ALASKA (COMPLETO) romance Capítulo 37

Adam

— No, no creo que sea una buena idea—habló con fuerza una de las Forjadoras de Acero cuando estábamos en la frontera con Canadá.

Desde hace una semana habían llegado a Whittier a "poner orden" creando un desorden. Según las 3 mujeres frente a mí, cosas malas estaban sucediendo al exterior y necesitábamos más que nunca aliarnos con otros pueblos y sobre todo, ofrecer nuestra ayuda, después la necesitaremos, o eso creo.

Estaban guiándome con la otra manada, sin embargo, creyeron que justo cuando íbamos a la mitad del camino, ya era demasiado riesgoso.

— ¿Por qué no? —suspiré frustrado cambiando de apariencia minutos después.

— Dicha manada tiene un resfriado por lo que podemos ver, se siente en el ambiente, además, ya te he dicho que algo extraño sucede con los humanos desde hace unos días.

— ¿A qué se refieren? —preguntó el padre de Alaska a unos cuantos pasos de mí.

— Están desarrollando una clase de virus, desgraciadamente está terminando con ellos, pero los pone en un estado de violencia extraña. No debes de ir con la manada de Dinamarca, Adam. No aún.

— Nosotras les informaremos, pero tú...—me señala con un extraño anillo filoso en su dedo índice— mejor regresa a Whittier, creo que tienes asuntos por resolver allá.

— Tal vez después los vengan a buscar personas de El infierno, no les nieguen la ayuda—habla la Forjadora principal.

¿Qué rayos significaba eso? Detestaba que supieran demasiado.

Las tres Forjadoras dieron la vuelta al mismo tiempo dirigiéndose a Dinamarca, ellas seguirán el camino hasta dicha manada. Hay veces en las que se sienten invencibles.

Y ciertamente, lo son.

— ¿Regresamos? —pregunta el beta.

— Ya las escuchaste, de regreso—respondo cansado y emprendemos el viaje a Whittier fuera de nuestros sentidos humanos.

Había hecho este viaje para nada y dejé sola a Alaska.

No sabía si apresurarme, me encontraba increíblemente cansado y todo por nada, así que, en menos de 30 minutos, ya estábamos cruzando los bosques de Whittier, ya habíamos pasado por los cuidadores y guerreros, que se sorprendieron de encontrarnos tan pronto en el pueblo.

Con un corto saludo, todos emprenden su ruta hacia sus casas respectivamente y yo me dirijo al norte, más exactamente a la residencia, que una vez estando dentro de ella, decido volver a caminar en mis pies, así que cinco minutos después, ya me encuentro caminando solo por la cuesta a mi casa, solo llevaba unos simples pantalones cortos y tenía una gran sonrisa en mi cara.

Quería ver a Alaska y no soltarla en toda la noche.

Comencé a correr para apresurarme deseando que no estuviera dormida ya, debido a que las luces estaban apagadas por lo que alcanzaba a divisar desde lejos, pero no, todas las luces estaban apagadas, incluso las que no debían de estar apagadas.

¿Qué está pasando?

Mi sonrisa comenzó a borrarse cuando vi la entrada principal ligeramente abierta y la ventana del cuarto donde se supone que estaría Alaska, se encontraba abierta, dejando salir las cortinas a causa del viento.

Aumenté la velocidad hasta que entré azotando la puerta esperando encontrar algo, pero no había nada, nadie. Recorrí el primer piso con rapidez hasta que subí las escaleras como alma que lleva el diablo, no entendía dónde carajos se encontraba Alaska y por qué nadie estaba cuidando la casa.

Al llegar al segundo piso, fui revisando cada habitación, pero no había rastros de nadie, todo estaba en perfectas condiciones, lo cual quitaba la posibilidad de que algún imbécil se le haya ocurrido sacar a Alaska de esta casa en contra de su propia voluntad.

Porque si ese fuera el caso, las cabezas van a comenzar a rodar.

¡¿Dónde rayos se supone que estarías, Alaska?!

Tal vez fue con su madre y por eso la casa está sola, si la acompañaron, entonces mis amigos estarán a salvo y sus cabezas también.

Salgo de igual forma apresurado corriendo esta vez cuesta abajo lejos de la residencia en dirección a los vecindarios, pero cuando apenas llego a la Universidad y veo a Selene con Dominic conversando animadamente en camino a una cafetería, mis esperanzas se esfuman y mi corazón comienza a caer en picada.

Ignoro sus llamados y sigo corriendo de camino al sur, ya no me desviaré a los vecindarios, tenía que estar en algún local del sur, al menos eso es lo que dice mi olfato.

Lo peor es que entre más pronto me acerco al lugar donde se supone que está, un olor de alcohol y droga me llega. Está en el club, no hay más.

Mis puños se aprietan cuando estoy frente al dichoso local y sin siquiera pedirme dinero, los guardias me reconocen y se hacen a un lado asustados de mi aspecto. Saben por qué estoy aquí. Sigo abriéndome paso entre la gente asustada que se aparta como si hubieran visto un demonio.

Y ahora sí que lo verán si ese chico no se aparta de Alaska ahora mismo.

Me dirijo con pasos firmes hasta ellos y el chico cuando me ve, no hace más que solo sonreír y besar la mano de Alaska en una clara despedida. Este chico ya quiere estar a tres metros bajo tierra.

— ¿Qué haces aquí, Alaska? —pregunté completamente serio, pero con los ojos fijos en aquel chico del cual no recuerdo su nombre.

— Luna también tiene derecho a divertirse, Adam—agrega el chico desafiándome, solo era unos cuantos centímetros más bajo que yo, pero nunca quitaba su sonrisa.

— No creo que tenga derecho a sobrepasarse contigo o que tú te aproveches de ella, porque hay castigos.

Lanza una carcajada y mira de nuevo la cara asustadiza que tiene Alaska en este instante.

— Y aquí tienes su democracia...

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