Ángela se aguantó las lágrimas y, con rabia, dio la vuelta y caminó rápidamente hacia la puerta de la comisaría.
No firmó ningún documento ni recibió su teléfono móvil de las manos de Stuardo.
Stuardo firmó por ella y luego salió de la comisaría.
De camino a casa.
Stuardo le entregó el teléfono y dijo en voz baja: "No miré tu teléfono."
Ángela tomó el teléfono, con dificultad para respirar: "Pero ya sabes lo que hay en mi teléfono."
Stuardo: "¿Era importante? La foto de tu barriga."
Ángela apretó los dientes y se dijo a sí misma una y otra vez que no se enojara con él.
Después de todo, él fue quien recuperó su teléfono.
"Stuardo, si te digo que el hijo que me pediste abortar no era de Mauricio, sino tuyo, ¿te sentirías culpable?" Ángela le preguntó, sosteniendo su teléfono.
Stuardo se giró y la miró.
Ella tenía una expresión seria y no parecía estar bromeando.
"¿Fue esa vez con la fecundación in vitro?" preguntó nervioso y con una voz ronca.
"Sí." Ángela lo miró y dijo en serio: "Terminaste la vida de tu hijo con tus propias manos, ¿te arrepientes?"
Ella quería verlo arrepentido, eso la haría sentir mejor.
Ojalá fuera un hombre con sentimientos, no solo una máquina para ganar dinero.
Stuardo la miró con sentimientos encontrados y, aunque sabía que eso la rompería, dijo con calma: "No me arrepiento. Ese niño nunca debió haber nacido."
Ella rio fríamente: "Si tus padres te hubieran dicho eso, ¿podrías seguir tan tranquilo?"
Stuardo: "Si no me hubieran traído a este mundo, les estaría agradecido. Ángela, no a todos les gusta este mundo."
Ella frunció el ceño.
¿No le gustaba este mundo?
¿Por qué?
Su madre lo amaba tanto, su carrera era tan exitosa, su vida estaba llena de personas que lo adoraban...
El joven Stuardo estaba cubierto de heridas por los latigazos de su padre...
Sus gritos eran desgarradores y desoladores.
Cuando despertó, estaba temblando de miedo.
Ya amanecía afuera.
Ángela se levantó, apoyándose en sus brazos.
"¿Cómo podría su padre golpearlo? Incluso si su padre fuera así de malo, su madre lo detendría... Los sueños suelen ser lo contrario de la realidad, seguramente no fue maltratado." Dijo Ángela para sí misma, tratando de consolarse.
Sin embargo, ella sabía claramente que el disgusto de Stuardo por este mundo debía deberse a alguna experiencia oscura.
No solo despreciaba este mundo, tampoco quería dejar descendencia.
Nadie nace malvado.
De repente, ya no lo odiaba tanto.
Él no tenía la culpa, ella tampoco, sino el destino que los unió.
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