En la oficina de Mauricio
El aroma potente del café y la fragancia suave del té se mezclaron en el aire, llenando rápidamente toda la oficina.
Sentado en su sofá de cuero, Mauricio se inclinó hacia adelante, sus dedos largos y blancos acariciaron el borde de su amada taza de jade blanco, mirando incrédulo a su amigo relajado al otro lado. ¡No podía creer que Gustavo, quien siempre había mostrado rechazo hacia las mujeres, no sintiera rechazo por Florinda!
La noticia era tan impactante que le costaba creerlo.
Pasó un buen rato antes de que pudiera respirar hondo y confirmar lo que acababa de escuchar: "Gustavo, ¿realmente no sientes rechazo hacia Florinda? Pero, ¿cómo puedes estar seguro de que no sientes el rechazo? ¿Se han tomado de la mano, se han besado o acaso... ¿Han llegado a "la fase final"?".
Gustavo lanzó una mirada severa hacia Mauricio, tomó un sorbo de su café y contestó con frialdad: "Toda la Ciudad G sabe que yo, Gustavo, tengo ese problema que es letal para los hombres".
Mauricio resopló, sin mostrar ninguna simpatía: "¿Y quién crees que ayudó a propagar esos rumores tan "reales"?".
Un destello de frialdad brilló en los ojos de Gustavo. En aquel momento, tuvo que ser él quien creara esos rumores.
Al sentir el frío que emanaba de Gustavo, Mauricio suspiró y dijo con melancolía:
"Siempre pensé que tú solo tendrías ojos para esa niña de aquel entonces. Quién diría que te casarías con otra. Honestamente, no estoy de acuerdo con tu decisión. Florinda es inocente".
En aquel entonces, Gustavo estuvo a punto de...
"¿Cuándo te has vuelto tan sentimental?".
Los ojos de Gustavo se entrecerraron y su mirada se volvió más aguda, haciendo que Mauricio se sintiera incómodo. Intentando disimular, sonrió y dijo: "Solo estoy mostrando compasión por los inocentes".
"¡Estoy ayudándola!".
Media hora después, Florinda salió de la sala de cuidados intensivos con los ojos hinchados y rojos.
A pesar de sus intentos de ocultarlo, se veía una tristeza profunda en su rostro. Sus ojos estaban más brillantes que nunca, parecían estrellas del firmamento, mostrando una determinación y fortaleza increíbles.
Al ver sus ojos hinchados y rojos, Gustavo frunció el ceño con desagrado. "¿Has estado llorando durante media hora?".
¿Cómo si no se le habría hinchado tanto los ojos?
Florinda se mordió el labio, evitando su mirada penetrante, y dijo bruscamente: "No, estuve hablando con mi hermano en la sala".
"Si cada vez que vienes al hospital acabas así, será mejor que dejes de venir".
Gustavo lanzó fríamente esa frase y se marchó.
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