Julián tenía la sensación de que eso era irreal, tragó para tratar de quitar ese nudo que le obstruía la garganta.
—¿Cómo está ella? ¿Está bien? ¿Dónde fue? —Julián preguntó con voz temblorosa.
—Se produjo un accidente automovilístico en la carretera hacia la cordillera —. El oficial habló en tono frío, lo miraba con desprecio, pero Julián estaba tan sumido en su dolor que no se dio cuenta—. Su coche se fue por la montaña y explotó al llegar abajo. No hay rastros de la señora, lo más probable es que haya fallecido, aunque aún continúan las labores de búsqueda.
Un accidente. Julián se quedó anonadado, no podía entender qué había ocurrido.
—¿Cómo es posible?
—Todo indica que perdió el control del volante, al parecer alguien cortó los frenos de su vehículo —dijo el hombre mirándolo fijamente de manera acusatoria.
—¡Eso no puede ser verdad! ¿Quién se atrevería a hacerle algo así? Erika no tenía enemigos.
—Pues al parecer los tenía… dígame ¿Dónde estaba usted anoche a la hora del accidente de su esposa? —preguntó el policía y el rostro de Julián palideció, martirizado por su conciencia, por un momento no pudo hablar.
—¿Acaso está tratando de insinuar algo? —inquirió con un tono de sorpresa en su voz.
—Por supuesto que no, es una sola pregunta, no es oficial, tampoco está obligado a contestarla. De todas maneras se está revisando a ver si se encuentran algunos indicios —el oficial le entregó una carpeta de documentos—. Aquí hay información sobre los detalles del accidente si quiere investigarlo más.
Julián no pudo contener el torrente de emociones. La tristeza, el dolor, la confusión… todo se mezclaba dentro de él. No podía ser, su amada esposa, la mujer que había amado casi desde que tenía uso de razón, no podía estar muerta.
Imágenes de lo ocurrido en la mañana llegaron a su mente e incluso de la noche anterior, no pudo soportar la impresión, se levantó de la silla sintiendo que le faltaba el aire.
—Esto… esto no es posible.
—Siento lo que está viviendo con su esposa. Debo retirarme, quizás después venga a conversar con usted y a entregarle varias cosas pendientes —dijo el oficial caminando hacia la puerta.
Julián bajó la mirada. Le temblaban las manos, la carpeta le resultaba pesada.
—¡No se vaya! Entréguelas de una vez ¿Está seguro de que ese carro era el de mí… mi esposa?
—Sí, señor, encontramos en el sitio del suceso esta cadena ¿La reconoce?
Con las manos apenas sosteniéndola, tomó la cadena y la reconoció, era un corazón entrelazado con las iniciales de sus nombres.
Julián se tambaleó un poco, tratando de recuperar el equilibrio. Todo lo que había vivido hasta ese momento parecía haberse tornado de pronto una pesadilla.
—Hay algo más, antes de caer al vacío parece que un sobre, salió del auto.
El hombre le entregó el sobre, al abrirlo, había otro hecho a manos, y en su interior, un eco de un bebé y unas pruebas de embarazo. Al leerlo vio el nombre de su esposa.
Una oleada de profunda tristeza lo recorrió y todo su cuerpo comenzó a temblar.
—Sí, al parecer su esposa estaba embarazada.
Esa noticia hizo que Julián cayera al suelo, se sentía culpable, las lágrimas salieron como cascadas de sus ojos, tenía la impresión de que sus pulmones colapsarían en cualquier momento.
—Esto es una pesadilla ¿Cómo voy a hacer? Mi esposa, mi hijo… no pude haberlos perdido… la vida no puede ensañarse así en mi contra.
Golpeó el piso una y otra vez hasta que las manos se le llenaron de sangre.
—Señor, ahora mismo, lo mejor que puede hacer es tratar de mantener la calma. —el oficial le entregó una tarjeta—. Esta es la información de un abogado de accidentes de tráfico, si necesita ayuda para el trámite.
Julián tomó la tarjeta con sus manos temblorosas.
—¿Algo más?
—Una última cosa. —El oficial se acercó—. Debe presentarse en el comando policial, tiene una citación —le dijo el hombre entregando la boleta de comparecencia.
El hombre salió y Julián bajó la mirada hacia la tarjeta y la boleta. Estaba destrozado, la posible muerte de su esposa lo había golpeado como una piedra. Se sintió impotente y desamparado. Con furia tiró todo lo que tenía encima de su escritorio y se tumbó en el suelo, rodeado por carpetas y cuadernos; abrazando la cadena y llorando con todas sus fuerzas. Julián estaba devastado.
La noticia sobre Erika lo sumió en una profunda tristeza. Recordó los momentos que ambos habían compartido; los viajes juntos, los días pasados riendo en el parque, los momentos de pasión.
Se sintió culpable de haber traicionado a Erika con su propia hermana, aunque no lo recordaba, no tenía otra explicación al encontrarse desnudo en una habitación de hotel donde estaba saliendo su cuñada Elisa desnuda. Se sintió destruido, como si su vida se hubiera acabado en ese instante, y era así porque no creía que jamás sería el mismo.
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