En el vestíbulo de la empresa.
"¿Qué pasó?", Osmar se sentó al lado de Kiara, tomó su pierna para revisarla, el tobillo ya estaba hinchado.
Kiara, con un puchero de enojo, giró la cabeza para no mirarlo. En ese momento, el guardia de seguridad llegó con las grabaciones de las cámaras y se las entregó a Osmar: "Sr. Hidalgo, aquí tiene las grabaciones".
Al ver las imágenes, la expresión de Osmar se oscureció de inmediato. Había ido antes al lugar donde trabajaba Rita y, por supuesto, reconocía a Mireia, también sabía de su otra identidad; lanzó la tableta sobre la mesa y le dijo a Kiara: "Te llevaré al hospital".
Viendo que él no se pronunciaba, Kiara se enojó aún más: "¡No voy! Mejor que se me rompa esta pierna, para no tener que escuchar a la gente llamarme 'gallina' por la calle, humpf".
Osmar frunció el ceño: "Deja de bromear, vamos al hospital ahora mismo".
"¡No voy!".
Osmar no regateó con ella, simplemente la levantó en brazos y salió con ella.
...
Rita estaba sentada detrás, la lluvia le golpeaba las mejillas, y con cuidado, extendió su mano para abrazar la cintura de Mireia. Aunque la lluvia era fría, la espalda de esa amiga era cálida, quería agradecerle, pero no sabía cómo expresarlo. Después de veintitrés años, aparte de su abuelo Ezequiel y Osmar, ella fue la primera en defenderla.
Mireia se sorprendió, bajó la vista hacia la mano en su cintura y suspiró sin hacer ruido. Esa lluvia tan fría, pero en su espalda sentía calor, era Rita que estaba llorando. Aprovechó esta tormenta para llorar libremente.
Mireia no regresó a la cafetería, sino que llevó a Rita a su casa. Era una villa junto al agua, también era la casa de casados de Rita y Osmar.
Al llegar, Mireia se bajó del auto, la llevó hasta la puerta, le quitó el casco y le acomodó el cabello mojado: "Ve a cambiarte de ropa, no vayas a resfriarte. Si te enfermas, ese tonto no va a sentir pena por ti".
Rita asintió y le hizo una señal de espera. Después, corrió hacia adentro y al volver, traía un paraguas y lo pasó a Mireia.
Ésta sonrió y lo tomó: "Está bien, está bien, me lo quedo. Ahora entra tú".
Rita se quedó afuera, como queriendo asegurarse de que Mireia se iba.
"Uf, no hay quien pueda contigo", Mireia abrió el paraguas, lo colocó sobre su hombro, y montó su motocicleta, alejándose con estilo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Amor enmudecido: La esposa muda del CEO
Deseo que se apresures von los nuevos capítulos....