Al señor Platón le dio un impulso, sin preocuparse por lo que sería de Denis, de inmediato aceptó generosamente: -Bien, lo que tú digas -dijo con su mano puesta en el muslo de Erica, sacando provecho de ella.
-Mira, para que tampoco digan que soy injusto.-dijo el señor Platón sacando un taco de billetes de su maletín negro de trabajo, parecía haber unos cincuenta mil euros así-. Un mil euros cada canción, si cantas diez canciones tendrás diez mil euros, veinte canciones tendrás veinte mil, y si eres capaz de cantar cincuenta canciones te doy todo el dinero que hay en esta mesa. -Pensó que cantando cincuenta canciones al menos se tardaría más de tres horas.
-Vamos, señor Platón, ¿por qué das tanto a ella? -preguntó en tono de coqueteo.
-Cariño, luego te daré más. -Al mismo tiempo que lo decía mostró una sonrisa que él mismo creía que poseía mucho glamur. -Cariño, no tengas prisa. Te daré lo que quieras después.-
-Oye, señor Platón, qué malo eres.- Lo deciendo, levantó su trasero para bajarse del señor Platón y moviendo su cintura delgada y bien figurada se fue al mostrador para pedir canciones: -Denis, luego no digas que no te ayudo, mira, ya te he elegido cincuenta canciones- dijo a la vez que seleccionada hábilmente una y otra canción en el mostrador.
Tras completar la misión, por fin regresó de nuevo a donde frente el señor Platón estaba.
Denis cogió el micrófono silenciosamente… Al ver que la primera canción era, Denis se quedó sorprendida por un momento. Pero después de ver la segunda y la tercera canción ya no se sorprendió por las canciones que le había elegido Erica.
Erica estaba decidida a acabar con ella ese día.
Antes de que su voz se estropeara cantaba de maravilla. Sin embargo, ahora solo le quedaba esa voz deteriorada. Al sonar su voz ronca el señor Platón frunció el ceño inmediatamente y Erica le entregó unos tapones para los oídos.
Y ella misma se quedó mirando a Denis, con la expresión de complacerse en su desgracia.
Una canción tras otra fue cantada por Denis, aunque nadie estaba escuchando. El señor Platón tenía a Erica en brazos, él mismo estaba mirando una película, y Erica estaba jugando a un juego del móvil.
Nadie le puso fin al espectáculo de Denis. Ella se estaba quedando casi sin voz por una canción tras otra.
Aguantando las piernas dolidas, cantando las canciones de notas altas que, aunque utilizaba el micrófono casi no se escuchaba su voz.
-Vale, ya es suficiente.- Se levantó el señor Platón de repente quitándose los tapones de los oídos, y frunciendo el ceño miró a Denis.-Te puedes llevar todo el dinero de la mesa.-
-Señor Platón, ella aún no ha terminado.- dijo Erica levantándose de un salto.
-Ya basta, cariño, no tengo ganas de escuchar una voz tan horrenda, además, ya se ha quedado afónica. Mira, la noche es larga pero no tanto, solo quiero aprovecharlo para pasar tiempo contigo a solas.
Erica no se quedó conforme, pero no era tan estúpida como para reprochar las palabras de su amante rico. Así que de inmediato inclinó la cabeza para poner una postura de avergonzada y con tono dulce dijo: -Señor Platón, qué cosas dices.-
-No me llames más señor Platón, llámame cariño, que tu cariñito te va a llevar a la cama -dijo y, entre las voces dulces de “cariño” que pronunciaba Erica, abandonaron la sala.
-Tu voz suena mejor después de que te has quedado afónica. Tienes que agradecérmelo porque yo te he hecho cantar y por eso tu voz suena mejor. -Cuando pasó por Denis, Erica se paró con arrogancia.
Denis no dijo nada al respecto y cuando ya se habían marchado finalmente no pudo soportar más las piernas… Se cayó al suelo a la vez .
Denis se giró para mirarla con cara de incomprensión.
-¿Es eso cierto? -preguntó Mónica. -Denis, todos están chismeandote de que, por dinero, por dinero… te dejas tratar como a un perro. Dime, eso es mentira, ¿verdad? -Mónica se había conmovido al respecto.
Como si le hubieran dado un golpe fuerte en el corazón de Denis. Su cuerpo tieso hizo un movimiento leve, después de encontrar el equilibrio miró ligeramente hacia Mónica y respondió, -Es cierto.-
-¡Entonces todo lo que dicen es verdad! -Mónica abrió los ojos de par en par y gritó-: Denis, no me esperaba que fueras ese tipo de personas que por dinero puedes traicionarte a ti misma.
-Denis, ¿¡Cómo puedes traicionarte a ti misma por dinero!? ¿Cómo puedes ser ese tipo de personas? Cuando hablaban sobre ti, yo siempre te defendía, pero ¿¡cómo puedes hacer algo tan sin vergüenza!? -gritó Mónica, y señalándola con furia añadió, -¡Me has decepcionado!-
Denis estaba plantada delante de la puerta del dormitorio, dejando que Mónica le soltara con todos los reproches. Ella con calma miraba a la universitaria y con calma risa.
-¿Encima te ríes? -Mónica no se lo podía creer-. ¿Cómo puedes reírte a estas alturas? Denis, es que por dinero ¿eres capaz de hacer cualquier cosa? -Mónica muy agitada le gritó-: ¿Es tan importante el dinero?
La voz de Mónica se había convertido en más grave, pero la expresión y la mirada de Denis seguía siendo serena y apaciguada hasta que puso la vista en el rostro de la joven chica excitada: -Si el dinero no fuera tan importante, entonces, ¿por qué te viniste a trabajar al Club Emperador? -dijo con calma, en su tono no se apreciaba ninguna conmoción, solo estaba exponiendo un hecho.
-¡Yo no…! -La expresión facial de Mónica cambió-. ¡No es lo mismo! Yo entré en el Club Emperador para trabajar de camarera, solo me encargo de llevar platos. Además, sabes bien qué condiciones tiene mi familia, solo vengo a ganar un poco de dinero para pagarme la universidad y los gastos diarios -dijo Mónica, y la mirada que ponía en Denis era como la de mirar hacia algo repugnante, luego añadió-: No soy como tú, que por dinero puedes hacer de todo, ¡no tienes ni siquiera límites!
Denis rio de nuevo. Mónica le había dicho que no tenía límites, en realidad tenía su límite: el no tocar ni una gota de alcohol y el sobrevivir.
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