ALASKA (COMPLETO) romance Capítulo 41

Alaska

— No puedo creer que hoy en serio vayas a cumplir finalmente 20...—comenta mi madre con una sonrisa que expresaba el amor más puro del mundo.

— Todo este asunto de ser mi cumpleaños te pone realmente nostálgica, ¿no es así?

— Me viene mucho a la mente a mi pequeña niña de 4 años corriendo entre la arena del mar de California, sí, ¡me pone realmente nostálgica, Alaska! Además, ahora ya tienes un novio muy apuesto—me da una sonrisa realmente graciosa y hace el intento de guiñar su ojo.

— Lo aceptaste realmente rápido, mamá. Creí que serías más dura con él—dije con sinceridad.

— Y lo fui, pero me fue ablandando, ¿nunca te contó de las visitas diarias a la casa? Adam venía a visitarme incluso para saber si todo estaba bien, me iba contando todo lo que hacían—mis ojos se abrieron por la sorpresa y en mi rostro comenzó a extenderse un calor que ella notó—, bueno, tal vez no todo.

— ¿Así fue como lo fuiste aceptando?

— Me mostró una visión diferente de Whittier, por eso fue que lo acepté.

— Me alegro, en serio—le regalé una sonrisa a través del enorme espejo de la habitación y dejé que siguiera con su labor de arreglar mi cabello.

— ¿Y cómo comenzaste el día, cariño?

— Pues... dormida—sentí un pellizco nada agradable en mi hombro— ¡auch! De acuerdo, tranquila. Adam me despertó y en el techo había una pintura de nosotros, al parecer algún chico del pueblo tiene un gran talento con los pinceles y logró ilustrarnos con unos cuantos colores al óleo.

— ¡Una pintura, eso es una maravilla! Tienes que mostrármelo después de la fiesta, Alaska.

Di una sonrisa a través del espejo y ella terminó los últimos detalles del peinado, que era simplemente sencillo, pero quería ser especialmente cuidadosa con absolutamente todo y no fallar.

Ya eran las cinco de la tarde y el atardecer comenzaba a pintarse con tonos anaranjados mezclados con el color de la luz solar, aquí de tanta vegetación que se presentaba, la contaminación liberaba al cielo de cualquier impedimento para no verse el paisaje, me pregunto qué tan bien se sentirá regresar al ruido de las ciudades.

— ¿Lista para ver tu vestido? —pregunta mi madre minutos después cuando regresa con una enorme bolsa negra. Ojalá no sea nada voluminoso.

— Supongo... Adam lo eligió, ¿verdad?

— En realidad lo eligió Marissa, este es su regalo para ti.

Abro los ojos emocionada y me levanto de la silla del tocador, ahora en serio ansiosa de ver qué hay dentro de esa bolsa negra.

Bajé el cierre poco a poco encontrándome con un vestido largo con destellos dorados por todo su interior sin tirantes, realmente lindo y nada grande, bastante bien para moverse entre toda la gente.

— Está hermoso, ¿por qué no vino ella a entregármelo personalmente? Después de todo, ella lo com…—

— ¡Claro que vine a traértelo! —grita Marissa saliendo de su escondite interrumpiéndome, logrando que me asuste un poco— No te dejaría sin regalo,

¿sabes? Tenía que verte antes de la fiesta porque estoy realmente emocionada.

Acepto su abrazo con gusto y ella me aprieta aún más fuerte, pero luego comienza a sacar el vestido y yo me quito la bata que llevaba puesta.

— ¿Sabes qué tantas cosas hay afuera? Adam casi me prohibió mirar porque dijo que arruinaría su sorpresa.

— Entonces no te diré, solo confórmate con que te va a encantar. ¿No te mueres de la emoción?

— Nervios más que nada, ya sabes—sube el cierre del vestido y me veo frente al espejo, lucía muy bien, fue una buena elección de su parte—, ¿has visto a mi hermano?

— La verdad es que no, me la he pasado todos estos días con Johana, pero lo más seguro es que esté ayudando a Adam en estos momentos, ya lo verás.

— ¿Me maquillas? — Marissa asiente tan emocionada que pega brincos en el suelo, buscando todo lo que necesita en el mueble.

— Creo que te pondré un labial rojo, ¿está bien? Quiero que resalten con los destellos dorados.

— Perfecto, todo lo que consideres necesario—por un momento me asustaron mis palabras, pero para cuando terminó, vi que no me había hecho lucir como un payaso, sino que realmente sabía lo que hacía.

— ¿Qué tal? —pregunta guardando todo lo que ocupó.

— Sí, me gusta—me levanto y comenzamos a salir de la habitación, mi madre ya se encontraba abajo, y de un momento a otro, Marissa corrió escaleras abajo con prisa, yo las bajé un poco más despacio por los tacones.

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