostro que tenía frente a mí, me causó un gran pánico, pero controlé mi respiración e intenté calmarme, mientras las luces iban y venían, se escuchaban algunos gritos de terror, que solo me hacían estremecer aún más; hasta que segundos más tarde se normalizó la electricidad y las lámparas se encendieron con normalidad.
Llevé una mano a mi pecho en un gesto de alivio porque ya el momento de una escena de terror había terminado; sin embargo, seguía teniendo al monstruo frente a mí y su sonrisa irónica no se borraba.
—¿Creíste que no me volverías a ver, mi amor? —cuestionó, sonriendo con malicia y mantenía una ceja enarcada, como esperando mi respuesta.
Mis manos y piernas temblaban debido al miedo que me provocaba tenerlo cerca, pero la fiera que había en mi interior luchaba por salir y le cedí el paso.
—¿Qué haces aquí? —pregunté con frialdad y tratando de sonar indiferente. No iba a permitir que me intimidara de nuevo, esta vez me sentía con más fuerza, después de todo lo que había sucedido en la universidad y de sus asquerosas manos tocando mi piel, me provocaba asco. Así que para no tener que ver más su rostro, tomé una toalla de tela para limpiar el mostrador.
—Me parece que es obvio, vine por ti —respondió de inmediato y antes de que pudiera replicar, agregó—: ¿O que creías? ¿Creíste que te salvarías de mí? ¿Qué por testificar en mi contra no me volverías a ver?
Me detuve y apreté uno de mis puños contra la repisa.
—¿En serio lo creíste, mi amor? ¿Crees que iba a dejar que te quedaras con el idiota de Queen? —susurró con voz ronca.
—James… —vacilé, pero no encontré las palabras adecuadas entre el nido de temores. Realmente sí, esperaba no volver a verlo más y mi amiga tenía razón en tener miedo, James estaba peor que antes.
—Bella, Bella, te salió mal el juego —interrumpió y su voz sonó fría y maliciosa—, pero no te preocupes, estoy dispuesto a perdonarte si te vas conmigo y olvidamos todo lo que ha pasado.
Su mano se fue aproximando hasta el mostrador y poco a poco intentó tocar mi mano, a lo que reaccioné violentamente e incluso sentí ganas de vomitar.
—¡Lárgate! —exclamé con rabia y aparté mi mano de un tirón—. Lárgate o le diré a esos policías que me estás acosando —amenacé furiosa y señalé a los guardias que estaban comiendo helado al extremo de la panadería—, no creo que quieras regresar a la cárcel o que quieras que tu madrecita linda vuelva a pagar un soborno solo porque su adorable hijo no se supo controlar.
Dirigió su mirada hasta ellos y luego soltó una risotada, giró su rostro y me observó con detenimiento, su expresión era divertida y como si disfrutara verme confundida, se giró muy lentamente para después exclamar:
—Coronel Jhon, cabo Hernández.
Los policías se giraron y lo voltearon ver. Se saludaron con un gesto de manos y una sonrisa en sus rostros me demostró que lo conocían.
—¿Cómo vas, James? —exclamó uno—. Te estuvimos esperando anoche en el bar.
Mi ex hizo un gesto y señaló su celular y el policía asintió sonriendo.
—¿Y bien? —replicó mi ex girándose con el ceño fruncido y una sonrisa malvada y burlona—. ¿Me decías?
Resoplé molesta y entrecerré mis ojos. Rogaba que Matt apareciera en algún momento. Había ido al supermercado aprovechando que yo estaba para atender y que no había muchos clientes, además, necesitaba los ingredientes para el pedido de esa noche y quizás tardaría en llegar.
Me sentía vulnerable y desprotegida, temerosa de que James pudiera hacerme algo y que nadie me pudiera ayudar.
