ALASKA (COMPLETO) romance Capítulo 40

Alaska

Despierto a base de punzadas en mi cabeza y lo primero que siento, es que todas las luces estaban demasiado fuertes, en exceso. Cierro los ojos para no lastimarme, pero cuando vuelvo a abrirlos, es por una sensación nueva: cintas en mis pies y manos atadas a las bases de una silla.

¿Dónde estoy?

Tardo unos minutos en darme cuenta que es el comedor de la casa de Adam, y él está frente a mí, también sentado, pero como si algo le impidiera levantarse,

¿qué? No parece tener algo que lo detenga, o tal vez sí alguien.

— Estuve hablando con Adam sobre algunos tratos para nuestra manada y el por qué tú tenías un olor diferente—explica Dante cuando se aparece detrás mío.

— Soy humana, ¿qué esperabas? —respondo y él lanza una carcajada.

— No lo sé, las Forjadoras piensan lo mismo, pero luego hablamos sobre la existencia de unas hierbas que tú usabas sin saberlo y de ahí se explicaron muchas cosas, por lo cual, Adam ha accedido voluntariamente a una donación de tu sangre para su estudio en Noruega...

— No—Adam responde de inmediato apenas termina Dante y parece contenerse de algo.

— Sí, así que será medio litro de tu sangre, Alaska. Vas a ayudarnos.

— ¡Nunca acordamos medio litro!

— Es lo mínimo y necesario, Adam. Las Forjadoras fueron las que acordaron este trato, no yo. Entre más rápido sea esto, más rápido me iré.

Dante me mira por primera vez esperando mi aceptación y yo se la doy. Si esto los sacaba de Whittier, bien por mí.

— Es mejor si esperas afuera, Adam—murmura Dante cuando veo que comienza a poner agujas y jeringas en la mesa.

— ¿Por qué? —pregunto yo.

— ¿No lo sabes? Los lobos se vuelven locos si ven la sangre de su mate.

— De acuerdo—responde mi novio lanzando un suspiro muy fuerte y levantándose de golpe de la silla, casi volando fuera del comedor.

— No tienes mate, ¿verdad? —me atrevo a preguntar cuando corta la circulación de mi brazo.

— ¿Quién te lo dijo? —responde como si nada.

— Una Forjadora.

— No, no la tengo. Y es mejor así.

— ¿No la quieres? —detiene lo que está haciendo y me mira.

— La amo, sea quien sea, pero si me enamoro, mi Infierno se caerá. Y no sé si esté dispuesto a dejar que eso suceda, el amor te hace cosas que no quieres.

Vuelve a lo suyo y siento como la aguja atraviesa mi piel con algo de profundidad, hago una mueca cuando empieza a sacar mi sangre, se siente horrible.

— ¿Por qué llegaste a Whittier con una actitud tan... mala?

— Hay rumores entre las manadas—veo como la bolsa comienza a llenarse—, y dicen que Adam se había vuelto demasiado poderoso, que era una bestia. Pero ahora que he llegado, me doy cuenta que la verdadera bestia eres tú.

Lanzo una risa animada por primera vez en el día y él me mira, sonriendo también.

— Eres simpático si te lo propones, ¿sabes?

— Sí, pero no se lo digas a nadie, tengo reputación que proteger. Y si por mí fuera, ya te habría hecho algo para pegarle un buen susto a Adam.

Saca la aguja y comienza a recoger todo, y como por arte de magia, Adam hace presencia e inmediatamente rompe todas las cintas que amarraban a mi cuerpo de la silla. Dante se dedica a guardar todo con cuidado y ponerlo en una clase de mochila grande, poniéndola en su hombro.

— Pues eso es todo...

— Fuera—exclama Adam con fuerza mirándome.

Dante alza sus hombros y se despide con un gesto y sí, una sonrisa.

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