Amor Malentendido por mi esposo cruel romance Capítulo 4

Camila Flores se fue cuando Clara tenía 8 años. Fue el cumpleaños de Quirino ese día, y Clara regresó a casa llena de alegría para celebrar el cumpleaños de su papá. Pero lo que encontró fue un acuerdo de divorcio entre sus padres.

Clara, desesperada por detenerla, cayó de las escaleras tratando de alcanzar a Camila. Ni siquiera notó que sus zapatos se habían salido. Llorando y gritando, abrazó las piernas de Camila. —¡Mamá, no te vayas!

La noble mujer acarició su tierno rostro, —Lo siento.

—Mamá, esta vez obtuve el primer lugar en mi grado, ni siquiera has visto mi papel de exámen. Necesitan lo firma de los padres.

—Mamá, por favor, no te vayas. Soy obediente, prometo no ir al parque de diversiones, no te molestaré más, seré obediente. Por favor...

Ella expresaba desesperadamente su aflicción, esperando que su madre se quedara. Pero Camila solo le explicó que su matrimonio con su papá no era feliz, y que ahora había encontrado la verdadera felicidad.

Clara vio a un hombre extraño colocando su equipaje en el auto, y ellos se fueron juntos.

Mientras tanto, Clara corrió descalza durante cientos de metros, pero el auto se alejó y ella cayó al suelo, con las rodillas y las plantas de los pies heridos. Miró con los ojos llorosos cómo el auto se iba, inalcanzable.

En ese momento, no entendía, pero con el tiempo supo que su madre había tenido una aventura y su papá lo descubrió. Por eso ella pidió el divorcio y se fue sin nada, renunciando a todos los bienes, incluyéndola a ella.

Durante más de una década sin contacto, Clara la odiaba profundamente. Había pensado que nunca querría volver a ver a esa persona en su vida.

El destino era irónico, ya que ahora tenía que rogar a ella.

Con la garganta apretada, Clara se quedó paralizada en su lugar. Camila se dio cuenta de sus pensamientos y la atrajo hacia su lado para que se sentara.

—Sé que me odias. Eras muy pequeña en ese entonces, y muchas cosas no eran como las imaginabas. Mamá no podía explicártelo.

Camila acarició su rostro, —Mi hija ha crecido, cariño. Mamá regresará al país de forma permanente esta vez. Sé que la familia Suárez está pasando por dificultades, pero no te preocupes, mamá cuidará bien de ti.

En ese momento, Clara se dio cuenta de que el supuesto odio se desvanecía ante un simple mamá. Con la voz entrecortada, dijo —Mamá.

—Chiquita, quédate a cenar con nosotros. En estos años, el tío Blanco ha tratado muy bien con mamá. Él tiene una hija mayor que tú por dos años, y ella y su prometido vendrán a cenar. Voy a presentártelos.

Clara no tenía intenciones de integrarse en su nueva familia, por lo que intervino rápidamente. —Mamá, he venido por el asunto de papá. Sabes que la familia Suárez está en bancarrota, y papá está enfermo del corazón. No puedo pagar la cirugía, ¿puedes ayudarme? Te lo pagaré en el futuro, te lo prometo.

Camila aún no había tenido la oportunidad de responder cuando una voz familiar interrumpió. —La señorita Suárez está tan necesitada de dinero que has venido a mi casa para pedirlo?

Al escuchar esta voz, Clara se sintió como si un rayo la hubiera golpeado. No podía creer lo que veía: ¿esas personas que aparecían en la puerta no eran precisamente Yolanda y Diego?

El destino le jugó otra broma. Su madre había convertido en la madrastra de Yolanda.

Su esposo, su madre eran ahora familiares de Yolanda.

Justo en ese momento, cuando ella le estaba pidiendo dinero a su madre, había sido captada por Yolanda y Diego.

Su aspecto nervioso y agitado no pasó desapercibido para Diego López, pero él simplemente la miró sin reacción alguna.

—¡Waa, waa...!

El llanto de un bebé interrumpió la incómoda atmósfera. Clara solo entonces se dio cuenta de la carriola gemelar que la criada estaba empujando.

Diego tomó a uno de los bebés en brazos y comenzó a tranquilizarlo hábilmente.

La escena cálida de esa familia de cuatro personas se clavó en los ojos de ella como una visión dolorosa e insoportable. Si su hijo aún estuviera vivo, también tendría esa edad.

Comenzó a arrepentirse por qué vino aquí, sintiéndose como si la hubieran atrapado en un pilar de vergüenza y la estuvieran despedazando con mil cuchillos.

Ahora tenía explicaciones para las cosas que no podía entender antes. Todo tenía sentido, ya había pistas.

Por qué Yolanda la salvó cuando ambos cayeron al agua; por qué él estuvo junto a Yolanda cuando tuvieron un parto prematuro.

Después de un rato, se escuchó un golpe en la puerta.

—Clara, ¿estás bien?

Clara arregló el caos, se enjuagó la cara y salió tambaleándose.

Camila no entendía la intriga entre estas personas y, preocupada, le preguntó a Clara. —Clara, ¿no te sientes bien?

—Vomitando al ver a esas dos personas. Ahora que he vomitado, me siento mejor.

—Clara, ¿conoces a Yolanda? Ella ha estado en el extranjero. ¿Puede haber algún malentendido entre vosotros? Este es el señor...

Clara interrumpió fríamente a Camila. —Sé quién es. El presidente de Corporación López, Diego López. ¿Quién no lo conoce?

—Sí, el señor López es un hombre exitoso a una edad tan joven.

—Por supuesto, el señor López es increíble. No ha divorciado a su esposa pero ya se está apresurando a casarse. No hay cualquiera tiene esa audacia.

Una frase dejó a Camila perpleja. —Clara, ¿de qué estás hablando? El señor López no se ha casado ni divorciado de nadie.

Clara esbozó una sonrisa irónica. —Si él no se ha casado, ¿qué soy yo? Señor López, ¿puede decirle a mamá qué soy para ti?

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