—Creo que no has aprendido la lección, James, estás yendo muy lejos con todo esto. Si tú mismo fuiste el que desde un principio quiso las cosas así, ahora estamos por caminos muy distintos y espero que lo entiendas —repuse molesta. Quería decirle todo lo que se merecía, pero por recomendación del médico, debía estar lo más tranquila posible y evitar alteraciones para prevenir el desequilibrio en mi presión arterial que podía afectar a mi bebé, así que intentaba controlar y modular mi voz, pero igual salía cargada de rabia y odio.
—Tú y mi hijo se vienen conmigo —gruñó con rabia y se bajó la capucha del abrigo que cubría su cabeza—, y eso espero que lo entiendas.
¿En serio creía que después de todo, quería irme con él?
Solté una carcajada irónica y negué con la cabeza.
—Tú no eres mi papá para que me des órdenes y por si no te ha quedado claro o si no has logrado asimilarlo con esa nuez de cerebro que tienes, no voy a irme contigo a ningún lado. Es más, lamento y me arrepiento todos los días, de haber pasado contigo esos cinco años de mi vida —repliqué con sequedad y repudio—. En serio, estar contigo fue la peor decisión que he tomado.
—Eso lo dices porque de seguro tu amiguita te metió esos cuentos en la cabeza, pero cuando estábamos juntos decías lo contrario. Me amaste y me sigues amando, así como yo —intervino y su voz se fue tornando más baja hasta casi susurrar.
—A Mell no la metas en esto, James. Tu solito escribiste tu propia versión en esta historia, nadie más lo hizo —discutí molesta y mi voz subió de tono—. No te amo, te odio.
—No puedes odiarme, me amaste cinco años, así que eso no me lo creo. Sé que sigues amándome y que no logras sacarme de tus sueños —agregó de inmediato e intentó tocar mi mejilla, pero me aparté de nuevo.
—Ajá, Brad Pitt, por cierto, ¿cómo me encontraste? —pregunté con sarcasmo y haciendo caso omiso a su argumento.
—Bella, sé más de lo que piensas —repuso con tranquilidad y esbozó una sonrisa con orgullo y suficiencia.
—Y yo también —afirmé molesta—. ¿De quién es la prueba de embarazo que estaba en el baño de nuestro apartamento? —espeté con voz desafiante.
Sus músculos empezaron a tensarse, la vena de su cuello empezó a palpitar más rápido y un sonrojo descomunal coloreó su rostro.
—No lo sé —respondió tenso y nervioso mientras jugueteaba con sus dedos para evitar mi mirada.
—¿C-cómo? —pregunté incrédula ante tanto cinismo—. ¿Tenías tantas amantes que ni siquiera sabes cuál es la que está esperando un hijo tuyo?
—No es así, yo solo te amaba a ti.
Reí mordazmente y me crucé de brazos.
—Ajá, te acostabas con las otras, pero me amabas a mí —refuté—, a ver, James, ¿se supone que eso me debe alegrar? ¿Me debo sentir afortunada, acaso?
Se quedó en silencio, pero seguía manteniendo sus facciones tensadas y miraba cada gesto que yo hacía con mis manos mientras hablaba.
—No es lo que piensas. Yo le presté el apartamento a un amigo y...
¡La clásica! ¡El amigo, el primo, el tío, el sobrino, el tatarabuelo!
Moví mi cabeza varias veces, atónita e incrédula ante su respuesta, pero proseguí limpiando bajo la mirada desconcertada de James.
—Te lo juro...
—A mí no me vengas con excusas tontas y baratas, James, tengo la edad y experiencia suficiente como para estar segura de qué sabes a la perfección de qué hablo —exclamé furiosa al borde del grito—. ¿No será la rubia falsa que estaba contigo el día que te largaste como un cobarde del apartamento para evadir a los compradores a los que estafaste?
—¿Cómo sabes lo de la estafa? —cuestionó de pronto.
—No me das miedo —repliqué con voz segura, aunque sí tenia miedo, por lo que fuera capaz de hacer, su actitud era como de una persona con algún trastorno.
