ALASKA (COMPLETO) romance Capítulo 43

Alaska

— ¿Por qué todo el mundo está tan tenso ahora?

— Nadie lo sabe exactamente, pero dicen que hay infiltrados en el pueblo— responde murmurando Marissa.

Estábamos cerca de la avenida principal donde todo el mundo hacía lo mismo que nosotras: preguntarse qué estaba ocurriendo. Los guardias estaban en su forma animal alrededor de todos nosotros, pero parecían tener... armaduras.

— ¿Y qué son todas esas piezas de metal en sus cuerpos?

— Son las armaduras reales—responde Aaron apareciendo con un ceño fruncido y los brazos cruzados, también estaba tenso.

Hace dos semanas había sido mi cumpleaños y Adam desde ese entonces está ocupado resolviendo asuntos "clasificados" de los cuales nunca comentaba nada a nadie. Y así era, fui a casa de mi madre por una semana y él no se molestó en absoluto, cosa que me gustó porque pude tener mi espacio, pero algo me decía que no era del todo bueno aquello.

— ¿Reales? Creí que no había nadie de la realeza aquí y Adam no era considerado como tal.

— No lo es—respondió una chica con el pelo del color de una zanahoria y una capa negra con un sello dorado en su pecho detrás de nosotros—. Quiero decir, no lo era.

— ¿Quién eres tú? —preguntó demasiado serio Aaron.

— Bruja—escupió Marissa, pero no en ofensa, como si lo hubiera descubierto.

— Casi... pero mejor—respondió con simpleza la chica pelirroja.

Pelirroja. Familiar de Adam.

— ¿Eres familiar de Adam? —pregunté esta vez yo.

— Oh no, afortunadamente no soy descendiente de las pulgas. Soy Emily Fontaine, aprendiz.

— ¿De qué? —cuestionó Aaron.

— Del mundo—dijo con una sonrisa limpia.

— Sí, bueno, creo que todos lo somos. Entonces, ¿qué pasa con Adam? —dijo Marissa al ver que había más lobos con esa armadura.

— Whittier tiene la protección real, porque ascenderá.

— ¿Ascenderá a qué? —ella me miró y sonrió una vez más.

— Tu eres la Luna, tú ascenderás como princ…—

— Aquí no hay princesas—cortó una de las Forjadoras de Acero sin dejar ver su rostro, como de costumbre—, y Alaska no será una.

— ¿Qué ascenderá en Whittier?

— Están sucediendo muchas cosas en todo el mundo, y al parecer están muriendo los lobos Alfas de América, es probable que Adam sea considerado una clase de rey ahora—respondió Emily bajo la atenta mirada de la Forjadora sobre ella.

— ¿Por qué están muriendo? —mi voz sonaba extraña.

— Euphoria—respondieron al mismo tiempo las mujeres con capa.

— Aquí no hay síntomas de ello—dijo Marissa mirando a la gente de nuestro alrededor.

— Al parecer con el frío su propagación es más difícil, y coincide con que ustedes están aislados de los demás—responde la Forjadora.

— ¿Cómo se ven las personas infectadas? —pregunté.

— Como si tuvieran rabia y buscaran un alivio, que no consiguen después de 72 horas de sufrimiento, luego su cerebro colapsa y es como si explotaras por dentro...

Emily se veía demasiado concentrada, como si lo estuviera citando, o peor aún, reviviendo.

— Me imagino que no lo has visto—habló de nuevo la chica pelirroja, tenía muchas pecas por todo su rostro.

— No he salido de Whittier...

— Pues ya es momento, Luna—dice Kratos abriéndose paso con un bate de aspecto peligroso, al igual que su sonrisa—, me debes una salida de demostración acerca de lo que significa la verdadera justicia, ¿no lo olvidas?

— ¿Y tú no olvidas que no voy a dejar que pongas una mano sobre ella? Los lobos tienen orden de atacar si la intentas sacar.

¿Es que todos tienen que aparecer de la nada?

