Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 28

Darle una explicación sobre ese momento fue casi insignificante al lado del discurso que le dio Matt sobre cómo debía comportarse desde ese día en adelante, empezando por tratarme bien y comprometerse a dividir las labores por igual.

Julia solo asentía, pero desde lejos podía notar su furia y molestia. Era evidente que nunca podríamos llevarnos bien, mucho menos después de haber puesto a mi mejor amiga en mi contra; pero no iba a seguirle el juego estúpido y debía comportarme debidamente, aunque eso me costara.

Tener un momento a solas para hablar con Matt sería difícil, porque cuando intentaba acercarme, ella también lo hacía, buscaba la excusa para anteponerse o para llamar su atención primero.

Realmente mi intención era solo entender porqué Matt se comportaba de esa manera, era bastante extraño que pudiera pasar de un estado de ánimo a otro en tan solo segundos, y esas palabras que solía repetir solo me demostraban que no era tan inocente y que mi vida podía estar en peligro a su lado.

Yo solo necesitaba la verdad.

Pero me estaba costando mucho descifrarla entre aquel enigma de secretos y misterios, que me dejaban más preguntas que respuestas.

El día pasó rápido, entre diversas tareas que habían quedado sin hacer del día anterior; y la tarde fue aún más breve debido a la intensa lluvia que caía por tercer día consecutivo.

Los árboles se movían con rudeza cuando la fuerte brisa los sacudía, las gotas caían libremente por el vidrio y dejaban todo empeñado a su paso; solo se divisaban algunos paraguas al otro lado de la calle, y algunos autos que se movían con rapidez por la carretera. El cielo estaba oscuro y las nubes grises dejaban caer gruesas gotas que al chocar provocaban un fuerte ruido.

Sequé mis manos y me coloqué un abrigo, hacía mucho frio y ya había finalizado mis deberes. Matt estaba en la cocina terminando de hornear el pan y Julia estaba limpiando el baño. Me senté en la mesa cercana a la ventana, tomé el libro entre mis manos y comencé a leer. Detuve mi lectura por unos segundos y me aventuré a observar el panorama, las luces empezaban a encenderse y el cielo se había tornado azul oscuro; la lluvia no bajaba su intensidad y uno que otro relámpago alumbraba el cielo de color violeta, luego se escuchaba el rabioso trueno y la vibración que provocaba hacía que mis oídos retumbaran.

Suspiré y di un rápido vistazo por el salón; las mesas estaban limpias y las sillas vacías, ese día solo habíamos atendido a dos clientes y uno de ellos solo había ido por café. Hacía días que no veía la panadería abarrotada cómo antes, podía ser a causa de la tormenta o quizás no. El movimiento de los clientes había ido disminuyendo considerablemente pero poco a poco; como si por alguna extraña razón se hubieran puesto de acuerdo para no asistir más.

Miré un mural que había a un lado de la pared, donde Matt solía graficar las ventas por día y negué con la cabeza, la línea iba en picada. Las cuentas no daban y había escuchado a mi jefe hablar con los proveedores para que le extendieran el plazo de pago. Las últimas semanas solo habían significado pérdidas cuantiosas en materia prima y empezaba a poner en riesgo mi trabajo. Si seguíamos así, lo más seguro era un despido.

Volví a mirar por la ventana y me quedé absorta mirando cada detalle de la noche y cómo el cielo dejaba de convertirse en gris hasta quedar oscuro en su totalidad.

—No permitiré que esta vez me lo desprecies —dijo Matt, de pronto y me hizo sobresaltar porque no me esperaba su presencia. Luego depositó una taza de chocolate caliente en la mesa y sonrió.

Fruncí mis labios y sacudí mi cabeza. Hacía un par de horas me había negado a recibírselo, pero ahora él mismo lo había llevado hasta mí. Esbozó una leve sonrisa; tenía puesto un delantal y un gorro como los de chef y alguna que otra mancha de harina se asomaba en su rostro.

—Ya sé lo que me dijiste —se adelantó y tuvo que forzar la voz porque la lluvia caía copiosamente sobre el tejado—, pero no puedo permitir que estés aquí con frio, teniendo mucho chocolate caliente que puede ayudarte a aliviarlo.

Gruñí y tomé la taza, luego di unos cuantos sorbos y realmente sentí cómo el frio poco a poco fue abandonando mi cuerpo.

Miró hacia el mural y la decepción se dibujó en su expresión. Se sentó frente a mí y miró hacia la ventana, luego dejó salir algo de aire por su boca y me miró nuevamente.

—Me preguntaba, ¿tú que piensas qué pudiéramos hacer para tener más clientes? ¿Qué crees que podamos implementar para aumentar las ventas? —cuestionó de pronto y unió sus manos sobre la superficie de la mesa—. He tenido que cancelar tres pedidos y ya no sé cuantos más tenga que seguir cancelando si las ventas siguen tan bajas, cada día veo como esta empresa poco a poco se va hundiendo en una crisis de la que tengo temor a no saber cómo enfrentarla.

Suspiró y noté algo de tristeza en su voz. Eso era algo que yo también me lo había preguntado varias veces en este último mes. Quería hacer algo para ayudarlo, porque era mi trabajo el que estaba en juego y no podía darme el lujo de perderlo. No había estudiado publicidad ni estrategias de marketing, pero con mi poca y reducida experiencia, sabía que el ambiente mismo, era algo que quizás no era del total agrado de los clientes, todo era muy aburrido, elegante, pero sin vitalidad, sin animación y sin diversión.