—Deberías tener. No sabes de lo que soy capaz por conseguir lo que me propongo —farfulló rabiosa—. He visto cómo te mira y cómo lo provocas, antes de que llegaras todo era mejor.
—No tengo la culpa de que él me mire de esa forma y lamento mucho que pienses así, porque no estoy aquí por él ni por ti, estoy porque necesito el trabajo, porque si no fuese por la necesidad, me hubiera largado antes de aguantar a una bruja como tú —repuse fríamente.
—Ya estás advertida —susurró meneando el dedo ante mis ojos—, aléjate de mi Matt.
Mantuve mi mirada puesta sobre sus facciones y analicé sus palabras con detenimiento hasta que caí en cuenta de algo.
—¿Tú Matt? ¿Es tan tuyo que aún no sabes cuál es el secreto que esconde? —interrogué con sarcasmo y fruncí el ceño—. ¿Cómo dices que es tu Matt si ni siquiera te presta atención?
Enseguida tensó los músculos de su rostro y si respiración se tornó agitada. El brazo que tenía contra la pared empezó a temblar y me lanzó una mirada de odio.
—¡Eso no es problema tuyo!
—Ni Matt tuyo —repliqué con una sonrisa burlona y me agaché para salir por debajo del brazo que mantenía extendido—, gracias por esta amena conversación.
Justo en ese momento, el rey de la panadería entró. Venía mojado de la lluvia fuerte que caía afuera y con algunas bolsas en sus manos. Julia corrió hacia un mueble y tomó una toalla. Se apresuró a su encuentro y apenas lo tuvo cerca comenzó a secarlo. Pero Matt no me quitaba los ojos de encima y seguía acercándose a paso rápido hasta mí.
Cuando estuvo a solo unas cuantas pulgadas de distancia, sacó del bolsillo de su abrigo, un empaque rectangular y lo extendió.
—Te traje esto, ojalá te ayude a sentirte mejor —susurró y esbozó una sonrisa leve—, no sabía si te gustaban las almendras o el maní, así que escogí el que trae ambas cosas.
Me sonrojé y cuando leí la etiqueta abrí mis ojos con sorpresa. Era de una marca bastante cara por su refinada calidad e inigualable sabor, solo lo había probado dos veces y eso, porque lo habían puesto como bocadillo en una de las cenas de negocio en uno de los hoteles más caros de Nueva York y a las que había asistido con James.
¡No podía creerlo!
—Gra-gracias Matt. No te hubieras molestado —agradecí apenada y sonrojada a causa de mis nervios locos—, pero no puedo aceptarlo, es demasiado costo…
—Eso es lo de menos, solo quiero ver tu sonrisa otra vez, cambiar tu estado de ánimo y que tus ojos vuelvan a brillar —repuso con modestia—, el chocolate es muy bueno para olvidar las penas.
Me quedé en silencio y suspiré disimuladamente. Julia presenciaba esa escena con una palidez única en su rostro, y detrás de Matt me hizo un gesto enfurecido, pero decidí extender mi mano y tomar el chocolate que me ofrecía mi jefe. Rápidamente su rostro se tornó rojo y un gemido salió de sus labios, tiró la toalla al piso y salió corriendo hacia el baño.
—¿Qué le pasa a Julia? —cuestionó Matt mirando hacia la toalla en el piso y luego hacia la puerta del baño—. Nunca había hecho algo así.
Tomé aire para responder, pero no pude hacerlo porque la presencia de dos hombres llamó nuestra atención.
—¿James se fue? —preguntó uno de los policías de pie ante nosotros—. ¿Dijo si regresaría?
Tragué saliva con dificultad y un nudo en mi garganta se formó al ver que Matt posaba sus ojos en mí y luego en los policías, como intentando encontrar una pista en todo aquel enigma.
—¿James? ¿Quién es James? —preguntó Matt desconcertado y rascó su cabeza sin dejar de mirar mis ojos y mis mejillas pálidas—. ¿Sabes de qué hablan, Bella?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés]