¡Ámame, Alfa testarudo! romance Capítulo 1

Alan.

Nuestra manada se había robado a la Luna de alguien más.

No era un secreto, todos en el territorio lo sabían.

Mi padre había sido demasiado perezoso como para ir a buscar a su verdadera Luna y se conformó con una loba de la manada que había sido bendecida como Luna.

En cuanto la Luna Felicia había cumplido los veinte años, mi padre simplemente la tomó y la mantuvo encerrada en la Casa de la Manada por el resto de sus días.

No es que la deseara especialmente, simple y llanamente alguien tenía que encargarse de los quehaceres de la Luna en la manada.

Así que olvida la sequía que comenzó a desgastar nuestro territorio en los últimos dos años; nuestra manada había sido maldecida desde el día que mi padre tocó a la Luna de alguien más.

Yo, su primogénito, había nacido poco después de esto.

Un desliz de Luna llena, como lo llamó mi padre.

Aun no sé si mató a mi madre o si ella murió dándome a luz.

La Luna Felicia me había criado como si fuese su propio cachorro...

¿Qué fue lo que cambió?

Mi aura de Alfa.

Mi padre no podía soportar que un niño que apenas podía correr tuviera un aura mucho más poderosa que él.

Así que cambió mi cama y habitación por las asquerosas celdas debajo de la Casa de la Manada.

Pasé años viviendo más como un animal que como un humano ya que tenía que pelear con las ratas por la comida y, si mi padre estaba de un humor sangriento, ordenaba a alguno de los guardias que me paseara con correa como perro para cazar mi propia comida.

Si no le daba un buen espectáculo, no me permitía comer en una semana.

Así que... si, era un milagro que supiera caminar erguido. O que no me hubiera vuelto completamente loco.

No perdí totalmente mi humanidad gracias a Luna Felicia; ella fue mi principal rayo de esperanza en mi jodido mundo.

-Saldremos de aquí, Alan, ya lo verás. Juntos iremos a buscar a mi verdadera pareja y le pediremos ayuda. - Fue su eterna frase durante años.

El día del ataque a la manada mi padre estaba lo suficientemente distraído como para que Luna Felicia tomara las llaves de las celdas y me liberara.

Salimos de la Casa de la manada e íbamos a correr para salir del territorio, pero ella y su hermoso y bendito corazón no pudieron soportar los llantos desconsolados de los cachorros asustados que dejábamos a nuestras espaldas.

Los lobos atacantes tenían todo muy bien planeado.

-Ve, corre y no vuelvas. - Dijo Luna Felicia deteniéndose en seco. - No puedo abandonarlos.

-¡NO! - Grité cuando la vi transformarse en loba y correr directamente al parque lleno de cachorros.

Me transformé en lobo yo también y la seguí matando en mi camino a algunos lobos invasores con gran indiferencia.

Se me atravesaron algunos otros lobos en mi campo de visión y no pude verla por solo un segundo. Y ese segundo me costó todo.

Mi padre se había arrojado contra ella en forma de lobo y le mordió la yugular antes de arrancarle un gran pedazo y arrojarla lejos.

Yo corrí hacia ella mientras el mundo a mí al rededor se volvía un caos.

Ya estaba muerta.

Lo siguiente que pasó la verdad es que no lo recuerdo, solo sé que de alguna forma ahuyenté a los invasores y encadené a mi padre con mis antiguas cadenas.

Pasé los siguientes meses torturándolo porque me causaba una perversa satisfacción sus gritos de dolor y sus súplicas por piedad.

Me tomaba solo el tiempo necesario para cazar comida y alimentar a los lobos que decidieron quedarse en la manada después de lo que pasó.

No eran muchos.

Me convertí en su Alfa no oficial no porque me interesara, sino porque Luna Felicia había muerto por intentar salvarlos y yo honraría sus deseos.

Entonces, hace una semana hubo una llamada a la Casa de la Manada que me hizo pensar varias cosas; la llamada era para decirme que los responsables del ataque hacía unos meses habían sido dos manadas del Sur.

No me interesaba realmente; gracias a eso obtuve mi libertad, pero me llamó la atención que la guerra que andaban organizando el resto de las manadas fuera solo por un pedazo de territorio.

Ese día bajé a las celdas y encontré a mi padre mirándome con satisfacción.

Abrí la celda y me acerqué lentamente con curiosidad por su cambio de actitud.

-No te daré la manada aunque me mates, adiós, bastardo.

Y se mordió la lengua. Una forma muy cobarde o desesperada para huir al ahogarse con su propia sangre o desangrarse; yo mismo incluso había pensado en hacerlo en un par de ocasiones durante la infancia.

No funcionaría por el simple hecho de que no tenía que haberme avisado de sus planes. Yo podría matarlo mucho más rápido de lo que su absurdo método podría.

Nunca fue mi intención que me diera la manada, así que solo me encogí de hombros y saqué las garras para degollarlo.

Al momento mis cincuenta lobos se conectaron a mí.

Prólogo. 1

Prólogo. 2

Verify captcha to read the content.Verifica el captcha para leer el contenido

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Ámame, Alfa testarudo!