Capítulo 8: Julieta, ¿quieres engañarme?
Por suerte, Alicia me ayudaba a recogerlo.
Ella miraba los números en la pantalla y lo adivinaba de una vez, -¿Hector?-
Asentía con la cabeza.
La voz del teléfono seguía cantando.
Alicia veía que yo no quería contestar, y decía directamente, -Yo lo contesto- Después de hablar, presionaba el botón de respuesta.
Cuando lo presionaba, me asustaba tanto que inmediatamente agarraba el teléfono, lo ponía en mi oído y decía con voz temblorosa, -Aló-
-¿Dónde estás?-
La voz con impaciencia del hombre llegaba desde el otro lado del teléfono enseguida.
Mi corazón temblaba, miraba a Alicia y decía, -En la casa de mi... amiga-
-Vuelves a la villa en una hora-
Hector colgaba el teléfono sin darme oportunidad de refutarlo.
Sus palabras eran como un decreto imperial, aunque Alicia siempre me había dicho que no me apresuraba a regresar a casa, ¡pero no me atrevía! Al final me obligaba a pintarme un maquillaje muy muy deliberado y me aconsejaba algo.
Después de que terminaba la llamada, llamaba a la puerta de la villa de Hector a tiempo.
Abría la puerta, miraba su reloj, y decía -¿Tú deliberadamente?-
-¿Qué dices?- Lo miraba con ojos grandes a propósito.
Me miraba y no podía ocultar la sorpresa expresión de su rostro, pero rápidamente se daba la vuelta, señalaba una bolsa de papel en la mesa de café y decía, -Firma esto-
-¿Qué es esto?- yo decía mientras me acercaba y vertía los archivos dentro.
De esta manera, todos los planes de la familia Sandoval había cumplido, como una persona tan inteligente, Hector definitivamente tenía una forma de que me obligaba a rendir 4% de acciones en ese entonces…
Si yo era su enemiga, me temía que incluso no podía quedar nada.
Me paraba, pensaba mucho, en cualquier caso, sabía que si quería que la familia Sandoval lo pasara mal, solo podía seguir el plan de Hector.
-¿Lo has considerado?-
Al escuchar el impulso de Hector, me agachaba sin decir nada, cogía el bolígrafo que estaba a un lado y pasaba el acuerdo directamente a la última página.
Estaba a punto de firmar mi nombre, descubría que se había una cláusula: no puede tener una intimidad excesiva con otros hombres, ni puedo intervenir en mi relación con otras mujeres.
Al instante, comprendía que ese era la trampa que me daba Hector, quería que perdiera la dignidad para siempre.
Me quedaba en silencio, quería firmar el nombre de Jimena, pero solo firmaba dos caracteres, de repente me quitaba el bolígrafo.
Inmediatamente, la advertencia cruel de Hector pasaba por mi cabeza, -Julieta, ¿quieres jugar conmigo?-
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