Amor, Guerra&Mi Marido Vegetativo romance Capítulo 65

Antes de que él bajara las escaleras, ella se lanzó de vuelta a su cuarto, rapidito.

Delfina Ferro, que ya casi no podía respirar, sintió que se ahogaba. Pero cuando vio a Stuardo acercándose, como que revivió.

“Stuardo… mi chiquillo…” Delfina le extendió los brazos a Stuardo con todas sus fuerzas.

Stuardo no se hizo de rogar y la agarró antes de que se cayera.

“Divórciate de Ángela... mañana mismo… termínalo…” Delfina tenía los ojos llenos de lágrimas, “Lo siento… hijo, perdóname… me despisté y te emparejé con esa mujer que no vale un peso…”

Stuardo le secó las lágrimas con la mano: “Mamá, déjame en paz con Ángela. Y no te metas tampoco en lo de Mauricio Ferro.”

“¡Le cortaron los dedos a Mauricio! ¡Debe estar sufriendo! Él dice que tú tuviste que ver, pero yo sé que no… No te creo capaz de hacerle eso a la familia… Tú no eres así…”

“Mamá, si vuelves a hablarme de eso, mando al chofer que te lleve de regreso en este instante.” Stuardo estaba que echaba chispas, “No voy a dejar a Ángela. Nadie me va a hacer cambiar de opinión si no quiero.”

Delfina tomó aire con desesperación: “¿Te enamoraste de ella? ¿Y por eso te peleaste con tu hermano y su familia?”

Stuardo soltó a su madre y miró al chofer de la casa viejona: “Lleva a mi madre a descansar.”

Y sin más, se fue escaleras arriba.

Delfina no podía creer lo decidido que se mostró su hijo, y no paraba de llorar.

¡Qué desalmado!

¡La culpa es de Ángela!

¡Él no era así antes!

Ángela metió cizaña entre ellos y desató el caos en la familia Ferro.

Ángela estaba sentada en la cama, apoyada contra la pared, con la cabeza un poco levantada.

Le dolía mucho la cara,

Y el corazón igual.

Las heridas de la cara cicatrizarían, pero las del corazón, jamás.

Un día te parece que ya sanaron, pero algo te toca la fibra y de nuevo te duele.

A las ocho de la mañana,

¿No habrá perdido la cabeza y hecho alguna tontería, no?

Él pensaba que un bofetón no era para tanto, pero a veces la gente hace cosas locas cuando están afectadas.

Stuardo se quedó con una cara de póker, dejó la taza de café, y sin decir ni una sola palabra se levantó de la mesa.

Estuvo dando vueltas en la sala un rato, luego finalmente sacó el celular y llamó a su asistente.

“Zoe, necesito que me consigas el teléfono de la mamá de Ángela.”

Zoe: “Claro, te lo paso en un segundo.”

Cuando Stuardo tuvo el número de Begoña Cestero, marcó con el ceño fruncido—

—Lo siento, el celular que marcó está apagado, por favor intente más tarde.

¿Qué demonios está pasando?

¿Ángela y su mamá tienen los celulares apagados?

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