Adam les hace una seña a los lobos con armadura y comienzan a dispersarse un poco más.

— ¿Qué es lo que está pasando? —le pregunto a Adam y él no quita su mirada seria.

— Hay un pueblo vecino donde hay rumores sobre un chico que hace creer que le estás comprando droga y en realidad estás metiéndote directamente el virus de Euphoria. Así que como las manadas están muriendo, quieren que yo tome ese control y, además, vaya a arreglar ese asunto.

— ¡Perfecto! Esa es nuestra oportunidad, Alaska—habla Kratos, pero Adam sigue negando.

— Ni loco ella viene.

— Quiero ir—todos me miran de repente y yo solo paso saliva, aferrándome a mis palabras—. Voy a ir.

— No—responde Adam dando media vuelta.

— Sí, yo decido por mí y voy a ir, también Kratos. Nadie es aquí prisionero,

¿cierto?

Adam aprieta sus puños y se queda mirando al suelo, así que Kratos da un fuerte aplauso.

— Yo la protegeré, Alfa. Será más fácil descubrir qué sucede porque nadie nos reconoce, ¿no?

— Ese hombre arderá—habló y comenzamos a caminar hacia la entrada, la cual no tenía ninguna clase de seguridad, todos eran bienvenidos por así decirlo.

— Arderá con nosotros.

La música era alta, no lo suficiente tal vez. Una vez que entramos, el olor de las drogas era más fuerte que el de cualquier bebida alcohólica, y todos se veían... bueno, amigables, esa clase de mirada que sabes que implican riesgos, pero diversión.

Kratos no parecía distraerse con ninguna chica que se le cruzara enfrente, y probablemente esto lo ha hecho cientos de veces. Su objetivo estaba claro.

Y como si se hubiera activado una clase de señal o código en mi cabeza, supe quién era aquel hombre cuando lo vi. Sus ojos eran de color rojo, sí, la pupila.

— Es él—dijimos al mismo tiempo.

Sentí la mano de Kratos en mi espalda baja y cuando pasé mi mano, sentí un fajo de billetes.

— Solo muéstraselo, yo sé lo que te digo, estaré a tu lado.

Tragué duro y continuamos nuestro camino, subiendo unas escaleras de metal hasta llegar al primer piso y acercarnos al hombre sentado como si de un rey se tratase.

Fijó la mirada en nosotros y apenas hice visible el fajo, el hombre sonrió, pero algo me decía que nos había atrapado.

— Bajen a la barra y digan que Fred los envió, ya sabrán qué darles, luego suban de nuevo.

Su voz estaba ronca, pero Kratos se giró y apenas yo lo hice, pude ver cómo un hombre le arrancaba la máscara y lo aventaba por el barandal del lugar.

Y estaba ahí de nuevo, era una clase de impulso que se había activado en mí cuando el hombre me intentó hacer lo mismo, pero ahora yo lo había jalado conmigo, y en un giro que no alcancé a sentir, saqué los cuchillos de mi espalda, cuando ya estaba de nuevo en el suelo, me di cuenta que ese movimiento había provocado algo más.

Les había cortado el cuello a dos de los hombres que nos tiraron.

Y estaban muertos.

Respiré fuerte viendo la sangre en los dos cuchillos, entrando en pánico, ¿qué acabo de hacer?

— Kratos...—murmuré mirando a mi lado, viendo cómo él era sostenido por uno de los guardias de Adam, la respiración agitada era notoria en mi pecho para todas las personas del lugar, ni siquiera había cambiado mi posición de pelea.

¡Ni siquiera sé cómo es que supe hacer eso!

— Alaska...

La voz de Adam me hizo reaccionar cuando lo vi mirándome sorprendido, tampoco entendía lo que me estaba pasando.

— ¿Quién eres? —preguntó Fred, aquel chico de pupilas rojas desde el piso de arriba.

— Tu perdición—murmuré con odio.

Tal vez esta sí soy yo.

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