—Pues... creo que debiéramos hacer algo que llame la atención —dije con timidez. Me apenaba un poco decirle mi humilde opinión, porque la menos indicada era yo, una futura periodista—. La gente busca salir de casa para distraerse, busca salir entre amigos o con su pareja para divertirse, y aunque esta panadería es bastante elegante, es monótona.

Su mirada me examinó con detenimiento y algo de confusión. Mis mejillas se ruborizaron y tragué saliva con dificultad. Había cometido un error al decir eso, pero ya que había dicho el problema, debía decir la solución.

—¿A qué te refieres? —interrogó, frunciendo el ceño—, ¿Podrías explicarme más, por favor?

—Pienso que estaría bien cambiar el ambiente, hacer algo más divertido. Podemos implementar algo de colores, poner juegos para niños y cambiar un poco el aspecto formal, por uno más llamativo, incluso, podemos poner música, he visto un equipo de sonido allá. —Señalé con mi mano, hacia un cajón que había en una esquina—. Y creo que…

—Espera… ¿Has abierto las gavetas? —interrumpió de golpe. Su voz sonó molesta y sorprendida.

Asentí con lentitud. Su rostro palideció y su frente se tensó, su mirada se volvió fría y el brillo de sus ojos desapareció instantáneamente.

—Creo que te dejé bien claro que ese mueble no se abría ni se tocaba —dijo con voz ronca y bastante escalofriante.

La verdad no recordaba que me hubiera dicho eso. Pero no valía la pena pelear por una tontería, después de todo, era solo un mueble ¿no?

—Lo siento, Matt no lo sabía —murmuré avergonzada y bajé mi cabeza.

—Bien, entonces ya lo sabes —espetó con frialdad. Me aventuré a mirarlo, pero casi me caigo de la sorpresa. Sus ojos estaban perdidos, desenfocados y de su sonrisa sincera no había ni un rastro—. Espero no tener que repetirlo.

Todo me resultaba estremecedor, su mirada perdida y su voz molesta recorrieron cada centímetro de mi piel, haciendo que mis vellos se erizaran.

—Matt, ¿estás bien? —pregunté tímida y nerviosa por el cambio repentino en la actitud de mi jefe.

Me miraba con molestia y enfado, mi corazón palpitaba furioso y mi mente se esforzaba en entender toda esa situación asfixiante y desesperante. Unos segundos después, Julia salió del baño y observó la escena desde unos metros.

No entendía nada de lo que estaba pasando, Matt me había atemorizado al hablarme tan cortante y soez hacía un rato, pero ahora parecía un chico bueno y tierno como siempre, su voz sonaba tan genuina y conmovedora.

—Bella, no quería, te aseguro que no quería hablarte así —seguía hablando con dificultad, era como si estuviera conteniendo las ganas de llorar—, pero es que…

Tragué saliva y tomé un poco de aire, me giré poco a poco y con gran lentitud abrí mis ojos, primero uno y luego el otro. Mi expresión se suavizó al ver que no tenía un cuchillo, ni un arma ni nada de lo que me había imaginado, pero sí tenía los ojos cristalizados y una visible tristeza.

—Esto es tan confuso, Matt —repuse con desconcierto—, yo... no sé qué decirte. Me dejaste confundida hace un rato. Discúlpame si hice algo que no debía, no era mi intención, nunca dijiste nada acerca de ese mueble, no sabía que te pondrías así solo por abrirlo y…

—Solo quiero protegerte de todo el mal que me rodea, no soy tan bueno cómo piensas —interrumpió y secó un par de lágrimas que resbalaban por sus mejillas—. Es mi culpa.

Enarqué una ceja y lo miré más de cerca. Se notaba tan cansado, tan ausente y como si por su cabeza pasaran un millón de cosas a la vez, porque se esforzaba en mantenerse de pie.

—No entiendo nada de lo que hablas, Matt. Yo solo sé que algo no está bien y por favor, te agradezco si me lo cuentas, necesito saber qué es lo que sucede —repuse con seriedad y arranqué un gemido de sus labios.

—No me pidas eso, Bella, por favor, te lo imploro —sollozó y esta vez el llanto fue incontrolable—, cuando lo sepas, no querrás verme nunca, y yo no quiero perderte…

—¿Por qué dices eso? —inquirí en un susurro debido al impacto que estaban teniendo sus palabras en mi interior.

—No quiero perderte —repitió con voz ronca y se acercó un poco más. Sus labios se movían con lentitud y sus ojos miraban cada detalle en mí—, no quiero.

Me dejé llevar por el roce de su mano en mi rostro.

—¿Qué es lo que sucede, Matt? —interrogué en voz baja.

—Cuando sea el momento indicado, lo sabrás, pero no ahora, por favor, déjame disfrutar este —susurró y se acercó hasta acortar la distancia.

Sentía su respiración entrecortada, estaba tan nervioso como yo. Tenía miedo de no saber cómo corresponder su beso, hacía tanto que no besaba a alguien que ya hasta se me había olvidado como hacerlo. Tocó mi mejilla. Un roce suave. Cerramos los ojos. Sus labios se posaron en los míos y sentí el calor de su boca.

Pero de pronto, un estruendo nos apartó con brusquedad y un haz de luz traspasó nuestros ojos.

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