Salimos de la habitación tomados de la mano, y en mi bolso iba la carpeta con el documento impreso de mi discurso. Para evitar que mi novio lo leyera, había decidido guardarlo dentro de mi cartera. Toqué la puerta de la habitación de Mell y después de esperar cinco minutos sin respuesta, volví a tocar, pero con más fuerza. Ella solo gritó que aún no estaba lista y que Javi la llevaría apenas terminara de maquillarse, así que decidimos irnos primero porque no queríamos retrasarnos más.
La tarde era realmente hermosa. El cielo parecía sacado de una pintura, estaba teñido de una mezcla de colores naranja y rojizos. Amaba el ocaso, era de las mejores vistas que se podían disfrutar en la vida. En el cielo los últimos rayos del sol iluminaban el horizonte haciendo que los matices se mezclaran y formaran una preciosa combinación entre distintos tonos.
Alex me detuvo antes de que pudiera llegar al auto y sacudió el volado de mi vestido porque una de las flores de uno de los árboles había caído sobre el ruedo. Sonreí y aprovechando la posición frontal, acomodé el nudo de su corbata que estaba un poco flojo. Él dio un beso en mi frente y entrecerré los ojos para disfrutar del olor irresistible de su perfume.
Extendió una mano y abrió la puerta, luego hizo una señal invitándome a tomar asiento, me tomó de la mano y me ayudó a pasar. La cerró apenas mi cuerpo estuvo adentro y luego rodeó el auto para llegar a su puesto. Encendió el motor y abrochó su cinturón, tomó mi mano entre las suyas y la besó con dulzura antes de susurrar:
—Mi preciosa periodista, su momento ha llegado.
En los veinte minutos siguientes recorrimos las calles del centro de la ciudad y el anochecer empezó a caer. El cielo se tornó oscuro y las estrellas se asomaron apenas los últimos rastros de rayos del sol se perdieron; las luces de los edificios rápidamente se encendieron y daban un aspecto agradable a la noche.
Al llegar al lujoso hotel donde se celebraría el evento, nos dimos cuenta de que el estacionamiento estaba repleto ya de autos. Alex tuvo que hacer unas cuantas maniobras para poder encontrar un lugar y dejarlo cerca del recinto. Me tomó de la mano y con su mirada embelesada me recorrió una vez más, noté el calorcito subiendo por todo mi cuerpo y tosí un poco para alejar la llama que se encendía cada vez que sus ojos me miraban con tanta fascinación.
Sonrió y flexionó su brazo un poco para que pudiera meter mi mano por el espacio que se había formado y sin pensarlo lo hice. Me sentía orgullosa de ser su novia.
Así, tomada de su brazo recorrí el bonito jardín de las afueras del hotel, hasta llegar a la recepción. Las personas caminaban en distintas direcciones y la elegancia se hacía visible en sus vestuarios, pero también en la elegancia de la estancia. Las lámparas cristalizadas y la decoración tan perfecta del salón de admisión me hacían sentir en un mundo lejano, donde los castillos de princesas si existían.
Nos detuvimos frente a la barra y de inmediato una chica rubia vestida de negro con rojo, apareció frente a nosotros, con una sonrisa extremadamente dibujada en sus labios y una mirada llena de amabilidad.
—El evento es en el salón de la izquierda —explicó después de presentarse y dar una cordial bienvenida al hotel y una pequeña reseña acerca de su historia.
Tuve que presentar mi carné de estudiante y Alex pagó por su entrada, porque al no ser estudiante debía dar una donación para supuestos asuntos universitarios, aunque la verdad, ese dinero siempre paraba en todo menos en la universidad.
—Debe colocarse este cintillo, joven —comentó la chica y extendió un cintillo de color dorado donde ponía el título del evento y el lugar.
Mi novio asintió y lo tomó, luego se lo colocó en su muñeca y seguimos caminando por el pasillo señalado mientras admirábamos la elegancia y la alfombra roja por la que caminábamos como si fuésemos estrellas de Hollywood.
De pronto, una intersección apareció ante nuestros ojos y notamos el salón de la izquierda, un enorme espacio, pero estaba abarrotado y la multitud luchaba por entrar y hacerse un espacio en la puerta. Uno de los profesores salió y puso orden, enviando a todos a formar una fila para poder organizar la entrada al salón de las presentaciones.
Luego de estar de pie por al menos veinte minutos, mientras la multitud se iba haciendo más y más pequeña, nos llegó el turno para entrar. Al pasar por la puerta principal mis ojos se enfocaron directamente en el hermoso escenario que se levantaba sobre algún tipo de base, hasta quedar suspendido frente a las dos mil sillas ya bastante llenas.
Mis pulsaciones comenzaron a acelerarse al ver la enorme cantidad de personas que esa noche serán testigos visuales y auditivos de mi presentación. La cabeza me empezó a dar vueltas y la sensación de vértigo se intensificó en mi estómago. No obstante, respiré e intenté dejar salir el aire con paciencia para no alterarme más y lograr estabilizar mi estado emocional.
Una de mis compañeras se tropezó con nosotros y me indicó que debía subir al escenario porque los estudiantes tenían los asientos designados en el orden de las presentaciones por orden alfabético. Fruncí mis labios e hice un puchero al mirar a mi novio porque debía separarme de él por un tiempo. Pero, las palabras de ánimo que dejó en mi oído y la afirmación de que creía en mí, me hizo tomar fuerza y valentía, no podía decepcionarlo. Debía dar lo mejor de mí.
Caminé entre el poco espacio que quedaba entre las filas de las sillas y noté los cuchicheos de algunas personas que ya habían tomado asiento, entre ellos, todas las familias de las que mi madre siempre le importó su opinión; pero ya me daba igual, estaba embarazada y no me apenaba… pena debía darle a mi madre haber intentado secuestrar a su propia hija,
Oriné rápidamente y salí del baño casi a la velocidad de los baños de James, es decir, en un dos por tres. Me lavé las manos y me miré en el espejo, y sí, me sentía hermosa. Aunque luego un sentimiento de nostalgia se apoderó de mí cuando recordé que entre esas dos mil personas solo había una que estaba orgullosa de mí, y sí, mi novio era el mejor; pero no podía evitar que mi mente y mi corazón fuesen atormentados por la ausencia de mi familia en ese momento tan importante y crucial para mi vida.
Sequé mis manos y deposité el papel desechable en el cesto, luego saqué mi celular e intenté marcarle a Mell, pero cuando iba a apretar en la pantalla el botón para llamar, recordé que al faltar solo tres minutos seguramente ya había llegado y si tenía el celular en sonido, algunas de sus canciones de Tiik Tok, resonaría por las bocinas, así que, para evitar una vergüenza, decidí no llamarla.
Salí del baño y otra vez se repitió el proceso, tropecé con los profesores que ya estaban con el nivel de estrés al límite e intenté pasar desapercibida entre tanta adrenalina, sin embargo, uno de los profesores que me había impartido una materia en tercer año, se acercó con un notable descontrol de sus emociones porque sus ojos se salían de sus órbitas y modulaba la voz para no chillar, aunque de igual forma su exclamación salió como un chillido cuando dijo:
—¡Ya llegó! ¡Ya está aquí Mario Antonio!
Tuve que contener una carcajada al escuchar su voz y el tono en el que lo decía parecía comercial de circo, pero mi mente se fue fugazmente hasta ese nombre y mis palpitaciones se aceleraron y fue como si un hueco enorme se hubiera abierto en medio de mi cuerpo.
¿Mario Antonio? ¿Mario Antonio Villa? ¿El periodista más reconocido y famoso de toda la ciudad?
Estaba por darme un patatús.
Empezando porque no me sentía preparada para discursar frente al periodista con mayor trayectoria internacional y un premio Nobel, además, tampoco había previsto la presencia de alguien tan famoso y que pudiera escuchar el discurso que había preparado.
Mis nervios se acrecentaban con cada segundo que mi mente intentaba asimilar esa información. Mis piernas se debilitaron y mi respiración se volvió entrecortada, llevé una mano a mi pecho y trastabillé un poco. Como pude llegué al escenario y de inmediato miré hacia la silla designada a mi amiga para intentar alertarla de la presencia de uno de sus personajes de inspiración; pero ahogué un grito de espanto al ver que estaba vacía. Mell no había llegado.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés]